viernes, 28 de julio de 2023

Engaño profundo

Los “deep fakes” o falsos profundos afectan no solo las irresponsables redes sociales sino que ocasionalmente engañan medios serios y establecidos. La inteligencia artificial (IA) hace cada vez más fácil que cualquier hijo de vecino falsifique la realidad en formas que pueden generar mucha confusión. El cine nos tenía acostumbrados a todos los imposibles, que entendíamos como territorio de grandes estudios de producción y presupuestos millonarios.

Pero ahora se volvió muy fácil falsificar a cualquiera poniéndolo a actuar y decir lo que se quiera. El potencial de generar escándalos, arruinar carreras, ganar elecciones es enorme.

Claro que hay programas especializados en detectar las mentiras, pero cuando se destapan, ya el daño está hecho. Y un escándalo se hace viral mucho más rápido que la aclaración. Esto es bien sabido y sin embargo un número altísimo de personas supuestamente educadas y responsables, siguen reenviando videos y fotos perniciosas sin verificar su autenticidad. La clásica fascinación con el chisme, hace muy difícil controlar el dedo que tan fácilmente hace click.

El avance en la manipulación de imágenes que bien entendido y manejado con ética podría significar un recurso de creatividad, ya está siguiendo el camino de las ideas y los escritos que tanta confusión y engaño han producido. Al tener la capacidad para conocer a cada individuo, a través de sus interacciones con el mundo digital, la IA inventa la ficción que cuadre con sus prejuicios, dirigiendo pensamiento y actos de acuerdo a los intereses de un Patrón. Quienes se creen inmunes, son los más susceptibles.

Muchos se aterran con la posible supremacía de las máquinas imaginando distopías a lo Hollywood en las que unos robots armados nos dominan, esclavizan o asesinan. Quienes sufren con esas historias, no alcanzan a entender que no son necesarios los ejércitos de autómatas. Basta con hackear un número suficiente de cerebros y son los humanos los que salen a matar cuando el programa así lo decida. La idea no es nueva. Las ficciones incrustadas en la mente de muchos han logrado que grandes grupos salgan a cometer toda clase de salvajadas contra otros. Se las ha llamado guerras y se recuerdan con orgullo o vergüenza patria o religiosa.

La preocupante novedad es la rapidez y facilidad con las que ahora se hackean los cerebros. Por el norte, han caído 82 millones de fieles creyentes en el culto Trump. Por este trópico hubo 11 millones de conversos Petristos y Petristas quienes al ver desinflar el ilusorio globo igualitarista están enrolando masivamente las filas de los Petristes.

Ya la bolsa de N. York tuvo una caída abrupta tras la publicación de un ataque “fake” al Pentágono. Ya vimos videos de los antivacunas, quienes sólo cuando se les metió la Parca en la cama, reconocieron arrepentidos, el absurdo de eludir la Ciencia. Ya hemos visto los misiles destruyendo hospitales, teatros y centros comerciales mientras los aturdidos rusos aplauden al padre Putin por defenderlos de la agresión occidental.

El terror a las consecuencias cuasi apocalípticas de la IA está plenamente justificado. El error es pensar que es parte de un futuro distópico. Está sucediendo.