“¡Paz, paz, paz!”, grita el artífice del fraude electoral más descarado mientras ordena reprimir a manifestantes pacíficos, encarcela y tortura a miles de jóvenes —niños, dirían por aquí— y preside una opulenta dictadura que ha llevado a la miseria al 90 % de la población y forzado la emigración humillante, de una tercera parte del país.
“¡Paz total!”clama su émulo, el hombre que prometió amor pero nos ha entregado una violencia encarnizada. Paz que incluye convocar un ejército mundial para “combatir al imperio”, o sea, una tercera guerra mundial a ritmo de vallenato.
Las contradicciones de estos colados en el poder han redefinido lo grotesco. Petro no opina sobre Maduro porque, hay que respetar la autodeterminación de los pueblos. Pero resulta legítimo insultar a los noruegos por premiar con el Nobel a una valiente que defiende la libertad y la democracia. Exhibe su ignorancia cuando añora a los Suecos que nunca lo han entregado y muestra sus dotes de estadista cósmico cuando en plaza pública de otro país incita al ejército a desobedecer a su jefe. Sostiene que la pérdida de la visa fue por el sancocho de exabruptos que soltó ante un escaso auditorio de la ONU asombrado con el nivel de ridículo. Sí logró demostrar la decencia y tolerancia de la democracia americana. En cualquier otro país, incluyendo Colombia, detienen y juzgan al extranjero que se atreva a incitar a la sedición. Debería estar agradecido de que le impidan volver, porque si lo hace, ya sin inmunidad diplomática, lo que arriesga es que su discurso sea desde una celda
“¿Cuál Ucrania ni qué ocho cuartos?”, dijo con displicencia cuando empezó el genocidio de Putin. Ese mismo “respeto” que lo hace guardar silencio ante las matanzas de Ruanda o de cualquier otro lugar donde los asesinos sean sus amigos ideológicos.
El Nobel de la Paz, es promovido y otorgado por políticos y académicos de inclinación socialista. Por eso duele tanto en los círculos de izquierda que el premio haya sido entregado a María Corina Machado: una mujer que, sin ejércitos ni discursos incendiarios, encarna mejor la dignidad que todos sus críticos juntos.
Creyeron que su descarado cinismo había contaminado incluso a la izquierda democrática europea. Pero no: todavía hay decencia que atraviesa las fronteras ideológicas. Y esa, sí, es una buena noticia para la paz.
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viernes, 17 de octubre de 2025
La bofetada del Nobel
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viernes, 10 de octubre de 2025
Periodismo 2.1
Cuando muchos periódicos del mundo han entrado en crisis económica, forzando recomposiciones accionariales o cambios de dueño, se abre inevitablemente la gran discusión: ¿hacia dónde debe evolucionar el célebre “cuarto poder”?
Por ahora, da un pequeño alivio comprobar que, a pesar de las dificultades, aún existen grandes centros de información que hacen enormes esfuerzos por mantener una línea veraz. Pero para el ciudadano común es cada vez más difícil distinguirlos en la maraña de medios convertidos en instrumentos políticos o económicos, o en simples fábricas de escándalo barato. Todo eso mientras recibe el caótico torrente de redes sociales, especialmente entre los más jóvenes, donde la frontera entre dato, chisme y propaganda desapareció como por arte de algoritmo.
Para conservar su papel central, el periodismo necesita evolucionar. La impresión diaria en gran formato ya parece un fósil; ni ecológica ni económicamente es viable. Casi todos han migrado al medio digital… para caer en la trampa de la publicidad intrusiva y las ventanitas pop-up que entorpecen la lectura y espantan al lector. El reto —logrado por muy pocos— es producir textos agradables de leer en un teléfono, algo que sí dominan los influencers, maestros de la monetización sutil y del contenido masticable en 30 segundos.
Sin embargo, la salvación del periodismo serio no puede ser el facilismo informativo. Su única ventaja competitiva real es la búsqueda obstinada de la verdad. Quien persiste termina ganando reputación como medio confiable. El viejo “síndrome de la chiva” se multiplica hoy, cuando cualquier ciudadano puede “chivear” desde su cuenta anónima.
Y hay otra evolución que conviene evitar: la idea de que “todas” las opiniones merecen plataforma. No: ni filosóficamente ni democráticamente todas las opiniones son iguales. Promover la violencia como método para resolver diferencias no debería tener micrófono. El problema es que aquí la promoción es velada, disfrazada con neolenguaje que justifica a violentos y criminales. Incluso se llega a calificar de “intolerancia” el acto de desenmascarar a quienes promueven la violencia. Es el truco perfecto: convertir la complicidad en pluralismo y la propaganda en libertad de expresión.
Por ahora, da un pequeño alivio comprobar que, a pesar de las dificultades, aún existen grandes centros de información que hacen enormes esfuerzos por mantener una línea veraz. Pero para el ciudadano común es cada vez más difícil distinguirlos en la maraña de medios convertidos en instrumentos políticos o económicos, o en simples fábricas de escándalo barato. Todo eso mientras recibe el caótico torrente de redes sociales, especialmente entre los más jóvenes, donde la frontera entre dato, chisme y propaganda desapareció como por arte de algoritmo.
Para conservar su papel central, el periodismo necesita evolucionar. La impresión diaria en gran formato ya parece un fósil; ni ecológica ni económicamente es viable. Casi todos han migrado al medio digital… para caer en la trampa de la publicidad intrusiva y las ventanitas pop-up que entorpecen la lectura y espantan al lector. El reto —logrado por muy pocos— es producir textos agradables de leer en un teléfono, algo que sí dominan los influencers, maestros de la monetización sutil y del contenido masticable en 30 segundos.
Sin embargo, la salvación del periodismo serio no puede ser el facilismo informativo. Su única ventaja competitiva real es la búsqueda obstinada de la verdad. Quien persiste termina ganando reputación como medio confiable. El viejo “síndrome de la chiva” se multiplica hoy, cuando cualquier ciudadano puede “chivear” desde su cuenta anónima.
Y hay otra evolución que conviene evitar: la idea de que “todas” las opiniones merecen plataforma. No: ni filosóficamente ni democráticamente todas las opiniones son iguales. Promover la violencia como método para resolver diferencias no debería tener micrófono. El problema es que aquí la promoción es velada, disfrazada con neolenguaje que justifica a violentos y criminales. Incluso se llega a calificar de “intolerancia” el acto de desenmascarar a quienes promueven la violencia. Es el truco perfecto: convertir la complicidad en pluralismo y la propaganda en libertad de expresión.
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viernes, 3 de octubre de 2025
La cruzada de San Petro
La humanidad parecía haber extraviado hasta el último gramo de esperanza. Los pronósticos de los analistas políticos y las cábalas de las pitonisas se disputaban quién pintaba más negro el panorama. Un cuadro tan sombrío no se veía desde la Segunda Guerra Mundial… salvo en un par de ocasiones que casi nos borran del mapa.
Tras los horrores de la guerra, los mejores cerebros del planeta —y algunos políticos con sentido común, hoy especie en vía de extinción— se sentaron a diseñar instituciones para evitar otro cataclismo, que sería más devastador y seguramente el último. Así nació la ONU, que pese a sus múltiples limitaciones y defectos ha cumplido en parte su cometido, con la OTAN como compañera de fórmula. Gracias a ese esfuerzo concertado “solo” hemos tenido unas 80 guerras mayores con “solo” 30 millones de muertos. Toda una ganga comparado con lo que pudo haber sido.
No solo han evitado que nos matemos tanto: se han creado unos 300 organismos multilaterales que mantienen algo de orden en finanzas (BM, FMI, BID), comercio (OMC), salud y educación (OMS, UNESCO, FAO, UNICEF), medio ambiente (PNUMA) y demás. Una especie de buró planetario para que la civilización no se caiga a pedazos del todo.
Todo parecía bajo control… hasta que llegaron internet, las redes sociales y el celular. Vino la oportunidad de exhibir la ignorancia en alta definición y los Narcisos colectivizaron la estupidez sembrando mentiras a granel. Como enseña la psicopatología no iban a buscar el bien común sino su show personal. Todas las instituciones que osaran cuestionar sus delirios de genialidad debían ser atacadas o eliminadas. Las pocas almas que todavía piensan —y saben algo de historia— venían advirtiendo del peligro de tanto Narciso en el poder. Basta oír los discursos en la ONU: Trump y Petro peleándose con su propia sombra y, en medio, Stubb de Finlandia intentando razonar
Pero entonces se nos reveló la “solución”. Petro anunció estar dispuesto a enlistarse como soldado para acabar a Netanyahu. Según varios informes, ya inspira a las primeras líneas, a las mingas, a las disidencias, a los elenos y a todo aquel que vive armado y con ganas de pelea, para que lo acompañen en su cruzada. Y como goza del respaldo masivo de todos los colombianos Maduro enviará una flotilla de barcos y aviones para transportarlos a Gaza. Aleluya.
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Tras los horrores de la guerra, los mejores cerebros del planeta —y algunos políticos con sentido común, hoy especie en vía de extinción— se sentaron a diseñar instituciones para evitar otro cataclismo, que sería más devastador y seguramente el último. Así nació la ONU, que pese a sus múltiples limitaciones y defectos ha cumplido en parte su cometido, con la OTAN como compañera de fórmula. Gracias a ese esfuerzo concertado “solo” hemos tenido unas 80 guerras mayores con “solo” 30 millones de muertos. Toda una ganga comparado con lo que pudo haber sido.
No solo han evitado que nos matemos tanto: se han creado unos 300 organismos multilaterales que mantienen algo de orden en finanzas (BM, FMI, BID), comercio (OMC), salud y educación (OMS, UNESCO, FAO, UNICEF), medio ambiente (PNUMA) y demás. Una especie de buró planetario para que la civilización no se caiga a pedazos del todo.
Todo parecía bajo control… hasta que llegaron internet, las redes sociales y el celular. Vino la oportunidad de exhibir la ignorancia en alta definición y los Narcisos colectivizaron la estupidez sembrando mentiras a granel. Como enseña la psicopatología no iban a buscar el bien común sino su show personal. Todas las instituciones que osaran cuestionar sus delirios de genialidad debían ser atacadas o eliminadas. Las pocas almas que todavía piensan —y saben algo de historia— venían advirtiendo del peligro de tanto Narciso en el poder. Basta oír los discursos en la ONU: Trump y Petro peleándose con su propia sombra y, en medio, Stubb de Finlandia intentando razonar
Pero entonces se nos reveló la “solución”. Petro anunció estar dispuesto a enlistarse como soldado para acabar a Netanyahu. Según varios informes, ya inspira a las primeras líneas, a las mingas, a las disidencias, a los elenos y a todo aquel que vive armado y con ganas de pelea, para que lo acompañen en su cruzada. Y como goza del respaldo masivo de todos los colombianos Maduro enviará una flotilla de barcos y aviones para transportarlos a Gaza. Aleluya.
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domingo, 28 de septiembre de 2025
Libertad de expresion. Hasta donde?
Los aspirantes a emperador siempre tienen manual de instrucciones para silenciar la crítica. El recurso más primitivo, y por tanto más popular, es el sicario: se contrata directamente a través de la policía política o indirectamente financiando programas que “estimulen el emprendimiento” criminal. La creatividad es infinita: Putin prefiere los calzoncillos envenenados; por acá se estilan los “niños inocentes”.
El segundo recurso es más burocrático pero igual de eficaz: atacar a la prensa con decretos y “leyes” hechas a la medida para cerrar periódicos, bloquear canales, restringir Internet y encarcelar periodistas incómodos. Es el método favorito de los dictadores maduros, curtidos en la indiferencia a las críticas del “mundo libre”.
