Hay que saber que las socialdemocracias de muchos países desarrollados han logrado un nivel de bienestar alto aunque no escapan a la ley de los vasos comunicantes sociales y deben lidiar con la pobreza de los inmigrantes.
Por eso hay que apropiarse del derecho y deber que nos asiste como Colombianos: trabajar para genera riqueza y contrarrestar con vehemencia todas las medidas que inhiban la libertad económica.
Cuánta asistencia da el Estado para salud, educación, alimentación o vivienda, es algo que puede debatirse. Bienvenidas todas las medidas que contribuyan de verdad a mejorar oportunidades para los desposeídos o a reducir los niveles de pobreza.
Hay que trabajar para asegurarse que los improbables nuevos recursos no terminen construyendo mansiones y comprando yates para la nueva clase del cambio. Hay que hacer un trabajo serio que demuestre que lograr avances sociales a través de emisión de moneda, genera inflación que termina esquilmando a los más pobres. Es esencial trabajar para que los recursos públicos sean manejados con transparencia y honestidad, usando las múltiples herramientas digitales que han demostrado éxito en otras partes. Dar ejemplo al disentir pacíficamente con las políticas diseñadas para mejorar la imagen del Presidente, si la realidad muestra que el nivel de vida está empeorando.
Hace unos meses hice una predicción de lo que podrían ser los próximos 4 años y que el interesado puede ver en bit.ly/visionesnostrademos
Hasta ahora se va cumpliendo al pie de la letra. El presidente electo ha elegido un lenguaje conciliador y ha tranquilizado a los empresarios y los mercados y posiblemente disminuya la longitud de las colas para visaUSA que ya están a un año. Es razonable que haya tantos que quieran tener un plan B por si el guión del foro de Sao Paulo se comienza a aplicar.
Nada sería tan reconfortante como aceptar, con el paso de los meses, que el burlesco panfleto (pdf que llaman) con mis predicciones estaba equivocado. Que la moderación que estamos viendo no resulte ser una habilidosa maniobra de un maquiavelo consumado, orientada a bajar la guardia para dar el zarpazo con el público anestesiado. Que el temor de un tirano envuelto en capas de democracia, tolerancia y unidad era en realidad paranoia grupal. Que el pausado estadista llamando a los capaces a cooperar no se convierta en el déspota que encarcela, exilia, concentra el poder y acaba lenta y hábilmente con los contrapesos de la democracia. Que el dirigente respetuoso de las instituciones no termine corrompiendo el ejército, cerrando el congreso y persiguiendo a los medios. Trabajar para que nada de esto ocurra implica desempacar.