miércoles, 30 de marzo de 2022

Un nuevo escudo

Muchos analistas opinan que parece cerca el gran cambio. Si se va a refundar la República, como tanto ilusionado emocional espera, es de suponer que necesitaremos un nuevo escudo. En un acto de contribución patriótica, se sugieren las siguientes modificaciones, para ser consideradas.

Lo primero es quitar “libertad y orden”. Fue uno de los aciertos de Nariño y colaboradores. 188 años después, todos los académicos serios que han sido capaces de hacer asociaciones correctas basadas en datos y cifras de la realidad, han concluido que en esas dos palabritas está sintetizada la fórmula de la prosperidad y felicidad de los pueblos. Sin excepción alguna, todos los países que han establecido un sistema jurídico serio, confiable y eficiente, requisito para que una fuerza del estado imponga el orden y se instale la confianza, y han liberado a su población de ataduras y normas que impiden el libre intercambio de bienes y servicios, han prosperado, reduciendo la pobreza a su mínima expresión, reteniendo a sus contentos habitantes y atrayendo inmigración de otros.

Pero según encuestas, aquí pareciera que estamos dispuestos a renunciar a la libertad con tal que un Papá estado nos llene de beneficios, en medio del violento desorden que caracteriza los nuevos liderazgos. El lema entonces, deberá ser: ‘omnia pro omnibus’. De todo, para todos.

Cuando sea el estado quien decida qué vivienda merecemos, dónde y cómo nos educamos, de qué nos podemos enfermar y cuánto podemos comer, nos habremos convertido en esclavos. Así que tendremos que deshacernos del gorro frigio, símbolo de libertad y hacerle una solicitud respetuosa a Perú para que nos dejen incrustar el sombrero de Castillo, ensartado en un machete, representando la apadrinada violencia. Por su tamaño, pasará a ocupar el espacio del istmo de Panamá, perdido hace ya muchos años. Desde luego que la granada también tiene que salir. Fruta que poco producimos y menos comemos y que nada tiene que ver con el nombre del país. En su lugar pintaremos un reluciente borojó que sí es representativo y refleja nuestra evolución cultural. Las cornucopias tendrán que cambiar. Donde estan esas cochinas monedas que nos recuerdan el liberalismo económico, pintaremos las órdenes de atención en salud que nunca se van a pagar. Y en la otra, las frutas y verduras se reemplazarán por una reluciente tarjeta de racionamiento, interpretando la “justeza” que operará en la distribución de los alimentos.

Al Cóndor le torceremos el pescuezo para que mire hacia la izquierda, y señale nuestro nuevo rumbo ideológico. De su pico penderá, no una corona de laureles, sino una radiante cadena que muestre el camino de esclavitud que han escogido con tanto entusiasmo los Colombianos.

Los símbolos son importantes. Reflejan la cultura e ideología. Si los Colombianos resuelven que no están interesados en asumir la responsabilidad de su destino, y prefieren regresar a la temprana e irresponsable infancia en la que un Papá les resuelve todo. Si resuelven que la garantía de un pedazo de pan es más importante que la libertad de asumir el destino de su existencia, debemos ser coherentes y representar en nuestro escudo la nueva Colombia.