Hay, sin embargo, un método más sutil y descarado a la vez: redefinir qué se entiende por “discurso de odio” hasta que signifique “todo lo que critique al emperador”. La democracia estadounidense era admirada justamente por la defensa de la libertad de expresión sostenida por su Corte Suprema durante décadas. Pero Trump y sus MAGA apóstoles han descubierto que pueden ampliar el concepto de odio lo suficiente, para poder cancelar cómicos y columnistas críticos. Dos humoristas famosos ya fueron sacados del aire gracias a presiones económicas y amenazas de retirar licencias a las corporaciones que los empleaban.Como aficionado al humor, los escuchaba con frecuencia: jamás oí en ellos apología del delito ni incitación a la violencia. Y, sin embargo, lograron sacarlos del aire con el método preferido de Trump. Si se comparan esos chistes con la apología rutinaria del crimen y la violencia que aquí circulan con fusil al hombro, quedarían canonizados como angelitos cuentachistes
Según la Corte Suprema de USA, para que un discurso de odio sea punible debe demostrarse conexión con actos reales de violencia. Todo lo demás está protegido. ¿Cuántos estarían presos si ese fuese el estándar en estas verdes montañas?
Mientras los gringos enfrentan la dura tarea de defender su preciada libertad de expresión, aquí seguimos midiendo hasta dónde esa libertad ha degenerado en una verbena de discursos incendiarios, una selva de homicidios y un merecido récord mundial de criminalidad. Y todavía hay quien aplaude: cada emperador tiene sus fans.
El segundo recurso es más burocrático pero igual de eficaz: atacar a la prensa con decretos y “leyes” hechas a la medida para cerrar periódicos, bloquear canales, restringir Internet y encarcelar periodistas incómodos. Es el método favorito de los dictadores maduros, curtidos en la indiferencia a las críticas del “mundo libre”.
Hay, sin embargo, un método más sutil y descarado a la vez: redefinir qué se entiende por “discurso de odio” hasta que signifique “todo lo que critique al emperador”. La democracia estadounidense era admirada justamente por la defensa de la libertad de expresión sostenida por su Corte Suprema durante décadas. Pero Trump y sus MAGA apóstoles han descubierto que pueden ampliar el concepto de odio lo suficiente, para poder cancelar cómicos y columnistas críticos. Dos humoristas famosos ya fueron sacados del aire gracias a presiones económicas y amenazas de retirar licencias a las corporaciones que los empleaban.Como aficionado al humor, los escuchaba con frecuencia: jamás oí en ellos apología del delito ni incitación a la violencia. Y, sin embargo, lograron sacarlos del aire con el método preferido de Trump. Si se comparan esos chistes con la apología rutinaria del crimen y la violencia que aquí circulan con fusil al hombro, quedarían canonizados como angelitos cuentachistes
Según la Corte Suprema de USA, para que un discurso de odio sea punible debe demostrarse conexión con actos reales de violencia. Todo lo demás está protegido. ¿Cuántos estarían presos si ese fuese el estándar en estas verdes montañas?
Mientras los gringos enfrentan la dura tarea de defender su preciada libertad de expresión, aquí seguimos midiendo hasta dónde esa libertad ha degenerado en una verbena de discursos incendiarios, una selva de homicidios y un merecido récord mundial de criminalidad. Y todavía hay quien aplaude: cada emperador tiene sus fans.
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domingo, 21 de septiembre de 2025
Universitas despectus
Universitas en latín significaba, simplemente, corporación de profesores y estudiantes. Con el paso de los siglos el concepto se ensanchó hasta convertirse en “centros de conocimiento universal”. Para proteger pensamiento, creatividad e innovación, se les dotó de autonomía: un espacio de libertad y protección para quienes enseñan y aprenden. En los últimos dos siglos ese principio se reforzó para garantizar el debate político sin interferencia gubernamental, cristalizado en el axioma de que “la policía no entra, salvo que lo soliciten las autoridades académicas”.
Es difícil hallar en la historia un ejemplo de un principio tan valioso degradado con tanta eficacia. Aunque es un fenómeno global, en América Latina —y muy especialmente en las universidades públicas— el absurdo ha alcanzado su paroxismo. Una norma concebida para blindar la libertad de pensamiento termina siendo el modus operandi de grupúsculos violentos que ni estudian, ni enseñan, ni entienden lo que es una universidad. Han sido entrenados en el arte de la estupidez destructiva y han convertido la “autonomía” en licencia para atacar y vandalizar.
Anuncian su espectáculo con bombas que llaman eufemísticamente “papas”. Destrozan manos, rostros, vehículos, oficinas, queman buses y camiones, y bloquean calles ante la pasividad de autoridades académicas y civiles que han acabado compartiendo una interpretación grotesca de la autonomía universitaria. Incapaces de llamar delito al delito, se enredan en bizantinas disquisiciones sobre “cruzar la linea” mientras profesores y estudiantes ven erosionada su libertad real para enseñar, investigar y aprender.
El caso de la Univalle roza la caricatura: todos los jueves, puntualmente, hay que convivir con trancones, bombas y quemas rituales de un puñado de patanes subvencionados y entrenados. La población universitaria y los vecinos, rehenes del espectáculo, repiten la misma pregunta: ¿cuándo surgirá una autoridad capaz de imponer orden, respeto y verdadero sentido universitario?
Hasta cuando se va a seguir aceptando el desprecio por el concepto de Universidad que tomó tantos años en desarrollarse y que tanto le ha aportado a la humanidad?
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Es difícil hallar en la historia un ejemplo de un principio tan valioso degradado con tanta eficacia. Aunque es un fenómeno global, en América Latina —y muy especialmente en las universidades públicas— el absurdo ha alcanzado su paroxismo. Una norma concebida para blindar la libertad de pensamiento termina siendo el modus operandi de grupúsculos violentos que ni estudian, ni enseñan, ni entienden lo que es una universidad. Han sido entrenados en el arte de la estupidez destructiva y han convertido la “autonomía” en licencia para atacar y vandalizar.
Anuncian su espectáculo con bombas que llaman eufemísticamente “papas”. Destrozan manos, rostros, vehículos, oficinas, queman buses y camiones, y bloquean calles ante la pasividad de autoridades académicas y civiles que han acabado compartiendo una interpretación grotesca de la autonomía universitaria. Incapaces de llamar delito al delito, se enredan en bizantinas disquisiciones sobre “cruzar la linea” mientras profesores y estudiantes ven erosionada su libertad real para enseñar, investigar y aprender.
El caso de la Univalle roza la caricatura: todos los jueves, puntualmente, hay que convivir con trancones, bombas y quemas rituales de un puñado de patanes subvencionados y entrenados. La población universitaria y los vecinos, rehenes del espectáculo, repiten la misma pregunta: ¿cuándo surgirá una autoridad capaz de imponer orden, respeto y verdadero sentido universitario?
Hasta cuando se va a seguir aceptando el desprecio por el concepto de Universidad que tomó tantos años en desarrollarse y que tanto le ha aportado a la humanidad?
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viernes, 19 de septiembre de 2025
Periodismo 2.0
La gráfica de la evolución de la democracia en el mundo parecía una escalera al cielo… hasta 2019. Ese año no solo se detuvo el ascenso, sino que empezó a caer con la elegancia de resbalón en tobogán. Hoy, algunos centros calculan que la mitad de la población vive bajo regímenes autoritarios. ¿Culpables? Según los entendidos, no es la mala suerte ni la alineación de Marte, sino el encantador universo de las redes sociales.
Las democracias son, por definición, imperfectas. Están hechas por humanos con su caldo de defectos: egos, errores, corrupción, condimentado con pizcas de ingenuidad. Cuando la información fluye libre y sin filtro, los defectos se magnifican, se viralizan y terminan convertidos en meme. El resultado es la desconfianza y, con ella, la reacción humana más vieja que el pan: buscar un salvador. Así, el cansado ciudadano se siente aliviado: ya no necesita pensar, ni discernir, ni trabajar, ni comprometerse. Todo lo resolverá el Gran Líder, sea rey, emperador, führer, comandante, papá o “querido presidente”.
En medio de este reality global, el periodismo es la víctima más notoria. Bastó que el acceso a la información se volviera universal para que media humanidad se creyera reportera de guerra desde su sofá. Con un poco de gracia para hablar, escribir o grabar videos, cualquiera se graduó de influencer. Mientras hablaban de ropa, comida o viajes, era apenas un pasatiempo. Pero cuando se descubrió el poder de manipular con historias inventadas y venderlas como verdades absolutas, nacieron tribus irreconciliables, cada una alimentada por su propia dieta de fake news servida varias veces al día. (Por algo la llaman “feed”).
La gran masa, sobre todo los jóvenes, dejó de acudir a los medios serios. Muchos ni siquiera saben que el periodismo es una profesión, que se estudia durante años y que, gracias a él, se destapan ollas podridas en todos los campos ganando el merecido título de “cuarto poder”. El periodismo serio ha logrado mantener, a punta de terquedad, cierta coherencia con la verdad, aunque hoy esté siendo apabullado por los algoritmos. En el periodismo 2.0 el reto es seguir informando y mantener el profesionalismo que le siga demostrando a la audiencia que un buen reportaje de investigación pesa mucho más que unos twitazos de mentes trastocadas llenos de “likes”automáticos.
Las democracias son, por definición, imperfectas. Están hechas por humanos con su caldo de defectos: egos, errores, corrupción, condimentado con pizcas de ingenuidad. Cuando la información fluye libre y sin filtro, los defectos se magnifican, se viralizan y terminan convertidos en meme. El resultado es la desconfianza y, con ella, la reacción humana más vieja que el pan: buscar un salvador. Así, el cansado ciudadano se siente aliviado: ya no necesita pensar, ni discernir, ni trabajar, ni comprometerse. Todo lo resolverá el Gran Líder, sea rey, emperador, führer, comandante, papá o “querido presidente”.
En medio de este reality global, el periodismo es la víctima más notoria. Bastó que el acceso a la información se volviera universal para que media humanidad se creyera reportera de guerra desde su sofá. Con un poco de gracia para hablar, escribir o grabar videos, cualquiera se graduó de influencer. Mientras hablaban de ropa, comida o viajes, era apenas un pasatiempo. Pero cuando se descubrió el poder de manipular con historias inventadas y venderlas como verdades absolutas, nacieron tribus irreconciliables, cada una alimentada por su propia dieta de fake news servida varias veces al día. (Por algo la llaman “feed”).
La gran masa, sobre todo los jóvenes, dejó de acudir a los medios serios. Muchos ni siquiera saben que el periodismo es una profesión, que se estudia durante años y que, gracias a él, se destapan ollas podridas en todos los campos ganando el merecido título de “cuarto poder”. El periodismo serio ha logrado mantener, a punta de terquedad, cierta coherencia con la verdad, aunque hoy esté siendo apabullado por los algoritmos. En el periodismo 2.0 el reto es seguir informando y mantener el profesionalismo que le siga demostrando a la audiencia que un buen reportaje de investigación pesa mucho más que unos twitazos de mentes trastocadas llenos de “likes”automáticos.
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domingo, 14 de septiembre de 2025
Idiotez Imposible
La cultura —en su definición pomposa— es “el conjunto de conocimientos, creencias, valores, costumbres y formas de vida que caracterizan a una sociedad”. En otras palabras: lo que creemos es lo que somos, y eso lo contamos con palabras que se vuelven costumbre y determinan comportamientos. Las repetimos, las transmitimos, las convertimos en hábitos… y, ¡zas!, un buen día descubrimos que somos pobres y violentos gracias a nuestra semántica.
Por supuesto, la evolución no es espontánea: la diseñan quienes sueñan con reprogramar cerebros. Y la “intelectualidad” —esa tropa de opinadores profesionales— repite el libreto con la banalidad de un papagayo en misa. Cualquier extranjero con dos dedos de frente lo notaría, pero aquí el neolenguaje se celebra como genialidad.
