viernes, 11 de agosto de 2023

Crimen y Politica

Dos palabritas que parecen bailar siempre juntas. La tradición era que los bailes más agitados se daban sólo en las democracias primitivas. Las repúblicas bananeras, categoría a la que entra y sale Colombia según la producción del eficiente fruto y la eficiencia de torcidos personajes.

Pero ahora la gran potencia del norte ha entrado en la hermandad de los bananitos, gracias a Trump. Por primera vez en su sólida historia democrática un Presidente se negó a reconocer los resultados electorales. Su intratable narcisismo lo llevó a concluir que su fracaso tenía que ser consecuencia de fraude electoral. Intentó primero con medios legales y un batallón de folclóricos abogados. Luego usó la presión personal contactando a oficiales electorales, con la pretensión de inducirlos a alterar los resultados. Finalmente mandó una turba de enfurecidos fanáticos a invadir violentamente el capitolio e impedir la certificación oficial. Poco le importó que los asaltantes quisieran linchar a su amigo y vicepresidente. Por esos hechos, ampliamente conocidos y documentados con sus propias palabras, es acusado por la justicia. “Cacería de brujas” grita enardecido. “Persecución política” repiten sus fanáticos seguidores.

Por este trópico no nos quedamos atrás. Se ha venido destapando una tramoya de corrupción y crimen en el proceso electoral que hace ver todos los escándalos anteriores como un juego de niños. Visitas a famosos presos durante la campaña cuyos aportes son retribuidos con generosas ofertas del Estado. Truculentos relatos de los millones recibidos de reconocidos capos, revelados no por sus enemigos sino por su familia directa y sus mas cercanos colaboradores. “Conspiración de la derecha” claman sus hinchas.

Es posible diferenciar el crimen de la persecución política? Es cierto que se han dado casos de fabricaciones judiciales para neutralizar una estrella en ascenso pero casi todos han ocurrido en dictaduras y la evidencia suele ser producida por la policía secreta.

La cárcel ha logrado darle a muchos un aura de luchadores por la justicia. El antecedente que bloquearía cualquier aspiración laboral, ha contribuido a que muchos logren el más alto cargo. Muchos con resultados desastrosos como Lenin, Hitler, Mao, Castro, Chavez y ahora Petro quien no cesa de hacer méritos para entrar en esa cofradía. Otros como Gandhi, Mandela, Walesa o Mujica demostraron que la justicia sí puede ser arma política.

El movimiento contrario también ocurre como lo demuestra la mudanza del palacio presidencial a la cárcel que ha puesto de moda Perú y se ha estilado en casi toda latinoamérica. Incluso con ires y venires como en el caso de Lula.

Lo que está por verse es si es posible elegir a la Presidencia a un preso, fechoría heroica que veremos si Trump le agrega al menú que ofrece la fatídica combinación de palabritas.

Desde que se volvió necesaria la política para orientar la evolución de las comunidades parece inevitable su mezcla con el crimen. Quienes están al mando manipulan la justicia que los podría juzgar y logran desatar las pasiones ideológicas que generan controversia e incertidumbre a pesar de la abrumadora evidencia de los hechos.