viernes, 16 de diciembre de 2022

Confusion

La confusión política tiene dos formas. La de quienes están auténticamente confundidos, simplemente porque siempre han leído la misma letanía ideológica, y la han convertido en culto. Y la de quienes confunden deliberadamente, para trepar los escalones del poder.

Si el objetivo auténtico es lograr justicia social con prosperidad compensando la desigualdad que puede generar la libertad, es muy seguro que serían muchos los adherentes. Lamentablemente, persiste la fijación de buscar variantes a un socialismo que sigue fracasando en todas las latitudes.

Predomina la soberbia intelectual de creer que la solución para todo está en concebir un modelo justo y equitativo de sociedad, que se impone por la fuerza, ignorando que es el ímpetu espontáneo de los individuos en libertad lo que ha creado el progreso que cimienta la civilización.

Todos los intentos de dirigismo estatista, han vuelto ineficiente la producción industrial y de alimentos, y han entronizado la corrupción. El despotismo que se implanta, va minando la propiedad privada, limitando progresivamente la libertad, comprometiendo la independencia de la justicia e implantando el desconocimiento de las relaciones contractuales. Es el modelo del sistema de Salud, que se deteriora con la progresiva limitación de la libertad.

El error más dañino ha sido confundir el liberalismo (neo, según la moda) con el mercantilismo, que es precisamente la degeneración socializada del capitalismo. Lo practican con insuperable diligencia los neo-oligarcas de siglo XXI, y explica su dramática inequidad: un poder económico monopólico en simbiosis con el poder político que hace repartición mutua de contratos y tajadas y atropella los principios elementales del libre mercado. Para cubanos y norcoreanos eso es ya una vieja tradición. Rusia, Venezuela, Nicaragua y China acumulan rápidamente méritos.

Un segundo campo de confusión consiste en denigrar de las normas y leyes que supuestamente nos impiden cambiar para construir esa sociedad diseñada por sabios ideólogos. Una cosa son las leyes de comportamiento que han evolucionado a través de siglos que nos permiten vivir civilizadamente en sociedad: el respeto por la vida, la propiedad, el compromiso, la puntualidad, la corrección, y otra son las leyes elaboradas por congresistas avivatos que buscan beneficios para ellos y sus grupos.

Se confunde también la ambición que impulsa la creatividad, la disciplina en el trabajo, la responsabilidad individual, con la inmoralidad en los negocios, el ventajismo, la trampa, el abuso de confianza y del poder.

Se confunde libertad con libertinaje porque si bien es cierto que el afán de superación genera desarrollo, también lo es que quien logra acumular poder y dinero tiende a abusar de su privilegiada posición. Allí si, el Estado y un buen sistema judicial están para proteger la iniciativa y capacidad de los más débiles.

Estas confusiones las repiten aun los que se identifican con la economía liberal, e infectan con gran facilidad las mentes que denigran del “sistema”, y terminan apoyando un totalitarismo esclavizante. Impiden entender que la libertad solo se logra cuando se cumple con una larga lista de obligaciones.