Pocas veces, sin embargo, el ardid lingüístico se había revelado con tanta transparencia como en el discurso de la “i”. El influencer supremo confesó a sus devotos que basta quitar una letra para absolver cualquier delito: ilícito pasa a lícito, y listo. ¡Reforma gramatical exprés! Revelación de un viaje sideral: el prefijo i – como sus derivados in, im, ir– significan negación.Para alguien tan familiarizado con lo ilegal y tan habituado a discursos irracionales, imprecisos, ilógicos, inexactos, irrespetuosos,irrelevantes e incultos, la cirugía de la “i” tiene que ser casi mística.Un personaje que se caracteriza por ser impuntual, incoherente, imprudente, incorrecto tendrá que apreciar la eliminaciòn de la vocal con punto.
Quien ha montado un gobierno de incompetentes e incapaces caracterizado por la impericia y la injusticia que ha resultado inaguantable para los Colombianos e incompatible con cualquier noción de decencia. Quien se ha convertido en un indeseable y ha logrado niveles altos de impopularidad que lo tienen al borde de la implosión es natural que adore la amputación de esa vocal. Lo inconcebible es la procesión de incautos que insisten en incensar tanta incongruencia y pretenden con impropiedad prolongar nuestra impaciencia.
Pero hay malas noticias para la tropa del prefijo milagroso: por mucho que manipulen la “i”, les quedará imposible corregir la idiotez y la imbecilidad que tan bien los integra.
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Por supuesto, la evolución no es espontánea: la diseñan quienes sueñan con reprogramar cerebros. Y la “intelectualidad” —esa tropa de opinadores profesionales— repite el libreto con la banalidad de un papagayo en misa. Cualquier extranjero con dos dedos de frente lo notaría, pero aquí el neolenguaje se celebra como genialidad.
Pocas veces, sin embargo, el ardid lingüístico se había revelado con tanta transparencia como en el discurso de la “i”. El influencer supremo confesó a sus devotos que basta quitar una letra para absolver cualquier delito: ilícito pasa a lícito, y listo. ¡Reforma gramatical exprés! Revelación de un viaje sideral: el prefijo i – como sus derivados in, im, ir– significan negación.Para alguien tan familiarizado con lo ilegal y tan habituado a discursos irracionales, imprecisos, ilógicos, inexactos, irrespetuosos,irrelevantes e incultos, la cirugía de la “i” tiene que ser casi mística.Un personaje que se caracteriza por ser impuntual, incoherente, imprudente, incorrecto tendrá que apreciar la eliminaciòn de la vocal con punto.
Quien ha montado un gobierno de incompetentes e incapaces caracterizado por la impericia y la injusticia que ha resultado inaguantable para los Colombianos e incompatible con cualquier noción de decencia. Quien se ha convertido en un indeseable y ha logrado niveles altos de impopularidad que lo tienen al borde de la implosión es natural que adore la amputación de esa vocal. Lo inconcebible es la procesión de incautos que insisten en incensar tanta incongruencia y pretenden con impropiedad prolongar nuestra impaciencia.
Pero hay malas noticias para la tropa del prefijo milagroso: por mucho que manipulen la “i”, les quedará imposible corregir la idiotez y la imbecilidad que tan bien los integra.
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viernes, 12 de septiembre de 2025
Fascismo a cuentagotas
El argumento de que nuestra propensión a la violencia viene de los antepasados indígenas y los atropellos que sufrieron no tiene sustento ni en la historia ni en la lógica. Esa supuesta predisposición genética se desploma al mirar países con historias mucho más sangrientas que hoy son ejemplo de convivencia pacífica. Guerras civiles, genocidios y dictaduras no los condenaron al odio eterno; aprendieron a diagnosticar su realidad y aplicar la terapia correcta.
¿Por qué nosotros seguimos convencidos de que estamos destinados a matarnos? Porque un pequeño grupo logró instalar una narrativa cómoda y simplista, derivada del Marxismo: No existe comunidad. La sociedad no es sino un escenario de lucha por el poder. Las instituciones son solo trincheras de privilegios y por eso hay que criticarlas y eventualmente arrasarlas. Cortes, Congreso, Registraduría, Fuerzas Armadas, universidades, gremios, prensa, médicos, científicos… nadie se salva del anatema. La receta del iluminado es refundarlo todo y, para conseguirlo, todo vale.
Así surge la paradoja: una izquierda que presume de superioridad moral mientras hace simbiosis con el crimen. Se asocian para “combatir el sistema injusto” y terminan fabricando una cultura mafiosa donde políticos y capos comparten cama, y controlan la crítica con plomo. No es casualidad que Colombia ocupe hoy el segundo lugar mundial en el índice global de crimen organizado (GI-TOC) y que quienes hablan claro y duro, sean silenciados por sicarios. Según la Defensoría del Pueblo hay 790 municipios —el 71 %— con presencia o amenaza de grupos armados. Cobran impuestos, controlan bienes públicos, dictan “justicia” y administran elecciones a punta de fusil. Y todo bajo la mirada cómplice de un gobierno que retribuye los aportes en bultos de billetes y cajas electorales llenas de votos.
De un Estado que impulsa el crimen se pasa, lentamente, a un Estado criminal. No es sino mirar Venezuela. Si hubiese que definir al fascismo en dos palabras, éstas serían las más apropiadas. Pero los incautos y tontos útiles siguen clamando que “no es para tanto”. Son incapaces de ver la degradación, que aun en las revoluciones más abruptas, ha sido paulatina. La meta está bien trazada y los pasos para lograrla se dan lentamente. Las dictaduras pasan inadvertidas porque se van implantando gota a gota.
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¿Por qué nosotros seguimos convencidos de que estamos destinados a matarnos? Porque un pequeño grupo logró instalar una narrativa cómoda y simplista, derivada del Marxismo: No existe comunidad. La sociedad no es sino un escenario de lucha por el poder. Las instituciones son solo trincheras de privilegios y por eso hay que criticarlas y eventualmente arrasarlas. Cortes, Congreso, Registraduría, Fuerzas Armadas, universidades, gremios, prensa, médicos, científicos… nadie se salva del anatema. La receta del iluminado es refundarlo todo y, para conseguirlo, todo vale.
Así surge la paradoja: una izquierda que presume de superioridad moral mientras hace simbiosis con el crimen. Se asocian para “combatir el sistema injusto” y terminan fabricando una cultura mafiosa donde políticos y capos comparten cama, y controlan la crítica con plomo. No es casualidad que Colombia ocupe hoy el segundo lugar mundial en el índice global de crimen organizado (GI-TOC) y que quienes hablan claro y duro, sean silenciados por sicarios. Según la Defensoría del Pueblo hay 790 municipios —el 71 %— con presencia o amenaza de grupos armados. Cobran impuestos, controlan bienes públicos, dictan “justicia” y administran elecciones a punta de fusil. Y todo bajo la mirada cómplice de un gobierno que retribuye los aportes en bultos de billetes y cajas electorales llenas de votos.
De un Estado que impulsa el crimen se pasa, lentamente, a un Estado criminal. No es sino mirar Venezuela. Si hubiese que definir al fascismo en dos palabras, éstas serían las más apropiadas. Pero los incautos y tontos útiles siguen clamando que “no es para tanto”. Son incapaces de ver la degradación, que aun en las revoluciones más abruptas, ha sido paulatina. La meta está bien trazada y los pasos para lograrla se dan lentamente. Las dictaduras pasan inadvertidas porque se van implantando gota a gota.
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viernes, 5 de septiembre de 2025
Madurando la coca
La fábula de la dignidad latinoamericana y el orgullo patrio ha dado para mucho. Sirve para inflar discursos, hinchar pechos y emocionar multitudes dispuestas a dar la vida contra el imperialismo. Lo curioso es que quienes promueven esas visiones jamás se detienen a explicar cómo un país, que también fue colonia, logró convertirse en una de las sociedades más prósperas de la humanidad. No dicen qué los hizo tan fuertes económicamente ni cómo alcanzaron a ser potencia militar. Prefieren la ruta fácil: ignorar que partimos de orígenes similares —indígenas invadidos por europeos— y que en apenas dos siglos unos llegaron a la luna mientras nosotros seguimos hundidos en el barro. La salida mágica: culparlos de todos nuestros males y reciclar el eterno discurso, que está precisamente en la raíz de nuestra pobreza.
De ahí el cuento de que la coca es menos dañina que el whisky. Que la hojita es sagrada, que nuestros ancestros la mascaban para hablar con los dioses. De ahí la desfinanciación del Ejército, la eliminación de la erradicación, el aumento frenético de los cultivos. Y de ahí el respaldo a Maduro, jefe del cartel de los soles, quien convirtió a Venezuela en el más exitoso de los narcoestados, mucho más de lo que Pablo Escobar hubiese podido imaginar. De ahí que sea tan tonto aconsejar que no nos metamos en el lio de Venezuela cuando la alianza es esencial a la supervivencia de ambos. Paradójicamente, la ineptitud para gobernar contrasta con la eficacia para delinquir. Son incapaces de sacar a la gente de la pobreza, pero maestros en impulsar el negocio criminal.
Han creído, fruto de su ilusoria megalomanía, que la operación podía sostenerse indefinidamente, alimentada con dólares fáciles, corrupción institucional y elecciones robadas. Pero han sido tan descarados que los vecinos del norte, recipientes de todo el veneno, resolvieron cerrar la llave del jugoso flujo que mantiene la maquinaria aceitada. los sostiene en el poder y les permite un discurso cínico y ventijuliero.
Si el bloqueo naval logra afectar el flujo verde o la presión logra liberar a Venezuela del totalitarismo criminal, veremos caer el peso como plátano maduro, convirtiendo en humo otro “logro” del gobierno. El mismo estado gaseoso de tanta mentira empacada en épica revolucionaria, mezcolanza ecológica y batiburrillo socialista.
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De ahí el cuento de que la coca es menos dañina que el whisky. Que la hojita es sagrada, que nuestros ancestros la mascaban para hablar con los dioses. De ahí la desfinanciación del Ejército, la eliminación de la erradicación, el aumento frenético de los cultivos. Y de ahí el respaldo a Maduro, jefe del cartel de los soles, quien convirtió a Venezuela en el más exitoso de los narcoestados, mucho más de lo que Pablo Escobar hubiese podido imaginar. De ahí que sea tan tonto aconsejar que no nos metamos en el lio de Venezuela cuando la alianza es esencial a la supervivencia de ambos. Paradójicamente, la ineptitud para gobernar contrasta con la eficacia para delinquir. Son incapaces de sacar a la gente de la pobreza, pero maestros en impulsar el negocio criminal.
Han creído, fruto de su ilusoria megalomanía, que la operación podía sostenerse indefinidamente, alimentada con dólares fáciles, corrupción institucional y elecciones robadas. Pero han sido tan descarados que los vecinos del norte, recipientes de todo el veneno, resolvieron cerrar la llave del jugoso flujo que mantiene la maquinaria aceitada. los sostiene en el poder y les permite un discurso cínico y ventijuliero.
Si el bloqueo naval logra afectar el flujo verde o la presión logra liberar a Venezuela del totalitarismo criminal, veremos caer el peso como plátano maduro, convirtiendo en humo otro “logro” del gobierno. El mismo estado gaseoso de tanta mentira empacada en épica revolucionaria, mezcolanza ecológica y batiburrillo socialista.
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sábado, 30 de agosto de 2025
Falacias exitosas
Hasta los más fervorosos sacerdotes del autodenominado “progresismo” —que de progreso tiene lo que un burro de ingeniería espacial— se lamentan del fracaso de la célebre “paz total”. La receta ha sido simple: invente un término pegajoso, repítalo mil veces, póngalo en boca a periodistas, académicos y opinadores de oficio, y ¡listo! La mentira se viste de gala y todos aplauden. Así hemos engordado el diccionariol de barbarismos: “estallido social” (tradúzcase: vandalismo subsidiado), “cese bilateral del fuego” (o sea, “usted dispare menos mientras yo miro al techo”), “corredor humanitario” (“delincan a su antojo y sabremos protegerlos”), “polarizacion” (criticar a los violentos es violencia”) Y la joya de la corona: “paz total”. La promoción de la violencia con un barniz ético.
