jueves, 22 de septiembre de 2022

Absolutismo

La falacia absolutista del todo o nada se rebela con pose intelectual. Según esta “nueva doctrina”, tan vieja como la filosofía política, si no se logra la totalidad del objetivo en cualquier emprendimiento humano, no se ha logrado nada, y hay que desistir en el empeño.

Así nos presentan la guerra contra el crimen y el narcotráfico. Como no se ha logrado erradicar, como sigue siendo exitosa la producción y exportación y toda la criminalidad que de allí se genera, eso quiere decir que hemos perdido la guerra y debemos cambiar de estrategia, legalizando todas las drogas, y arrodillarnos ante los más temibles hampones. Desconociendo que las drogas son peligrosas por la facilidad con que producen adicción, nos entregarán una generación de jóvenes con cerebros quemados por la libertad para consumir.

Como no hemos podido acabar con la guerrilla y demas hampones con disfraz politico, eso quiere decir que ha sido una guerra inútil. Tenemos que cambiar y dejar de combatir a los criminales en la esperanza que asi se volverán buenitos. Con esa estrategia nos están entregando una sociedad cada vez más violenta, con cada vez más robos, homicidios, atracos, bombas a policías y restricciones a la sociedad civil.

Como no hemos logrado las metas en la emision de gases invernadero, eso quiere decir que perdimos la batalla climatica y la solucion es cambiar para acabar con el capital (Si “das Kapital” es el responsable de las inundaciones), porque ese enorme defecto de la humanidad de querer prosperar y vivir cada vez mas y en mejores condiciones, nos ha trazado el camino del suicidio colectivo. La solución es una dirección central que defina cuánta energía debemos consumir, como lo hace China, que sigue siendo el peor contaminante del mundo y el que menos ha implementado los acuerdos de París. Con resignación, podremos comenzar a contribuir con cortes de energía y escasez de gasolina y gas.

Como no hemos logrado acabar con el hambre, eso quiere decir que nuestra infraestructura de producción de alimentos fracasó y debemos cambiarla por una muy bien planeada agricultura minifundista de mujeres, que con su saber “ancestral” nos colmarán nuestras predefinidas y bien calculadas necesidades. Avanzaremos triunfalmente, con tan novedosa estrategia, hacia la escasez, las tarjetas de racionamiento y la multiplicación de quienes no tendrán lo esencial para sobrevivir.

Solo falta declarar el fracaso de los antibióticos, porque todavía hay bacterias que resisten. Los mandaremos a incinerar, junto con las drogas para el cáncer, la diabetes, la hipertensión, y tantas otras en las que no hemos podido ganarle la guerra a la enfermedad.

El absolutismo además de ser una falacia que se debe develar, está basado en información falsa y sesgada. Nunca antes en la historia de la humanidad hubo menos muertes violentas, que ahora. Muere mucha más gente de suicido que de homicidio. Nunca antes hubo menos hambre. Mueren más por obesidad que por desnutrición. Han ocurrido grandes avances en el control de gases invernadero. aún insuficientes pero se puede tener la certeza que es la innovación de la libertad económica, la que va a lograr las metas, sin condenar al atraso a la mitad de la humanidad.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Realeza presidencial

Que la democracia es un sistema muy imperfecto de gobierno y lleno de defectos, lo sabemos todos. Pero también somos muy conscientes que es el “menos pior”.

Los regímenes parlamentarios desesperan con sus interminables debates y sus gobiernos inestables, que terminan estancando el progreso del país. Suelen resolver poco y avanzan a paso de tortuga.

Los regímenes presidenciales tejen también su colcha de defectos. Uno de los que más se luce, es la concentración de poder en los presidentes. Hay que entender que quienes redactaron las primeras constituciones venían de vivir en reinados por lo que debió ser difícil no inventar otro reyecito, al que todos deben lealtad y deben seguir con devoción.

Nos enseñan que las democracias tienen una serie de chequeos y contrabalanceos que impiden el abuso del poder. La esencia está en la división de los 3 poderes, que son 4 si incluimos la prensa.

Pero un presidente puede tomar decisiones que invalidan el invariablemente largo y lento trabajo del poder judicial. Y puede incluso acallar prensa opositora o crítica con una gran variedad de recursos que se suelen usar los más aventajados en el arte de la satrapía.

Vemos como un presidente de Estados Unidos, perdona criminales de todos los calibres, aun si han sido condenados por asuntos que lo comprometen. Vemos como un “presidente” de Nicaragua o Venezuela, encarcela periodistas, cierra periódicos, nombra magistrados, define el poder electoral, entre otras gracias. Vemos aquí como un Presidente tiene la facultad de pasarse por la faja años de investigación, aporte de pruebas, juicios con fiscales y jueces que han arriesgado su vida, y han llegado a expedir órdenes de captura a temibles criminales. Vemos como se usa la abultada chequera del estado en un aberrante y fullero proceso de “alineación” de congresistas.

Nos burlamos de los Europeos con sus anacrónicos reinados, que en realidad son usados como símbolos de unión, y para aliviar a los mandatarios que trabajan, de las dispendiosas formalidades protocolarias. La pompa y fanfarria refuerzan las tradiciones y producen fascinación a súbditos y turistas. Además, como ha quedado demostrado con la respetada y longeva Reina, le dan estabilidad, continuidad y orgullo al país.

Con todo, han sido mucho mejores para impedir la concentración del poder en una sola persona. La verdad es que por estos trópicos, resultamos ser más anacrónicos con presidentes llenos de poderes omnímodos a quienes solo les falta la corona. (Excepto a Castillo).

Tanta crítica y descontento con el vapuleado “sistema” y no logramos ni acercarnos a criticar el abuso de poder, el lujo, los excesos, los palacios y festejos, las caravanas y aviones o los asesores, hasta para la movilidad de las caderas. Si algún avance quisiéramos hacerle a nuestras democracias, debería ser restarle poder a esa figura tan heredada de las monarquías. ¿Algún utópico día lograremos la madurez de Suiza, donde es difícil saber cómo se llama el Presidente? Cambia cada año, y los ministros andan en metro como cualquier hijo de vecino. O terminaremos con un Reyecito entronizado, con disfraz de presidente, siguiendo el ejemplo de tan admirados vecinos.