viernes, 18 de noviembre de 2022

Bendiciones

Hubo una época, que duró más de mil años, en la que recibir una bendición era… una bendición.

Tenían categorías: una cosa era recibir la bendición del cura del barrio en la misa del domingo, y otra recibir la del Obispo en plena Catedral un viernes santo. Tenía mucho más mérito y borraba muchos más pecados. No se diga la de un Cardenal en una concelebración con muchos sacerdotes en el escenario, y ni hablar de un viaje a Roma a recibirla del mismísimo Papa. Y habiendo llegado al Vaticano una cosa era recibirla con una gran muchedumbre en la plaza de San Pedro (valiosa pero repartida) y otra si era en audiencia Pontificia privada.

En esa época, las bendiciones valían, tenían un significado, se recibían con piadosa devoción. Es cierto que a la mayoría de los mortales no les duraba mucho el halo de santidad o el arrepentimiento, pero el efecto era discernible y benéfico.

No he podido averiguar en qué momento fueron hackeadas. Ahora las bendiciones las reparte cualquiera, sin casulla, sin báculo, sin mitra. No hay vitrales, techos altos, cantos gregorianos ni olor a incienso. Cualquier vulgar guasap, tuiter, feisbuk o hasta tiktok las traen por bultos. Llegan sin pedirlas ni desearlas, y como cualquier ordinario meme nos congestionan el caché y el ram.

Quién ha dicho que cualquier cristiano o cristiana (para estar con la moda), sin mérito teológico alguno, sin títulos eclesiásticos de ningún tipo pueda andar repartiendo bendiciones a diestra y siniestra? Y para colmo, con un fin específico. Bendecido día , bendecida tarde, bendecido cumpleaños. Es la mejor prueba que esas son falsas porque vienen con instrucciones de uso. Las auténticas eran para uso personal y exclusivo. Ya vería uno cuánto le duraban y en que se las quería gastar. Para no hablar de la incorrección gramatical. Los días y las tardes pueden quedar benditos, como bendito es el que viene en nombre del señor.

Yo si solicito encarecidamente que no me sigan devaluando y vulgarizando mis bendiciones. No aprecio que me las estén mandando como pandebono. Cuando las requiera, yo sabré procurarme las de verdad.

El tema forma parte de la pandemia (sigo con la moda) que ha afectado a un sector mayoritario de la población y contra la cual no hay vacuna que sirva. Consiste en que no se puede hablar de nada sin que esté antecedido por “el tema” (como acabo de comprobar). Muy especialmente si se es funcionario de gobierno: el tema del campo, el tema de la seguridad, el tema de la devaluación. Entre más alto el cargo, mayor la severidad de los síntomas. Se esta diseminando un tratamiento para los más graves enfermos de temitis. Hacen gárgaras de cloro para darse cuenta que quitándole “el tema” a todo lo que hablan, no pasa nada. Porque además todo calificativo se volvió complejo. El tema de los masacres..complejo, el tema de la reforma…complejo, el tema del narcotráfico… complejo, el tema de la corrupción, pues es muy complicado. Nadie se atreve a llamar nada por su nombre porque es complejo. Se acabaron los adjetivos y calificativos y nos quedamos con uno, universal, válido para todo. Tal vez la solución sea repartir más bendiciones para ver si logramos que no haya tanto tema tan complejo.