Basta con examinar cómo se viene aplicando la fórmula: debilitar al Ejército (¿quién necesita Fuerzas Armadas cuando tenemos hashtags?), decapitar su liderazgo, desarmar su inteligencia y rellenar los cargos con cuadros partidistas recién graduados en activismo de X. Luego, bautizar a los carteles como “campesinos que buscan sustento”, reconocer a criminales con brazalete como “actores políticos”, y regalarles territorios “libres de Fuerza Pública” para negociar tranquilos…”en paz”. Y para darle el toque internacional, nada mejor que apoyar a Maduro y el cartel de los soles para facilitar la exportación de la coca cuya producción hemos incrementado con tanto orgullo. “No nos metamos con ese berenjenal que no es nuestro”, dicen los incautos. Y de donde sale la coca que les permite nadar en dólares y mantiene el valor de nuestro pesito?
Tantos intelectuales se tragan el anzuelo y se quedan con el truco infalible de los politicos: hablar del qué sin mencionar jamás el cómo. “Daremos millones de empleos, millones de viviendas”, “potencia de vida”… y en el camino, fabricamos millones de ilusos.Así que no nos confundamos: la “paz total” no fracasó. Todo lo contrario. Funcionó como se planeó: debilitar al Estado, fortalecer al crimen y distraer a la opinión con un eslogan de tarima. ¿Fracaso? No: un éxito colosal en el arte de la farsa. El crimen de Miguel Uribe, las bombas de Cali y los jovenes militares asesinados demuestran que el país está regresando a una época en la que un conocido personaje bailaba en su revolucionaria salsa.
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Basta con examinar cómo se viene aplicando la fórmula: debilitar al Ejército (¿quién necesita Fuerzas Armadas cuando tenemos hashtags?), decapitar su liderazgo, desarmar su inteligencia y rellenar los cargos con cuadros partidistas recién graduados en activismo de X. Luego, bautizar a los carteles como “campesinos que buscan sustento”, reconocer a criminales con brazalete como “actores políticos”, y regalarles territorios “libres de Fuerza Pública” para negociar tranquilos…”en paz”. Y para darle el toque internacional, nada mejor que apoyar a Maduro y el cartel de los soles para facilitar la exportación de la coca cuya producción hemos incrementado con tanto orgullo. “No nos metamos con ese berenjenal que no es nuestro”, dicen los incautos. Y de donde sale la coca que les permite nadar en dólares y mantiene el valor de nuestro pesito?
Tantos intelectuales se tragan el anzuelo y se quedan con el truco infalible de los politicos: hablar del qué sin mencionar jamás el cómo. “Daremos millones de empleos, millones de viviendas”, “potencia de vida”… y en el camino, fabricamos millones de ilusos.Así que no nos confundamos: la “paz total” no fracasó. Todo lo contrario. Funcionó como se planeó: debilitar al Estado, fortalecer al crimen y distraer a la opinión con un eslogan de tarima. ¿Fracaso? No: un éxito colosal en el arte de la farsa. El crimen de Miguel Uribe, las bombas de Cali y los jovenes militares asesinados demuestran que el país está regresando a una época en la que un conocido personaje bailaba en su revolucionaria salsa.
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viernes, 29 de agosto de 2025
Del excell al exilio
Es bien sabido que una de las premisas centrales de los gobiernos socialistas es la manipulación de la información. Como se consideran depositarios de la moral revelada, creen tener derecho a retorcer las cifras para sustentar sus “logros”. Cualquiera entiende que basta con cambiar los criterios de medición para obtener un resultado distinto, sin olvidar que quienes recolectan datos son humanos que reciben órdenes. Por eso es legítimo dudar de las estadísticas de desempleo que hoy difunde el gobierno. La credibilidad de las cifras siempre dependerá de quién esté al mando. La brecha creciente entre la verdad oficial y la realidad palpable alimenta la desesperanza, la rabia y, finalmente, la emigración masiva. Podría hacerse una correlación matemática: a mayor capacidad de mentir de las autoridades, mayor es la cantidad de ciudadanos que huyen del paraíso estadístico.
Ahora bien, incluso si la reducción del desempleo fuese cierta —bandera favorita del continuismo socialista—, cuando se logra a costa de engordar la burocracia estatal es apenas una ilusión pasajera. No surge de la generación de riqueza, sino del estímulo a la pobreza que provoca el ahogo tributario. Los primeros años de aparente bonanza se transforman, invariablemente, en miseria generalizada. Y ese deterioro no pasa inadvertido para los jerarcas del sistema, que mientras tanto acumulan más poder y privilegios, “para proteger la revolución”.
Las regulaciones excesivas y leyes laborales rígidas sofocan la creación de empresas, desincentivan la inversión y fomentan la informalidad que no paga impuestos. Este ciclo se ha repetido una y otra vez: Argentina, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia… La historia latinoamericana es un museo de ilusiones rotas. Cuando la realidad azota al pueblo, se sacude la mentira siempre y cuando no hayan capturado el sistema electoral.
El verdadero progreso social ocurre cuando las personas buscan libremente la solución a su vida económica en paz. Las oportunidades y la educación —aliadas al talento— marcan la diferencia. Cuando una cultura transmite ese valor, florece la prosperidad. Por eso los colombianos que huyeron de la violencia, son apreciados en todo el mundo: recursivos, trabajadores, diligentes. Al irse, reducen el desempleo y aumentan las remesas lo que termina, en cruel paradoja sustentando el parasitismo.
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Ahora bien, incluso si la reducción del desempleo fuese cierta —bandera favorita del continuismo socialista—, cuando se logra a costa de engordar la burocracia estatal es apenas una ilusión pasajera. No surge de la generación de riqueza, sino del estímulo a la pobreza que provoca el ahogo tributario. Los primeros años de aparente bonanza se transforman, invariablemente, en miseria generalizada. Y ese deterioro no pasa inadvertido para los jerarcas del sistema, que mientras tanto acumulan más poder y privilegios, “para proteger la revolución”.
Las regulaciones excesivas y leyes laborales rígidas sofocan la creación de empresas, desincentivan la inversión y fomentan la informalidad que no paga impuestos. Este ciclo se ha repetido una y otra vez: Argentina, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia… La historia latinoamericana es un museo de ilusiones rotas. Cuando la realidad azota al pueblo, se sacude la mentira siempre y cuando no hayan capturado el sistema electoral.
El verdadero progreso social ocurre cuando las personas buscan libremente la solución a su vida económica en paz. Las oportunidades y la educación —aliadas al talento— marcan la diferencia. Cuando una cultura transmite ese valor, florece la prosperidad. Por eso los colombianos que huyeron de la violencia, son apreciados en todo el mundo: recursivos, trabajadores, diligentes. Al irse, reducen el desempleo y aumentan las remesas lo que termina, en cruel paradoja sustentando el parasitismo.
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viernes, 15 de agosto de 2025
Mataron la esperanza
La izquierda se arroga el deber moral de liberar a los explotados de las cadenas que la oligarquía ha soldado con fuego y miedo. El sistema, afirman, se sostiene gracias a fuerzas armadas que imponen la justicia con pólvora. Por eso, dicen, la lucha debe estar respaldada por las armas. Grupos violentos dispersos por el país no son accidentes: son la estrategia. Y como el poder del sistema se basa en la riqueza, para combatirlo hace falta mucho dinero. El método más eficaz y rentable: el narcotráfico. Además de llenar las arcas, permite cobrarse venganza contra el “imperio” envenenando a su juventud. Así nació la aberración de las narcoguerrillas. Por eso los prontuarios en la DEA de los Maduro y tantos otros. Y por eso funcionan como relojes las donaciones de campaña que luego se pagan con intereses desde el poder.
La estrategia se logra combinar con un truco perverso: vender la ilusión de paz. Como el clima de violencia se vuelve insoportable, cualquiera que prometa paz recibe respaldo. La maniobra es brillante y cínica: culparnos a todos de la violencia. Hoy mismo, editoriales llaman a “desarmar los espíritus”. El resultado es infalible: los pacíficos se callan, los violentos se multiplican.
En 2002, el país parecía sin retorno. Tres gobiernos hablando de paz y haciéndoles concesiones a los criminales, habían dejado una nación rota. Entonces apareció un político distinto: proclamó que la seguridad es la base de la prosperidad, y que la pobreza se combate con desarrollo basado en confianza. Eso rompió el libreto, así que intentaron matarlo siete veces. Como no pudieron acuden a montajes con testimonios de delincuentes para perseguirlo judicialmente.
La historia se repite. Con el país en el abismo, surge un segundo Uribe, con el carisma y la capacidad para convertirse en una nueva esperanza. Su fortaleza para haber superado el horror sin rencor, lo mostraba como un ser excepcional.
Esta vez no fallaron: lo asesinaron gracias a la desidia para protegerlo.
Desfilan ante su féretro en un silencio que no es de paz. Para unos es triunfo, para otros es miedo. Las flores se marchitarán pronto porque también han perdido una esperanza. Y los millones que nunca hemos creído en la violencia y jamás hemos empuñado un arma, volvimos a escuchar la eterna monserga: que nos desarmemos… para que ellos puedan seguir matando.
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La estrategia se logra combinar con un truco perverso: vender la ilusión de paz. Como el clima de violencia se vuelve insoportable, cualquiera que prometa paz recibe respaldo. La maniobra es brillante y cínica: culparnos a todos de la violencia. Hoy mismo, editoriales llaman a “desarmar los espíritus”. El resultado es infalible: los pacíficos se callan, los violentos se multiplican.
En 2002, el país parecía sin retorno. Tres gobiernos hablando de paz y haciéndoles concesiones a los criminales, habían dejado una nación rota. Entonces apareció un político distinto: proclamó que la seguridad es la base de la prosperidad, y que la pobreza se combate con desarrollo basado en confianza. Eso rompió el libreto, así que intentaron matarlo siete veces. Como no pudieron acuden a montajes con testimonios de delincuentes para perseguirlo judicialmente.
La historia se repite. Con el país en el abismo, surge un segundo Uribe, con el carisma y la capacidad para convertirse en una nueva esperanza. Su fortaleza para haber superado el horror sin rencor, lo mostraba como un ser excepcional.
Esta vez no fallaron: lo asesinaron gracias a la desidia para protegerlo.
Desfilan ante su féretro en un silencio que no es de paz. Para unos es triunfo, para otros es miedo. Las flores se marchitarán pronto porque también han perdido una esperanza. Y los millones que nunca hemos creído en la violencia y jamás hemos empuñado un arma, volvimos a escuchar la eterna monserga: que nos desarmemos… para que ellos puedan seguir matando.
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martes, 12 de agosto de 2025
Revolución profunda
Que los muchachos crean que Colombia necesita una revolución profunda, vale. Es natural. En la juventud muchos pensamos que todo estaba mal hecho, nos indignamos con la pobreza y quisimos revolcar el sistema para acabar con los privilegios y la injusticia. Pero algunos tuvimos la oportunidad de conocer la Unión Soviética, la Europa del Este, Cuba, China… y el desconcierto fue brutal. Las injusticias eran peores, la miseria seguía, y los privilegios eran más obscenos. Comprendimos que el problema no era solo el modelo, sino la concentración del poder.
Sí, también en las democracias liberales existe una concentración de poder económico repulsiva. Pero el mercado, cuando es realmente libre, tiende a generar equilibrio. No se trata de idealizarlo ni de renunciar al anhelo de una sociedad más equilibrada (justa, no, porque esa palabra ya se prostituyó), sino de aceptar una conclusión que salta a la vista para quien quiera observar el mundo: las sociedades donde opera la libertad económica tienen más posibilidades de progreso social.
