viernes, 1 de septiembre de 2023

La enfermiza mentira

Se discute en muchos foros la incapacidad mental o física del Presidente para seguir gobernando. Los más de 80 incumplimientos con los que se ha sabido adornar en un año de gobierno, los trabalenguas incomprensibles que con tanta convicción declama, son pasto humorístico para comediantes y mamagallistas entre los que se destaca Jhovanoty con sus confundibles imitaciones. La lengua pastosa y trabada con la que pretende desenredar sus enredos, ha puesto a muchos a pensar que inhala, toma o se inyecta ayuditas para lidiar con las frustraciones de quien se ha pasado toda una vida en el cómodo oficio de la crítica y ahora ahora enfrenta las dificultades de hacer.

Quienes se desconciertan con su desordenada agenda no alcanzan a entender que para el Narciso, eso de respetar a los demás, no existe. El es el centro y los demás solo están para adaptarse a sus deseos, limitaciones, trasnochos y perezas.

Plantean un examen médico, desconociendo que un Narciso enreda al más avezado psiquiatra. El diagnóstico se concluye con la observación de su comportamiento. Igualmente los adictos no se comprueban interrogando al enfermo sino con exámenes de sangre al azar.

En una democracia es razonable ponerle atención a la salud del Presidente, pero el verdadero riesgo que enfrentan casi todos los que creen en el diálogo pacifico y civilizado, como único recurso para la convivencia, está en la búsqueda de la verdad.

Las mentiras se diseminan a velocidad Covid y los expertos en manipulación saben que con encender el botón de la ira, el miedo o el odio, se garantiza la fidelidad a una historia falsa. Con esto logran radicalizar bandos al extremo de hacerles creer que solo la eliminación del rival, soluciona el conflicto.

Propongo penalizar la mentira. Una cosa es la libertad de expresión y otra los tramposos que mienten con desfachatez, inventan historias, falsifican fotos y videos para desacreditar a otro o promoverse. Así como hay herramientas para fabricar falsedades también hay muchas y muy buenas, para detectarlas. Así como el sector comercial actúa cuando detecta publicidad engañosa, la democracia debe tener herramientas fuertes para detectar y sancionar la mentira. Candidato o partido al que se le compruebe que ha usado la trampa y el engaño, debe descalificarse de la contienda. El funcionario que use la mentira en el desempeño de sus funciones no solo debe ser destituido sino que debe quedar inhabilitado. El Presidente que use el engaño como herramienta para gobernar debe ser enjuiciado y tratado con mucha más severidad que si le detectan psicoactivos o le demuestran un severo trastorno de la personalidad.

El cinismo con que Petro victimiza a Nicolasito “trastornado por el amor” y responsabiliza a la prensa de la muerte de su jefe de seguridad, con la venia de sus “aguerridos entrevistadores”, solo es comparable al de Trump con sus intentos de manipulación de las elecciones. 30.000 mentiras documentadas durante su Presidencia y no le pasó nada.

Con la verdad, y apego a los hechos, es posible el diálogo y convivencia de opuestos. En cambio la tolerancia con ficciones tan descaradas, conduce invariablemente al odio, la violencia y la guerra.

miércoles, 30 de agosto de 2023

Sistema de humanos

Del Papa para abajo, personalidades del mundo espiritual hacen llamados a la reconciliación. El mundo no puede con más polarización. Hay quienes ven el regreso de guerras civiles y especulan sobre la impensable hecatombe nuclear. Los odios se centran en la confrontación de ideas. Libertad económica y propiedad privada contra control estatal y función social de la propiedad. Mercado contra control de precios. Apertura económica contra proteccionismo, tolerancia racial contra racismo, nacionalismo contra xenofobia, aceptación de diversidad contra homofobia, colectivismo contra individualismo, religión contra el ateísmo, ciencia contra mitología. En fin, capitalismo contra socialismo. La lista es larga y cada cual se incorpora a la tribu que más lo representa o le conviene.

Hay dos errores muy comunes en la clasificación de dos bandos.

El primero es creer que son bandos uniformes. Se puede creer en la libertad económica y ser fundamentalista religioso, o ser socialista homofóbico partidario del comercio internacional. Eso explica la frustración de tantos con sus elegidos que terminan discrepando en muchos temas y la necesidad de crear sectas político religiosas para lograr una masa confiable de fanáticos.

El segundo error es más grave y consiste en creer en el “sistema” como la definición de las reglas de interacción que arregla todo. En ese marco teórico no hay duda que el socialismo es el mejor. Todo está resuelto con justicia y equidad y por eso resulta tan atractivo para los incautos y los que usan el engañoso discurso.

Pero en la vida real todo sistema está operado por humanos. Los hay santos, éticos, correctos y se dan silvestres los pillos, los ambiciosos, los tramposos, los manipuladores y los criminales. El problema del “sistema” es como estimular los unos y controlar los otros. Y la muy sencilla razón por la que la libertad económica, social, religiosa, de comercio, de movimiento resulta siendo mejor que el dirigismo, el control social, el nacionalismo, las barreras, está en la concentración de poder. Si el gran líder socialista resultase un buenazo, ético, correcto, justo, que se logra rodear de unos 1500 del mismo calibre, e inspiran con su ejemplo a todos, se lograría el paraíso socialista. Pero eso no ha ocurrido nunca en ninguna parte porque quienes llegan al poder suelen ser ambiciosos desmesurados y los pocos que los rodean se corrompen e imponen un sistema de privilegios rígido que no tolera la crítica ni acepta ajustes. En la democracia liberal se dan los mismos vicios y sin ética, el mercado se vuelve salvaje, monopólico, abusivo. La diferencia es que hay controles, hay competencia, hay constante conflicto entre los distintos poderes. Los tres del estado, la prensa, el empresariado, los sindicatos, las organizaciones gremiales y sociales están constantemente chocando, controlando, impidiendo que uno o más grupos abusen de los demás. Por eso es tan fácil criticarlos, y destacar sus errores generando la frustración general e insatisfacción con deseo de “cambio”. Pero también por eso terminan desarrollando sociedades más justas y prósperas a pesar de los lamentos de los beneficiados.