sábado, 30 de abril de 2022

El Camino equivocado

Cada cual encuentra una inspiración para hacerlo. Desde la tradicional peregrinación para buscar favores, dar agradecimientos o pagar penitencias, hasta el sencillo reto de cumplir un largo trayecto haciendo uso del ecológico recurso de las piernas, disfrutando pausadamente de la naturaleza.

Miles de caminantes de todo el mundo forman una inmensa, ordenada y respetuosa romeria por alguna de la múltiples vias del Camino de Santiago, establecidas por una tradición que se acerca a los mil años. Perfectamente mantenido y señalizado, con cientos de albergues y paradores en los que descansan, se hidratan y comen los decididos andantes, en un ambiente de paz y camaradería internacional inigualable.

La prosperidad se ha irradiado a todos los sectores: aldeas y pueblos con restaurantes y tiendas bien equipadas, campos y huertas cultivados con milimétrica precisión, agroindustria moderna y poderosa, casas campesinas renovadas con acabados perfectos y llenas de comodidades, carreteras, puentes, viaductos estupendos por los que fluye un trafico organizado y siempre respetuoso de los peatones.

No hay duda que España ha escogido el camino correcto. El camino de la paz y la prosperidad. El camino que atrae a 80 millones de turistas cada año. Después de haber superado una cruel y destructiva guerra civil y una larga dictadura, España logro entrar en la modernidad con orden y sin violencia. Logró liberar una economía dominadas por roscas y privilegios. Con mucha controversia y polarización, la sociedad ha entendido que no se trata de lograr que todos piensen igual, o que haya satisfacción universal o eliminar diferencias, sino de defender la democracia y sus permanentes mecanismos de ajuste, que han permitido una seguridad social muy razonable, mezclada con una libertad económica admirable. Las denuncias de corrupción son constantes y demoledoras. Las críticas a ministros y funcionarios ácidas y perturbadoras. Pero a nadie se le ocurre que la forma de expresar la discordia es alentar a grupos violentos para que destruyan los muy apreciados y cuidados bienes públicos.

Ahora que es tan bien visto que busquemos nuestras “raices ancestrales” no sobra que miremos tambien hacia la madre patria de la que heredamos tanto acervo cultural. Le echamos la culpa de nuestros males, y poco diseminamos lo mucho que nos podría enseñar la España actual.

Es cierto que hemos sido lentos en resolver problemas urgentes. Que no hemos podido reducir la corrupción con la eficiencia requerida. Que aun padecemos una economía dominada por circulos de poder. Pero lo que hay que entender es que buena parte de nuestras dificultades son consecuencia de la deformada cultura de tolerancia con la violencia. Mientras sigamos creyendo que el robo, el atraco callejero o la guerrilla son la inevitable consecuencia de la injusticia social, seguiremos por el camino equivocado. Estamos ante una disyuntiva sin precedentes : o aceptamos el discurso del odio, el resentimiento, la lucha de clases que llevará irremediablemente a pobreza, inflación y emigración o escogemos el camino correcto de seguir prosperando en una democracia estable, llena de controversias, con una economía libre y en paz.