No llegamos a esa idea por leer grandes tratados, —ni “El Capital” ni “La Riqueza de las Naciones”—, sino por observar la realidad: la humanidad progresa cuando es capaz de medir, comparar, repetir lo que funciona y desechar lo que no.
Por eso es desconcertante que pensadores ya maduros —que han construido, creado, trabajado— se entusiasmen con la “revolución profunda”. ¿Olvidaron toda su experiencia? ¿O sufren una regresión neuronal?
Quien ha intentado construir algo en serio sabe lo difícil que es: requiere conocimiento, esfuerzo, tiempo, y aun así el riesgo de fracasar es alto. Los proyectos fallan, las personas decepcionan, las circunstancias cambian. Y quien sabe construir, también sabe que levantar sobre lo ya construido es siempre más sensato que arrasar con todo para empezar de cero.
La historia ha mostrado que las revoluciones terminan invariablemente en ruinas o cementerios.
Lo que funciona —aunque imperfecto— es la libertad para el intercambio libre de bienes e ideas en un entorno sin violencia. Perfeccionar esas herramientas debería ser la meta de toda sociedad racional. No se debe perder la ilusión de mejorar la sociedad, pero reciclar utopías no es el camino. “En tiempos de engaño universal, lo revolucionario es decir la verdad” dijo George Orwell.
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Sí, también en las democracias liberales existe una concentración de poder económico repulsiva. Pero el mercado, cuando es realmente libre, tiende a generar equilibrio. No se trata de idealizarlo ni de renunciar al anhelo de una sociedad más equilibrada (justa, no, porque esa palabra ya se prostituyó), sino de aceptar una conclusión que salta a la vista para quien quiera observar el mundo: las sociedades donde opera la libertad económica tienen más posibilidades de progreso social.
No llegamos a esa idea por leer grandes tratados, —ni “El Capital” ni “La Riqueza de las Naciones”—, sino por observar la realidad: la humanidad progresa cuando es capaz de medir, comparar, repetir lo que funciona y desechar lo que no.
Por eso es desconcertante que pensadores ya maduros —que han construido, creado, trabajado— se entusiasmen con la “revolución profunda”. ¿Olvidaron toda su experiencia? ¿O sufren una regresión neuronal?
Quien ha intentado construir algo en serio sabe lo difícil que es: requiere conocimiento, esfuerzo, tiempo, y aun así el riesgo de fracasar es alto. Los proyectos fallan, las personas decepcionan, las circunstancias cambian. Y quien sabe construir, también sabe que levantar sobre lo ya construido es siempre más sensato que arrasar con todo para empezar de cero.
La historia ha mostrado que las revoluciones terminan invariablemente en ruinas o cementerios.
Lo que funciona —aunque imperfecto— es la libertad para el intercambio libre de bienes e ideas en un entorno sin violencia. Perfeccionar esas herramientas debería ser la meta de toda sociedad racional. No se debe perder la ilusión de mejorar la sociedad, pero reciclar utopías no es el camino. “En tiempos de engaño universal, lo revolucionario es decir la verdad” dijo George Orwell.
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El péndulo de la Justicia
La “combinación de todas las formas de lucha” empieza a mostrar su eficacia. Al impulso de la lucha armada se suma ahora la paciente infiltración del aparato judicial. Y si para financiar tan nobles fines hay que mezclar narcotráfico, corrupción, chantaje y otros delitos variopintos, entiéndase que el fin justifica los medios. Quien se atrevió a golpear la estructura criminal que sostiene la enorme operación, debe ser perseguido y castigado . Como no lograron asesinarlo en varios atentados, ahora buscan encarcelarlo.
Decenas de abogados —debidamente financiados— arman una red de farsas, recorren cárceles incentivando a sus compañeros a imaginar historias truculentas, mientras otros trepan en el sistema judicial hasta alcanzar cargos clave. Se construyen conspiraciones, se repiten falsedades, se difunden en redes hasta convertirlas en verdad. Todo para destruir a quien, en su vida pública, solo ha dado pruebas de decencia, honestidad y vocación de servicio.Y así, se borra de la memoria colectiva el horror que vivió Colombia en 2002. Muchos que hoy repiten barbaridades ya olvidaron por qué están vivos. Y los que no vivieron esa época, con ligereza opinan sin entender el riesgo de repetirla.Se ha logrado instalar un odio emocional, alimentado por cuentos, versiones y testimonios sin pruebas. No hay un solo video, una grabación, una evidencia material que comprometa al odiado. Solo está el relato de un hampón, corroborado por otro delincuente, sobre las componendas de un criminal.
La vehemencia con que algunos se rasgan las vestiduras en defensa de la justicia, contrasta con la ridiculez del “acervo probatorio”. No puede sino concluirse que el plan ha sido ejecutado con la precisión de un asalto. Y ahora, los mismos que siempre negaron a la Justicia —esa “institución burguesa”, “instrumento de opresión de la oligarquía”— la invocan con fervor revolucionario.
No importa que el uso político de la justicia tenga doble filo. Lo aprendieron Fujimori, Pinochet y Martinelli, pero también Lula, Evo, Kirchner y Castillo y muchos otros. Porque aquí no se trata de continuar el juego democrático. El objetivo es tomarse por completo el sistema judicial, controlar el electoral y concentrar todo el poder en unos pocos, que se convertirán en los eternos defensores de la revolución, siempre rodeados de privilegios.
Decenas de abogados —debidamente financiados— arman una red de farsas, recorren cárceles incentivando a sus compañeros a imaginar historias truculentas, mientras otros trepan en el sistema judicial hasta alcanzar cargos clave. Se construyen conspiraciones, se repiten falsedades, se difunden en redes hasta convertirlas en verdad. Todo para destruir a quien, en su vida pública, solo ha dado pruebas de decencia, honestidad y vocación de servicio.Y así, se borra de la memoria colectiva el horror que vivió Colombia en 2002. Muchos que hoy repiten barbaridades ya olvidaron por qué están vivos. Y los que no vivieron esa época, con ligereza opinan sin entender el riesgo de repetirla.Se ha logrado instalar un odio emocional, alimentado por cuentos, versiones y testimonios sin pruebas. No hay un solo video, una grabación, una evidencia material que comprometa al odiado. Solo está el relato de un hampón, corroborado por otro delincuente, sobre las componendas de un criminal.
La vehemencia con que algunos se rasgan las vestiduras en defensa de la justicia, contrasta con la ridiculez del “acervo probatorio”. No puede sino concluirse que el plan ha sido ejecutado con la precisión de un asalto. Y ahora, los mismos que siempre negaron a la Justicia —esa “institución burguesa”, “instrumento de opresión de la oligarquía”— la invocan con fervor revolucionario.
No importa que el uso político de la justicia tenga doble filo. Lo aprendieron Fujimori, Pinochet y Martinelli, pero también Lula, Evo, Kirchner y Castillo y muchos otros. Porque aquí no se trata de continuar el juego democrático. El objetivo es tomarse por completo el sistema judicial, controlar el electoral y concentrar todo el poder en unos pocos, que se convertirán en los eternos defensores de la revolución, siempre rodeados de privilegios.
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sábado, 26 de julio de 2025
La Oposicion
Una de las fábulas que trata de diseminar el Petrismo y sus fieles devotos consiste en pintar la oposición como implacable. “Nunca en la historia, había tenido que enfrentar un Presidente, una oposición tan radical y despiadada¨, se atreven a decir.
Cuando la realidad, es que por primera vez en muchas décadas, el gobierno enfrenta un oposición civilizada, que argumenta con palabras, que usa los canales regulares de la opinión pública, que protagoniza debates en el Congreso, que acude a las instituciones para contrarrestar a un gobierno caracterizado por la corrupción, el nepotismo, el derroche, el atropello al sector productivo, el chamboneo y el insulto a los gremios que sostienen el país.
Por primera vez en dos a tres generaciones, la oposición es pacífica, no acude a las armas ni amenaza con violencia para oponerse a un gobierno alineado con los delincuentes, que ha logrado el récord de la mayor extensión de coca sembrada, que conoce las cárceles, no por el deber de hacerlas seguras y humanitarias, sino por los pactos que logra con los peores hampones condenados, cuya amistad exhibe con orgullo en tarimas.
Por primera vez en la historia reciente del país, la oposición ha convocado las marchas más imponentes de la historia, sin que haya ocurrido un solo incidente, un solo daño, un solo incendio o ataque a la policía.
Son muchos los años en los que el rechazo al gobierno estaba asociado con bombas, destrucción, quemas, asesinatos, ataques a poblaciones, masacres, bloqueos de carreteras. De hecho fue la oposición violenta organizada por Petro, promoviendo por debajo de cuerda todas las formas de violencia, la que llevó al terror de la población y el desconcierto generalizado que terminó en su elección. Estrategia cuidadosamente planeada y ejecutada que ha funcionado en Chile, Perú, Bolivia, Venezuela y se ha intentado en Ecuador y el resto de latinoamérica.
El relato que tratan de diseminar no puede ser más cínico. Los promotores y gestores de una oposición violenta, agresiva, destructiva, causante de un gran número de muertes y daños materiales, ahora se lamentan de una oposición muy ruda.
Hay que creer en la Fuerza de la Verdad. Seguir develando las mentiras, seguir destapando los negociados, seguir interviniendo para que la plata de nuestros impuestos no termine financiando la evolución hacia la satrapía.
Cuando la realidad, es que por primera vez en muchas décadas, el gobierno enfrenta un oposición civilizada, que argumenta con palabras, que usa los canales regulares de la opinión pública, que protagoniza debates en el Congreso, que acude a las instituciones para contrarrestar a un gobierno caracterizado por la corrupción, el nepotismo, el derroche, el atropello al sector productivo, el chamboneo y el insulto a los gremios que sostienen el país.
Por primera vez en dos a tres generaciones, la oposición es pacífica, no acude a las armas ni amenaza con violencia para oponerse a un gobierno alineado con los delincuentes, que ha logrado el récord de la mayor extensión de coca sembrada, que conoce las cárceles, no por el deber de hacerlas seguras y humanitarias, sino por los pactos que logra con los peores hampones condenados, cuya amistad exhibe con orgullo en tarimas.
Por primera vez en la historia reciente del país, la oposición ha convocado las marchas más imponentes de la historia, sin que haya ocurrido un solo incidente, un solo daño, un solo incendio o ataque a la policía.
Son muchos los años en los que el rechazo al gobierno estaba asociado con bombas, destrucción, quemas, asesinatos, ataques a poblaciones, masacres, bloqueos de carreteras. De hecho fue la oposición violenta organizada por Petro, promoviendo por debajo de cuerda todas las formas de violencia, la que llevó al terror de la población y el desconcierto generalizado que terminó en su elección. Estrategia cuidadosamente planeada y ejecutada que ha funcionado en Chile, Perú, Bolivia, Venezuela y se ha intentado en Ecuador y el resto de latinoamérica.
El relato que tratan de diseminar no puede ser más cínico. Los promotores y gestores de una oposición violenta, agresiva, destructiva, causante de un gran número de muertes y daños materiales, ahora se lamentan de una oposición muy ruda.
Hay que creer en la Fuerza de la Verdad. Seguir develando las mentiras, seguir destapando los negociados, seguir interviniendo para que la plata de nuestros impuestos no termine financiando la evolución hacia la satrapía.
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jueves, 17 de julio de 2025
Y de que lado estas?
