domingo, 18 de septiembre de 2016

PALOMITAS DE PAZ


Soy pacifista. Absoluto. Radical. No tan activista como quisiera ser. No justifico ninguna forma de violencia. Acepto que en el pasado hubiese necesidad de conformar ejércitos por la posibilidad de que al loco caudillo de la vecindad le diera por invadirnos. Ya no se justifica. Desde hace muchos años no se justifica y Costa Rica lo ha demostrado. Acepto que las sociedades para funcionar, tienen que tener policía, por si algún descarado vecino le da por llevarse los enseres de mi casa. Y que para imponer el orden, tengan que ejercer la violencia. Controlada. Sujeta a normas.
Pero no más. No justifico el uso de la fuerza para nada más. Se que en todo grupo plural de  personas habrá siempre la posibilidad de conflicto. Pero haber evolucionado hacia seres civilizados implica que podamos controlar ese instinto animal primario de sacar la garra y agredir al otro, y hayamos desarrollado mecanismos para ventilar los más apasionados conflictos.
En eso me diferencio de los autodenominados pacifistas Colombianos, tan alborozados por estos días con el fin de la "guerra".  Para ellos aquí había un enfrentamiento entre dos sectores de la población, porque uno se había rebelado ante un estado de injusticia social intolerable. La rebelión armada por tanto, era justa. Es cierto que con el tiempo se fue degenerando pero, tenían un discurso político y unos fines "nobles". Y para esa corriente, allí está la definición de guerra. Esta guerra ha sido por tanto "aceptable" a los ojos  de los crecientes "pacifistas". Y por eso ahora sostienen que hay que celebrar porque después de 50 años de asesinar, secuestrar, destruir, han firmado que no lo van a hacer más.
Así, aunque parezca paradójico, quienes ponen cara de santa indignación cuando se critica el acuerdo de la Habana, son en realidad los guerreristas. Son los que aceptan que aquí había una guerra y que gracias al Señor, los Colombianos hemos acordado que "vamos a dejar de matarnos"
"Cómo es posible? Imprecan con desesperación? Entonces lo que Ud. quiere es que nos sigamos matando?
Y la respuesta es muy sencilla: yo no he estado matando a nadie. Así que eso de que “nos sigamos matando” no va conmigo, como no va con el 98% de la población que no ha matado ni tiene intención de seguir matando a nadie, con o sin firma en la Habana.
Dirán que lo de “guerra” es una figura literaria para significar el alto grado de violencia en que vivimos pero la verdad es que el lenguaje termina expresando nuestras creencias. Y cuando alguien dice “nos estamos matando” es porque acepta que el ejército y la policía son el bando financiado por mis impuestos, que se da bala con el otro bando que se financia con secuestros, boleteo y coca. Que es exactamente la tesis,  esa si guerrerista, de las FARC.
Por eso es que tiene tanto éxito usar dibujitos animados para explicar la situación. Videos con palomitas y banderitas que nos muestra que quien esté por fuera de este " momento histórico" va en contravía del mundo civilizado. No hay de fondo, un sustento filosófico serio para sustentar lo que han dado en llamar “pacifismo”
Que el mundo nos apoya? Pues claro. A cualquiera que se le cuente que este pais tenia una guerra civil y la va a acabar, va a aplaudir y celebrar repartiendo medallas a los autores de semejante hazaña.
Que seguimos y superamos los pasos de otros países que resolvieron sus guerras? La historia reciente del mundo da para lo que se quiera: guerras ganadas que terminaron en orden y prosperidad para los involucrados: España, II Guerra mundial, Kuwait, Chile. Guerras perdidas que terminaron en paz y prosperidad para los involucrados: Alemania, Italia, Japón, VietNam. Acuerdos de paz que han generado niveles de violencia y criminalidad sin precedentes: Guatemala, Sudáfrica, o empeoramiento de la guerra: Sudán, Irak.
Cada cual escoge un evento histórico y lo interpreta a su amaño para concluir " que no se puede ir en contravía de la historia".
Pero por más vueltas y malabares que hagamos con las palabras, las palomitas y los simbolitos, la realidad es que hay un factor común a todas las situaciones en las que se deteriora la paz en una comunidad: es obvia. Está en las banderas y los billetes. Ley y orden. Toda comunidad que tiene un sistema de leyes que la regulan y un cuerpo judicial y policial que lo hace respetar, se acerca al ideal de paz.
Para corroborar esto no hay que ir muy lejos: basta ver la historia reciente de Colombia. Las tesis "pacifistas" predominan: Betancur, Samper, Pastrana y el país llega a unos niveles de violencia ( homicidios bombas secuestros + etc etc), extremos, en los que la palabra “guerra” comienza a ser apropiada. Predomina la tesis "guerrerista": estado fuerte, control policial, cumplimiento de la ley, y las violencia bajan dramáticamente. El país vuelve a considerarse viable. Vuelve Santos con la tendencia pacifista y comienzan a subir de nuevo todos los índices. Algún periodista acucioso podría construir una gráfica con el número de veces que pronuncian la palabra “Paz” nuestros líderes y el número de muertes y se verá una relación directamente proporcional.
Esta experiencia se ha repetido en el mundo entero, en muchas oportunidades y culturas. Hay muy poca relación entre violencia y desarrollo socioeconómico o la equidad, excepto para mostrar que la tolerancia con la violencia la empeora. En otras palabras, está muy probado que quienes se indignan con la pobreza en una comunidad, toman el camino de la ignorancia, cuando deciden combatirla con violencia.
Y es que esta es la trampa en la que caen con asombrosa facilidad los que tanto se asombran con el desacuerdo con la Habana.
" O sea que Ud está de acuerdo con la infame explotación y la terrible inequidad que existe en Colombia",  expresan, sin darse cuenta de su validadora sustentación de la violencia.
Cuando es precisamente por no estar de acuerdo con la inequidad, que se rechaza la rebelión violenta. No importa el motivo, la lucha armada es la más torpe y menos efectiva estrategia para combatir la pobreza. El fin de la Unión Soviética y de la China Comunista son los más recientes y contundentes ejemplos de cómo la violencia no es la partera de la historia.


