lunes, 25 de junio de 2018

El Petro de la calle
El río de cultos análisis sobre los resultados electorales de Colombia ha resultado muy diciente:  Los 10.3 millones con los que ganó Duque, no son significativos. Que le haya sacado 2 millones 338 mil votos, o una diferencia del 12% no pesa.
Lo importante, lo que hay que destacar, y admirar, son los 8.03 (..”casi 9”) que sacó Petro. Que se despertó Colombia. Que la izquierda ya saborea el poder. Que la voz de los 8 millones se tiene que oír. Hasta el mismo Petro se cree, en su infinita vanagloria, que el queda mandando porque sacó el segundo puesto.
Pero lo que más produce admiración es que “Petro tiene la calle”.
Ya no desconcierta, lo contradictorios que pueden ser algunos comentaristas e intelectuales, cuando por un lado piden paz y reconciliación y por otro lado salen a aplaudir el poder “de la calle”. Que en su forma más benigna, consiste en manifestaciones pacíficas que bloquean ciudades o carreteras y terminan produciendo un enorme daño económico, que luego pagamos todos. Especialmente los más pobres. Desafortunadamente, con más frecuencia,  ese poder lo que significa es manipular con una diatriba inflamatoria y falsas promesas a quienes terminan agregando sus cuerpos a las estadísticas de violencia.
Se reciclan los sofismas hábilmente utilizados para disfrazar la violencia: Petro tiene el poder para sacar gente a la calle y eso es muy valioso y respetable. Si terminan quemando buses, almacenes, matando e hiriendo con “papas bomba” (otro sofisma), seguramente habrá forma de endilgarle la culpa a las fuerzas represivas del estado.
Lo elegante es amenazar con esa calle de 8 millones, que a pesar de que perdió, nos puede chantajear a todos. O se le hace caso o saca su gente a la calle. Pero eso no es violencia. Eso se revuelve con reconciliación en el mismo párrafo, se le agrega unos punticos de concordia y queda lista la receta para un sabroso envuelto de paz, que se vende con facilidad.
Digámoslo con vehemencia: la confrontación civilizada de ideas se hace en el parlamento, en los medios, en las reuniones, en las familias. Ser capaz de plantear la dialéctica en eso términos es lo que produce reconciliación y lleva a la paz. No es con vías de hecho y confrontaciones “en la calle”.