Como todo lo susceptible de ser afectado por el mundo digital, el conflicto se reduce a dos bandos.Si tiene familiares o amigos palestinos, seguro recibe información constante sobre los atropellos sufridos por su pueblo durante los últimos 50 años, después de ser despojados de sus tierras. Una mayoría buena, trabajadora y pacífica termina bajo el liderazgo de una minoría fanática que decide que la única respuesta a la humillación es la violencia. Todo intento de entendimiento pacífico es saboteado por quienes sólo conciben las soluciones al ritmo de explosivos. La moderación de la OLP y los avances en Cisjordania parecían dar frutos. Pero en Gaza, la agresividad de Hamás solo endureció las condiciones de vida, atrapando a su propia población entre el yugo y el cañón. En ese contexto de desesperanza, muchos justifican la rebelión violenta contra un sistema que sienten injusto. Pero al hacerlo, tienden a cerrar los ojos ante atrocidades innegables. Prefieren pensar que las decapitaciones, los secuestros de mujeres y ancianos, son invenciones del enemigo. Así funciona el sesgo tribal: creemos solo lo que nuestra tribu valida.
Del otro lado, quienes conocen judíos y admiran su disciplina y talento, reconocen una nación que se construyó despues de un enorme sufrimiento. Con esfuerzo y apoyo internacional, lograron una sociedad vibrante y tecnológicamente avanzada. ¿Podrían los palestinos haber hecho algo similar con el territorio asignado en 1947 y el respaldo del poderoso mundo árabe?
Esa nación admirable ha sido atacada sin piedad por grupos que promueven el odio como ideología, y consideran que la única solución consiste en su desaparición, lo que la ha inducido a ser potencia militar. Su supervivencia, depende de su fuerza y con el liderazgo equivocado, la ha usado para perpetrar horrendas matanzas.
Al final, uno escoge bando según a quién escucha más. Y lo hace creyendo que está bien informado, cuando en realidad está bien sesgado. Porque si algo es cierto en toda guerra, es que ninguna es justa, ni equilibrada, ni limpia, y quienes más sufren no son los responsables de la barbarie. Por eso, cuando un jefe de Estado toma partido con fervor —sin matices, sin dudas—, no se alinea con la justicia: se compromete con el oprobio. Un escenario más del galimatías moral que justifica la violencia.
Del otro lado, quienes conocen judíos y admiran su disciplina y talento, reconocen una nación que se construyó despues de un enorme sufrimiento. Con esfuerzo y apoyo internacional, lograron una sociedad vibrante y tecnológicamente avanzada. ¿Podrían los palestinos haber hecho algo similar con el territorio asignado en 1947 y el respaldo del poderoso mundo árabe?
Esa nación admirable ha sido atacada sin piedad por grupos que promueven el odio como ideología, y consideran que la única solución consiste en su desaparición, lo que la ha inducido a ser potencia militar. Su supervivencia, depende de su fuerza y con el liderazgo equivocado, la ha usado para perpetrar horrendas matanzas.
Al final, uno escoge bando según a quién escucha más. Y lo hace creyendo que está bien informado, cuando en realidad está bien sesgado. Porque si algo es cierto en toda guerra, es que ninguna es justa, ni equilibrada, ni limpia, y quienes más sufren no son los responsables de la barbarie. Por eso, cuando un jefe de Estado toma partido con fervor —sin matices, sin dudas—, no se alinea con la justicia: se compromete con el oprobio. Un escenario más del galimatías moral que justifica la violencia.
viernes, 11 de julio de 2025
Dogma por wi-fi
La última joya del pensamiento mágico-petrista circula feliz por las redes: el atentado a Miguel Uribe fue un montaje. Así, sin rubor. Según esta hipótesis digna de Netflix, todo fue teatro: la caída perfectamente ensayada, la sangre artificial regada con pincel n°7, la ambulancia coreografiada, la clínica alquilada por horas, las cirugías simuladas, los partes médicos redactados por libretistas de RCN… hasta el sufrimiento de su familia, todo parte de un reality producido por una extrema derecha en pánico, ante los milagros que descienden de las galaxias con la fluidez del whisky. El dogma, como la fe ciega, tiene esas licencias. Para sus creyentes, cualquier cosa que no encaje con la narrativa del mesías debe ser falsa. Que haya balas, heridas, UCI y médicos no importa: es más fácil creer que todo fue organizado por Batman, con dirección de Mel Gibson y maquillaje de Tarantino.
Uno pensaría que no hay cerebro capaz de repetir tamaño disparate, pero hay miles. Y lo grave es que votan, opinan, y acumulan méritos para que los nombren en cargos del gobierno. Por eso no sobra revisar estas genialidades: no para interactuar con los fundamentalistas del dogma, sino para impedir que quienes aún poseen algo de cordura, se dejen arrastrar.
Es tan inútil escribirle cartas “fraternas” a Petro pidiéndole que respete la ley, o sea un buen demócrata, como explicarle a un tierraplanista cómo funciona un eclipse. Esta gente ve conspiraciones porque las ha hecho. Aún se pueden ver los videos de los “niños” de la primera línea revolcándose en pintura roja y lanzándose al suelo en sincronía con petardos. Un teatro tan bien actuado que mucha gente se lo tragó entero. Y el libreto funcionó: se instaló el caos, se sembró el miedo, y el “salvador” ganó.
Ahora que enfrentan el desmadre del gobierno de un poeta sin métrica, necesitan convencerse de que todo lo que no les conviene, es una farsa de la “extrema derecha”. Tiene que ser un montaje porque les resulta imposible digerir la realidad de quien hizo pactos con el hampa para obtener recursos y votos para su campaña y ahora paga cumplidamente permitiéndoles florecer.
Por eso los llamados al diálogo y al sentido común no deben dirigirse a los guionistas de estas óperas de cartón, sino a los millones de ciudadanos que aún no tienen delirio, pero sí señal de WiFi.
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Uno pensaría que no hay cerebro capaz de repetir tamaño disparate, pero hay miles. Y lo grave es que votan, opinan, y acumulan méritos para que los nombren en cargos del gobierno. Por eso no sobra revisar estas genialidades: no para interactuar con los fundamentalistas del dogma, sino para impedir que quienes aún poseen algo de cordura, se dejen arrastrar.
Es tan inútil escribirle cartas “fraternas” a Petro pidiéndole que respete la ley, o sea un buen demócrata, como explicarle a un tierraplanista cómo funciona un eclipse. Esta gente ve conspiraciones porque las ha hecho. Aún se pueden ver los videos de los “niños” de la primera línea revolcándose en pintura roja y lanzándose al suelo en sincronía con petardos. Un teatro tan bien actuado que mucha gente se lo tragó entero. Y el libreto funcionó: se instaló el caos, se sembró el miedo, y el “salvador” ganó.
Ahora que enfrentan el desmadre del gobierno de un poeta sin métrica, necesitan convencerse de que todo lo que no les conviene, es una farsa de la “extrema derecha”. Tiene que ser un montaje porque les resulta imposible digerir la realidad de quien hizo pactos con el hampa para obtener recursos y votos para su campaña y ahora paga cumplidamente permitiéndoles florecer.
Por eso los llamados al diálogo y al sentido común no deben dirigirse a los guionistas de estas óperas de cartón, sino a los millones de ciudadanos que aún no tienen delirio, pero sí señal de WiFi.
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viernes, 4 de julio de 2025
La improbable dictadura
Si revisamos los últimos cien años de política en América Latina, el diagnóstico es claro: las dictaduras han encontrado terreno fértil. Todos los países han sufrido alguna. En número de años bajo regímenes autoritarios, hay un amplio rango: desde apenas 4 en Colombia, hasta 60 en Nicaragua (o 71 en México, si se considera el largo monopolio del PRI). En promedio, la región ha pasado 32 de los últimos 100 años bajo dictadura. Una tercera parte de su historia reciente atrapada en el autoritarismo.
¿El campeón de la democracia? Colombia. Y en aparente paradoja también campeona en violencia. Tal vez porque la democracia, en su generosa amplitud, permitió pensar que la diversidad incluía también a quienes empuñaban las armas para llegar al poder. El resultado ha sido una cultura marcada por la transgresión: altas tasas de criminalidad, desconfianza en las instituciones y un concepto libertario que a veces se confunde con hacer “lo que se me dé la gana”.
Esa libertad mal entendida y abusada ha producido un curioso efecto: un rechazo subconsciente y persistente a cualquier intento de centralismo autoritario. Como si el país, por vivir al borde del caos, se estuviese vacunando —aunque con efectos secundarios— contra la obediencia ciega. Aquí muchos viven con miedo, sí, pero también dicen con resignado orgullo: “igual a esto no hay nada”. Un reconocimiento tácito al valor de la libertad.
Sea esa la explicación o no, la verdad estadística es que Colombia ha resistido mejor que otros países los encantos de las dictaduras. Y por eso resulta poco probable que acepte mansamente la que ahora se cocina, entre discursos populistas y reformas impuestas a golpe de megáfono.
Ya son varios los periodos de la historia en que el país ha sufrido incrementos en la capacidad violenta de grupos criminales. Se ha resuelto llamar guerra a este proceder como si fuese un recurso válido para dirimir las diferencias. El resultado ha sido siempre el empeoramiento de la condición que supuestamente se pretende mejorar con la generación de más pobreza, sufrimiento, desolación y muerte.
Por eso resulta tan equivocada la pretensión de solucionar “en la calle” las diferencias que existen con relación a nuevas leyes. Prender la mecha en un país que se enciende fácil es peligroso para todos, incluyendo el dueño del fósforo.
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¿El campeón de la democracia? Colombia. Y en aparente paradoja también campeona en violencia. Tal vez porque la democracia, en su generosa amplitud, permitió pensar que la diversidad incluía también a quienes empuñaban las armas para llegar al poder. El resultado ha sido una cultura marcada por la transgresión: altas tasas de criminalidad, desconfianza en las instituciones y un concepto libertario que a veces se confunde con hacer “lo que se me dé la gana”.
Esa libertad mal entendida y abusada ha producido un curioso efecto: un rechazo subconsciente y persistente a cualquier intento de centralismo autoritario. Como si el país, por vivir al borde del caos, se estuviese vacunando —aunque con efectos secundarios— contra la obediencia ciega. Aquí muchos viven con miedo, sí, pero también dicen con resignado orgullo: “igual a esto no hay nada”. Un reconocimiento tácito al valor de la libertad.
Sea esa la explicación o no, la verdad estadística es que Colombia ha resistido mejor que otros países los encantos de las dictaduras. Y por eso resulta poco probable que acepte mansamente la que ahora se cocina, entre discursos populistas y reformas impuestas a golpe de megáfono.
Ya son varios los periodos de la historia en que el país ha sufrido incrementos en la capacidad violenta de grupos criminales. Se ha resuelto llamar guerra a este proceder como si fuese un recurso válido para dirimir las diferencias. El resultado ha sido siempre el empeoramiento de la condición que supuestamente se pretende mejorar con la generación de más pobreza, sufrimiento, desolación y muerte.
Por eso resulta tan equivocada la pretensión de solucionar “en la calle” las diferencias que existen con relación a nuevas leyes. Prender la mecha en un país que se enciende fácil es peligroso para todos, incluyendo el dueño del fósforo.
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lunes, 30 de junio de 2025
No más reyes
La institución de la Presidencia es una herencia directa de la monarquía. Quienes escribieron las primeras constituciones aún sentían el aliento de los reyes en la nuca. Por eso inventaron una figura similar: lo pusieron a vivir en un palacio y le dieron categoría de reina —“Primera Dama”— a la esposa.
La concentración de poder y privilegios en estos nuevos reyezuelos explica, en parte, el pobre desempeño de muchas democracias modernas. Existen contrapesos que, aunque imperfectos, funcionan. Trump no ha llevado a EE. UU. al abismo porque lo han contenido tribunales, medios y sociedad civil. Petro no ha logrado desbaratar a Colombia porque también lo han parado las Cortes, el Congreso, la prensa y los ciudadanos organizados han frenado muchas de sus regresivas iniciativas.