Y es por creer en la democracia y aceptarla con todos sus defectos que no se está de acuerdo con los autoritarismos  en cualquiera de sus formas, llámense fascismo, nazismo, dictadura del proletariado o socialismo del siglo 21.


Soy…. Somos pacifistas quienes creemos que la única forma de construir sociedad es que la justicia opere, se llame al crimen por su nombre y se le dé el castigo establecido.


Somos pacifistas quienes creemos que el ejemplo forma y reproduce conductas. Cuando es la gente de bien la que figura y se premia, tendremos cada vez más gente de bien. Cuando a hampa se la premia y se le dan alas, muchos querrán seguir por ese camino.


Somos pacifistas quienes no tragamos entero el cuento de las “experiencias internacionales”. Contamos cuidadosamente los muertos y crímenes que han seguido a pactos de paz mucho menos tolerantes que lo que se ha firmado en la Habana.


Somos pacifistas quienes con un voto de NO vamos a decirle a las FARC y sus nuevos amigos, que rechazamos 50 años de muerte y destrucción y a todos los demás que quedan y les siguen, que no justificamos ninguna forma de violencia.


Pero somos también realistas. Entendemos que se perdieron 8 años de una doctrina coherente que enfrentó el crimen organizado y llevó al país a unos niveles de paz sin precedentes. Entendemos que el trabajo dispendioso de poner a todos los medios a cantar al unísono que aquí había una terrible guerra entre hermanos y que hemos decidido hacer la paz, ha llevado a un renacer del crimen organizado que ahora tiene sustento político y apoyo internacional. Entendemos que después de un sistemático debilitamiento del Estado, la opción de que Colombia vuelva a ser el país inviable que teníamos a principios del milenio, es muy real.


Tampoco ignoramos la ingente cantidad de recursos que el Gobierno le ha invertido a la confusión, a que todos repitamos frasesitas bonitas, a que todos soltemos palomitas y a que todos dibujemos abracitos, es muy probable que gane el SI.


Nos queda entonces una forma contundente de expresar nuestro rechazo a la histórica violencia que nos ha azotado: votemos NO
Y con ese NO digamosle a las FARC y demás grupos de crimen organizado con disfraz político, que no aceptamos la violencia como forma de lucha.
Digamosles que NO creemos que hayan luchado por una sociedad más justa. Digamosles que su largo accionar solo ha servido para empeorar la pobreza en el campo, perpetuar la corrupción, justificar y diseminar la actividad criminal en todas sus formas.
Hagámosles saber que si bien el acuerdo de la Habana les perdona todas las atrocidades, un buen número de Colombianos NO creemos que nada de lo que hicieron tenga justificación alguna.
Hagámosles saber que si van a llegar al Senado, lo hacen con los mismos recursos de la corruptela política actual: uso de recursos del Estado, combinado con pactos de rebatiña.
Hagámosles entender que el dia que sometan su oxidado y desubicado ideario a consideración de los Colombianos, se van a poder contar, y van a tener que vivir de la renta de su sucio dinero acumulado.

Por ser un ciudadano común y corriente que no anda en carros blindados ni tiene escoltas, y por desconfiar profundamente de quienes siguen siendo una organización armada, prefiero permanecer anonimo.