viernes, 23 de diciembre de 2022

Vivir en Gracia

Un significado terrenal de lo que es vivir en Gracia, lo sienten quienes ejercen la Medicina y oficios similares, cuyo propósito es ayudar, aliviar y servir a los demás. Es cierto que, en un sentido amplio todo el que trabaja, está prestando un servicio al prójimo. Pero le cuesta más trabajo hacer la conexión a quién está sentado ante 5 pantallas con la meta principal de tener numeritos cada vez más grandes en su cuenta de inversión.

Para los médicos, la conexión es directa. Los resultados de sus actos son palpables y medibles en gracias. Un enfermo que se ha curado o ha dejado de sufrir, llena el espíritu del médico de aprecio y agradecimiento, independiente de si el logro fue a través de un contrato o medió algún pago.

Alguna vez le comentaba a alguien cercano que el hecho de recibir gracias muchas veces al día, nos mantiene en estado de gracia, lo que nos permite superar todas las demás dificultades inherentes al ejercicio de la profesión, como los desafortunados y ocasionales fracasos, que no siempre son entendidos como causados por formas más graves de la enfermedad. O el hecho de tener que lidiar con un sistema que defiende la autonomía médica en la letra pero en la práctica pretende ponernos límites y barreras que sabemos comprometen la calidad de la atención.
Le explicaba que eso hacía que me levantase todas las mañanas con ánimo y entusiasmo y salía con optimismo al trabajo en la convicción de obtener muchas más gracias que frustraciones.

En contraste, él me comentó que en todos sus años de trabajo, nunca había recibido las gracias de nadie. A pesar de obtener muy buenos ingresos, maldecía cada día de trabajo, al que veía como un mal necesario para poder prosperar.
En el curso de una vida que va pareciendo larga, he tenido la oportunidad de interactuar con miles de personas, muchas en condiciones dramáticas y desesperadas. Lo que he podido entender es que quien no ve más allá de su bienestar y sus necesidades, no solo vive menos, sino que vive muy amargado. En cambio todos los que han dedicado su vida a servir a los demás, se envuelven en un halo de paz y tranquilidad que les permite superar o enfrentar cualquier dificultad. Convivir con el sufrimiento de los demás, hacer un esfuerzo por entenderlo y reducirlo, contribuye a dar la perspectiva que se convierte en bálsamo para el propio.

El afán de reconocimiento y la ambición de acumular dinero, fama o importancia son motores indiscutibles de la prosperidad. Pero si no se logran taimar y reducir a sus justas proporciones, terminan minando la libertad y disolviendo las barreras morales, lo que genera progresiva frustración y amargura. A los jóvenes que claman rabiosos por sus derechos y solo tienen ojos para sus necesidades, a los adultos que no logran ser suficientemente competitivos y denigran de los altos escalones del ascenso, a los viejos que se deprimen en su aislamiento y resuelven que ya no pueden soñar, hay que ofrecerles el remedio: que no se vayan de este mundo, sin estar íntima y profundamente convencidos de haber hecho algo significativo por los demás. No por el reconocimiento, el premio o la paga. No por la fama, el poder o la gloria, sino porque su vida estuvo llena de Gracia.