Pero la realidad es aún más contundente: pese al enorme poder simbólico del Presidente, su capacidad para modificar la vida de los ciudadanos es limitada. El país sigue andando por inercia, indiferente a las barbaridades que diga o haga quien ocupa el palacio, mientras abusa de los micrófonos para imponer su narrativa, justificar errores y mantener la ilusión de que todo lo bueno le pertenece. La vida continúa. Las empresas y la agroindustria siguen produciendo, los arquitectos diseñan, los ingenieros construyen, los médicos atienden, los plomeros destapan, los tenderos venden, los asaderos de pollo alimentan. La gigantesca maquinaria económica no se detiene, y por eso las cifras resisten, incluso con una conducción errática. Ni siquiera sus partidarios le paran bolas y se resisten a responder a sus llamados que buscan convertirlos en carne de cañón.
Los áulicos del poder, claro, usan los pocos datos positivos para defender lo indefendible. La inflación no se ha disparado gracias a la firmeza del Banco de la República. El desempleo ha bajado por el rebusque, única opción ante una formalidad asfixiante que va a empeorar. La devaluación no es alta por la narcoeconomía. La productividad se sostiene por el dinamismo empresarial, no por gestión estatal. Lo poco bueno que ha ocurrido en estos años ha sido a pesar del gobierno, no gracias a él. Tal vez ha llegado el momento de que la figura del Presidente —como las monarquías que la inspiraron— empiece, por fin, su camino hacia la extinción. “No al Rey” es la respuesta a los cultos que eligen a los Mesías.
La concentración de poder y privilegios en estos nuevos reyezuelos explica, en parte, el pobre desempeño de muchas democracias modernas. Existen contrapesos que, aunque imperfectos, funcionan. Trump no ha llevado a EE. UU. al abismo porque lo han contenido tribunales, medios y sociedad civil. Petro no ha logrado desbaratar a Colombia porque también lo han parado las Cortes, el Congreso, la prensa y los ciudadanos organizados han frenado muchas de sus regresivas iniciativas.
Pero la realidad es aún más contundente: pese al enorme poder simbólico del Presidente, su capacidad para modificar la vida de los ciudadanos es limitada. El país sigue andando por inercia, indiferente a las barbaridades que diga o haga quien ocupa el palacio, mientras abusa de los micrófonos para imponer su narrativa, justificar errores y mantener la ilusión de que todo lo bueno le pertenece. La vida continúa. Las empresas y la agroindustria siguen produciendo, los arquitectos diseñan, los ingenieros construyen, los médicos atienden, los plomeros destapan, los tenderos venden, los asaderos de pollo alimentan. La gigantesca maquinaria económica no se detiene, y por eso las cifras resisten, incluso con una conducción errática. Ni siquiera sus partidarios le paran bolas y se resisten a responder a sus llamados que buscan convertirlos en carne de cañón.
Los áulicos del poder, claro, usan los pocos datos positivos para defender lo indefendible. La inflación no se ha disparado gracias a la firmeza del Banco de la República. El desempleo ha bajado por el rebusque, única opción ante una formalidad asfixiante que va a empeorar. La devaluación no es alta por la narcoeconomía. La productividad se sostiene por el dinamismo empresarial, no por gestión estatal. Lo poco bueno que ha ocurrido en estos años ha sido a pesar del gobierno, no gracias a él. Tal vez ha llegado el momento de que la figura del Presidente —como las monarquías que la inspiraron— empiece, por fin, su camino hacia la extinción. “No al Rey” es la respuesta a los cultos que eligen a los Mesías.
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viernes, 20 de junio de 2025
Niños asesinos
Asesinos de niños! Es el grito que con frecuencia se dirige a quienes piden seguridad. En la retorcida moral de ciertas galaxias ideológicas, se refiere a que, cuando el Ejército o la Policía actúan, matan “niños”.
Desde hace décadas, la estrategia de los mal llamados revolucionarios ha sido el reclutamiento de menores para usarlos como carne de cañón. Así ha operado la guerrilla, secuestrando hijos de campesinos e indígenas. Así funcionan las “primeras líneas” en las ciudades, contratando menores. Manipulan mentes jóvenes, inexpertas, con una mezcla de sueños y amenazas. Con ellos se planean tomas de pueblos, atentados, bloqueos, incendios de buses y bancos. Cuando las fuerzas del orden reaccionan y hay muertes o excesos, se activa el libreto: “terrorismo de Estado”, “asesinos de niños” y los uniformados se inmovilizan. En Cali, es bien conocida la estrategia que destruyó y paralizó la ciudad dos meses. Pero fueron ellos —los que hoy se toman fotos con sus pelos canosos y sus barrigas prominentes— quienes los reclutaron. Ellos los entrenaron, los armaron, los lanzaron al frente y ahora ahogan su culpa con whisky, coca y discursos poéticos incoherentes. Son quienes los involucran en la adrenalina de la violencia, los responsables de su muerte. El Código de Infancia y Adolescencia de Colombia define que niño es menor de 12 años y adolescente de 12 a 18. Calificar de “niño” a un grandulón de 17 años cuya madurez física le da toda la capacidad para agredir no sólo es equivocado e ilegal sino que distorsiona la realidad. No tendrá la madurez mental para que sus actos se juzguen como los de un adulto pero no es un niño. Igual error se comete al llamar “niña” a una joven de 16 años con madurez biológica, mientras se ignora que ese tratamiento infantilizante contribuye a más de cien mil embarazos adolescentes en Colombia, y quince millones en el mundo.
Los 18.000 menores reclutados por la guerrilla, las “primeras líneas” y los “niños sicarios” que con tanta petulancia justifica y protege el compañero presidente, invalidan cualquier autoridad moral de quienes los abusan desde la comodidad de sus cargos. No hay niños asesinos ni asesinos de niños. Hay criminales cobardes instigando adolescentes en la danza de la muerte. Logran esconderse bajo una ampulosa oratoria gracias a una justicia distraída en el palabrerío. 25172
Desde hace décadas, la estrategia de los mal llamados revolucionarios ha sido el reclutamiento de menores para usarlos como carne de cañón. Así ha operado la guerrilla, secuestrando hijos de campesinos e indígenas. Así funcionan las “primeras líneas” en las ciudades, contratando menores. Manipulan mentes jóvenes, inexpertas, con una mezcla de sueños y amenazas. Con ellos se planean tomas de pueblos, atentados, bloqueos, incendios de buses y bancos. Cuando las fuerzas del orden reaccionan y hay muertes o excesos, se activa el libreto: “terrorismo de Estado”, “asesinos de niños” y los uniformados se inmovilizan. En Cali, es bien conocida la estrategia que destruyó y paralizó la ciudad dos meses. Pero fueron ellos —los que hoy se toman fotos con sus pelos canosos y sus barrigas prominentes— quienes los reclutaron. Ellos los entrenaron, los armaron, los lanzaron al frente y ahora ahogan su culpa con whisky, coca y discursos poéticos incoherentes. Son quienes los involucran en la adrenalina de la violencia, los responsables de su muerte. El Código de Infancia y Adolescencia de Colombia define que niño es menor de 12 años y adolescente de 12 a 18. Calificar de “niño” a un grandulón de 17 años cuya madurez física le da toda la capacidad para agredir no sólo es equivocado e ilegal sino que distorsiona la realidad. No tendrá la madurez mental para que sus actos se juzguen como los de un adulto pero no es un niño. Igual error se comete al llamar “niña” a una joven de 16 años con madurez biológica, mientras se ignora que ese tratamiento infantilizante contribuye a más de cien mil embarazos adolescentes en Colombia, y quince millones en el mundo.
Los 18.000 menores reclutados por la guerrilla, las “primeras líneas” y los “niños sicarios” que con tanta petulancia justifica y protege el compañero presidente, invalidan cualquier autoridad moral de quienes los abusan desde la comodidad de sus cargos. No hay niños asesinos ni asesinos de niños. Hay criminales cobardes instigando adolescentes en la danza de la muerte. Logran esconderse bajo una ampulosa oratoria gracias a una justicia distraída en el palabrerío. 25172
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sábado, 14 de junio de 2025
Abatir una estrella
A los cuatro años, Miguel Uribe Turbay vivió el secuestro y asesinato de su madre, Diana Turbay, a manos de Pablo Escobar, aliado del M-19. A los once, fué separado de su padre, encarcelado injustamente. Lo cuenta sin dramatismo ni autocompasión, con serenidad, frente a un grupo que lo escuchó con atención y asombro hace pocos días en Cali. Salimos impresionados por su coherencia, madurez, claridad mental y entusiasmo carismático. Lejos de la promesería política, sus propuestas son modernas, concretas y realizables.Con preparación, experiencia y firmeza, transmite una convicción clara: no puede haber bienestar sin seguridad, ni vida social sin control de la violencia. Propone un país donde emprender no sea un vía crucis, donde la educación sea competitiva y FECODE un aliado, no un obstáculo; donde la salud mejore fortaleciendo lo privado, que hoy responde por la mayoría de atenciones. Insiste en que defender la democracia exige vigilancia ciudadana activa. Por eso ha organizado redes de veeduría electoral, como hizo María Corina Machado en Venezuela.
Su discurso no es de odio, sino de responsabilidad. Por eso resulta obscena la esquizofrenia oficial tras el atentado que sufrió. No es difícil imaginar un Bogotazo si el candidato baleado hubiera sido del Pacto Histórico y el presidente Iván Duque. Tampoco se puede negar la cadena causal entre el ambiente que ha promovido este gobierno —odio, desacato a la ley, deslegitimación de las instituciones— y el clima de violencia. ¿Dónde están ahora los colectivos de abogados que antes hallaban “conexidad” entre la vía institucional de un Presidente que busca dar seguridad y los excesos de los militares? Hoy, quienes ven una relación causal entre el discurso incendiario, que llama al alzamiento general, violando la constitución, y el atentado contra el nieto de “Turbay, torturador de diez mil”, son tildados de “ratas de alcantarilla”.
En realidad lo que huele a alcantarilla es el oportunismo de usar el sufrimiento de una familia para congraciarse con Hamás, su condolencia con la “madre árabe”, (re-Colombiana, nieta de libanés), su preocupación con el “niño” asesino (un gradulón bien armado) y su afán por culpar a los de seguridad, repitiendo la narrativa de victimizar a los atacantes que tan bién le ha funcionado desde el holocausto del Palacio de Justicia.
Su discurso no es de odio, sino de responsabilidad. Por eso resulta obscena la esquizofrenia oficial tras el atentado que sufrió. No es difícil imaginar un Bogotazo si el candidato baleado hubiera sido del Pacto Histórico y el presidente Iván Duque. Tampoco se puede negar la cadena causal entre el ambiente que ha promovido este gobierno —odio, desacato a la ley, deslegitimación de las instituciones— y el clima de violencia. ¿Dónde están ahora los colectivos de abogados que antes hallaban “conexidad” entre la vía institucional de un Presidente que busca dar seguridad y los excesos de los militares? Hoy, quienes ven una relación causal entre el discurso incendiario, que llama al alzamiento general, violando la constitución, y el atentado contra el nieto de “Turbay, torturador de diez mil”, son tildados de “ratas de alcantarilla”.
En realidad lo que huele a alcantarilla es el oportunismo de usar el sufrimiento de una familia para congraciarse con Hamás, su condolencia con la “madre árabe”, (re-Colombiana, nieta de libanés), su preocupación con el “niño” asesino (un gradulón bien armado) y su afán por culpar a los de seguridad, repitiendo la narrativa de victimizar a los atacantes que tan bién le ha funcionado desde el holocausto del Palacio de Justicia.
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viernes, 6 de junio de 2025
Bodegueros, Unios!
“Bodeguero” es el desafortunado término que se ha popularizado para referirse a esos “influencers” —otro mal término— que han perfeccionado el arte de manipular el pensamiento político. Los recursos que usan son tan variados como astutos: se inventan historias, las “sustentan” con clips de video editados, actuados, sacados de contexto o generados por inteligencia artificial. Deben ser escandalosos, emotivos o indignantes, para que el consumidor desprevenido o ingenuo se convierta en replicador gratuito. Manipulan cifras, tergiversan hechos, editan declaraciones… todo vale con tal de “hacerse viral”, es decir, lograr que un chisme se esparza instantáneamente gracias a las redes sociales. Nunca había sido tan real aquello de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
A quienes todavía les sorprende que una ciudad de tres millones sea sitiada por dos mil adolescentes, les falta entender el verdadero poder de la manipulación organizada en redes. De ahí el concepto de “bodegas”: no se trata de opiniones espontáneas, sino de estrategias centralizadas, donde decenas de cuentas comparten al mismo tiempo el mismo mensaje para lograr un efecto multiplicador. Dirigen y ajustan la estrategia según los resultados medidos cada minuto. Es como sembrar un virus en varios puntos a la vez, no esperar a que se propague espontáneamente a partir de un infectado. Este mecanismo —basado en la nueva realidad social que crearon las redes— lo ha entendido y usado a la perfección la izquierda internacional. Solo han modernizado los preceptos de Lenin. Mientras tanto, la “derecha” —rótulo donde cabe cualquiera que no participe en la manipulación— ni se entera. Solo se lamenta cada vez que constata que una minoría gana elecciones. No se trata de usar los mismos trucos y engaños sino de diseñar una estrategia para que la verdad y el pensamiento racional le llegue a las mentes veleta.
“Mis bodegueros son todos ustedes”, dijo Uribe a un grupo, desconociendo que la verdad espontánea queda pisada por la mentira dirigida. En reiteradas ocasiones he hecho la misma pregunta a excelentes candidatos: ¿cuál es su estrategia digital y cuántas personas componen su equipo de redes? La evasiva o ausencia de respuesta me lleva siempre a la misma conclusión: escalar una montaña con los pies amarrados debe ser realmente difícil.
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A quienes todavía les sorprende que una ciudad de tres millones sea sitiada por dos mil adolescentes, les falta entender el verdadero poder de la manipulación organizada en redes. De ahí el concepto de “bodegas”: no se trata de opiniones espontáneas, sino de estrategias centralizadas, donde decenas de cuentas comparten al mismo tiempo el mismo mensaje para lograr un efecto multiplicador. Dirigen y ajustan la estrategia según los resultados medidos cada minuto. Es como sembrar un virus en varios puntos a la vez, no esperar a que se propague espontáneamente a partir de un infectado. Este mecanismo —basado en la nueva realidad social que crearon las redes— lo ha entendido y usado a la perfección la izquierda internacional. Solo han modernizado los preceptos de Lenin. Mientras tanto, la “derecha” —rótulo donde cabe cualquiera que no participe en la manipulación— ni se entera. Solo se lamenta cada vez que constata que una minoría gana elecciones. No se trata de usar los mismos trucos y engaños sino de diseñar una estrategia para que la verdad y el pensamiento racional le llegue a las mentes veleta.
“Mis bodegueros son todos ustedes”, dijo Uribe a un grupo, desconociendo que la verdad espontánea queda pisada por la mentira dirigida. En reiteradas ocasiones he hecho la misma pregunta a excelentes candidatos: ¿cuál es su estrategia digital y cuántas personas componen su equipo de redes? La evasiva o ausencia de respuesta me lleva siempre a la misma conclusión: escalar una montaña con los pies amarrados debe ser realmente difícil.
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jueves, 29 de mayo de 2025
Ni unidos, ni hundidos
Nos unimos o nos hundimos! Es el eslogan que repiten quienes advierten una nube negra sobre el horizonte colombiano. Pero la pregunta inevitable es: ¿nos unimos en qué? Podríamos ensayar una respuesta: respeto a la democracia, rechazo a la violencia como medio de acción política y defensa de la economía de libre mercado. Hasta ahí, el consenso parece posible. Pero apenas se rasca la superficie, aparecen las grietas. Si hablamos de "progresismo social" —término que la izquierda pretende monopolizar—, encontramos creyentes devotos y ateos furibundos, homofóbicos irredentos y expertos en cada letra del LGBTIQ+++, defensores de una educación y salud estatales y otros que prefieren modelos mixtos; ambientalistas apocalípticos frente a escépticos del cambio climático, feministas militantes junto a machistas tradicionales, guardianes de las costumbres frente a entusiastas de los cambios. La democracia está diseñada, precisamente, para contener esa pluralidad: para que se exprese, se debata y se controvierta sin que nadie saque un arma ni invoque al “pueblo” como pretexto para la barbarie. Las controversias no deben alarmar si se dirimen con palabras, no con piedras o balas. Una sociedad civilizada expone sus diferencias, las discute con argumentos, resuelve algunas y tolera las irresolubles. En medio del actual proceso político, con el variado menú de candidatos, esta expresión múltiple es sana. Las propuestas se decantan y se diferencian unos pocos perfiles.
Con los días veremos a quienes siguen teniendo devoción en las rancias ideas que definen la democracia como una farsa útil al privilegio, el mercado como una herramienta de opresión, y promueven veladamente la violencia. En ese momento no podremos seguir distraídos con diferencias menores. Allí si la viabilidad del país va a depender de que sepamos unirnos en lo esencial. Ese compromiso lo están mostrando ya los candidatos que entienden lo que significa subirse al tren del Socialismo del Siglo XXI. Y el “pueblo” que demostró que no le copia al promotor de una confrontación civil. No hay que preocuparse vaticinando naufragios. Si hay que buscar que el voto se sustente en información seria y no en emociones manipuladas con habilidad y muchos recursos. La participación entusiasta en ese esfuerzo es la herramienta para generar optimismo.
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Con los días veremos a quienes siguen teniendo devoción en las rancias ideas que definen la democracia como una farsa útil al privilegio, el mercado como una herramienta de opresión, y promueven veladamente la violencia. En ese momento no podremos seguir distraídos con diferencias menores. Allí si la viabilidad del país va a depender de que sepamos unirnos en lo esencial. Ese compromiso lo están mostrando ya los candidatos que entienden lo que significa subirse al tren del Socialismo del Siglo XXI. Y el “pueblo” que demostró que no le copia al promotor de una confrontación civil. No hay que preocuparse vaticinando naufragios. Si hay que buscar que el voto se sustente en información seria y no en emociones manipuladas con habilidad y muchos recursos. La participación entusiasta en ese esfuerzo es la herramienta para generar optimismo.
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viernes, 23 de mayo de 2025
Nihao Zonghuo
Hola, China. ¡Tantos temores infundados con la opción de hacer negocios contigo, China querida! Algunos se aterran por la ofensa a Trump, el magnate que solo se interesa por los negocios. Tian na! Si representamos el 0,01 % del comercio global de EE. UU. que tiene con nosotros un superávit que es apenas un 0,1 % del déficit que tienen contigo. Seamos realistas: no existimos.
Luego vienen otros con el susto de quedar amarrados por tu “correa” (Yi dai,Yi lu– la famosa Belt and Road). Es obvio que, siendo grande y poderoso, vas a tener influencia. Es lo normal. Los países que supieron aprovechar la influencia del Tío Sam se volvieron ricos. Aquí, en cambio, parece que nos esforzamos por seguir siendo chiquitos, desconocidos y pobres, repitiendo la vieja cantaleta del “imperialismo”.
Negociar contigo podría traer grandes proyectos de infraestructura, tecnología y un mercado inmenso para nuestras tímidas capacidades productivas. Si tuviésemos olfato, te entregaríamos en concesión el diseño, construcción y operación de toda la red vial y ferroviaria del país. Total, lo que tenemos es una combinación de ingeniería rudimentaria con una visión pichicata que nos impide hacer una obra que no se caiga al año siguiente. Aquí culpamos a la “difícil geografía” cuando se derrumban las carreteras o un túnel demora décadas. Para ti, eso sería un cuento chino.
Podríamos aprovechar la excusa ecológica para traer a BYD, fabricar “el carro eléctrico colombiano”, barato, pequeño, copiable. Tal vez así podríamos parar el genocidio motociclista y aprender lo que significa autoridad y orden en el tránsito.
Pero duibuqi, China. Discúlpanos. Ni este ni ningún plan concreto llevaba el Gran Líder Galáctico. Estaba convencido de que bastaba con darle un gran abrazo comunista y revolucionario a Xi, quien ignora el concepto. No sabía —como tampoco lo sabe la izquierda latinoamericana— que allá lo único que queda de comunista es el nombre y que operas el más salvaje de los capitalismos , lleno de billonarios que ya alcanzan a los gringos.
Lo devolviste con el rabo entre las piernas, sin tren transoceánico, con el cerebro hinchado por una ideología caduca y el pecho inflado en su convicción de haber asombrado al mundo. Y en efecto fueron muchos los noticieros de este verde planeta donde se burlaron de las burradas que fué a soltar allá.
Luego vienen otros con el susto de quedar amarrados por tu “correa” (Yi dai,Yi lu– la famosa Belt and Road). Es obvio que, siendo grande y poderoso, vas a tener influencia. Es lo normal. Los países que supieron aprovechar la influencia del Tío Sam se volvieron ricos. Aquí, en cambio, parece que nos esforzamos por seguir siendo chiquitos, desconocidos y pobres, repitiendo la vieja cantaleta del “imperialismo”.
Negociar contigo podría traer grandes proyectos de infraestructura, tecnología y un mercado inmenso para nuestras tímidas capacidades productivas. Si tuviésemos olfato, te entregaríamos en concesión el diseño, construcción y operación de toda la red vial y ferroviaria del país. Total, lo que tenemos es una combinación de ingeniería rudimentaria con una visión pichicata que nos impide hacer una obra que no se caiga al año siguiente. Aquí culpamos a la “difícil geografía” cuando se derrumban las carreteras o un túnel demora décadas. Para ti, eso sería un cuento chino.
Podríamos aprovechar la excusa ecológica para traer a BYD, fabricar “el carro eléctrico colombiano”, barato, pequeño, copiable. Tal vez así podríamos parar el genocidio motociclista y aprender lo que significa autoridad y orden en el tránsito.
Pero duibuqi, China. Discúlpanos. Ni este ni ningún plan concreto llevaba el Gran Líder Galáctico. Estaba convencido de que bastaba con darle un gran abrazo comunista y revolucionario a Xi, quien ignora el concepto. No sabía —como tampoco lo sabe la izquierda latinoamericana— que allá lo único que queda de comunista es el nombre y que operas el más salvaje de los capitalismos , lleno de billonarios que ya alcanzan a los gringos.
Lo devolviste con el rabo entre las piernas, sin tren transoceánico, con el cerebro hinchado por una ideología caduca y el pecho inflado en su convicción de haber asombrado al mundo. Y en efecto fueron muchos los noticieros de este verde planeta donde se burlaron de las burradas que fué a soltar allá.
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sábado, 17 de mayo de 2025
La farsa ambiental
Visitar el Parque Nacional de las Smoky Mountains es una lección viva sobre cómo proteger el medio ambiente sin aislarlo del ser humano– lección que se repite en los 59 que tiene el país. Allí, la conservación no se logra con exclusión, sino con orden, respeto y educación. Las carreteras que lo cruzan son de una calidad envidiable, diseñadas para integrarse al paisaje. El acceso es libre, pero regulado por la disponibilidad de parqueo. No hay vehículos fuera de lugar, ni basura, ni negocios invadiendo el entorno.
El turismo es masivo, pero silencioso. Los visitantes —de todas las edades y razas— caminan entre bosques frondosos, ríos cristalinos y cascadas poderosas por senderos impecables y señalizados. Los hay para todos los niveles: desde accesibles para sillas de ruedas y coches de bebé hasta desafiantes para los más aventureros. Múltiples centros de información, integrados con sobriedad al paisaje, orientan al visitante, educan, y ofrecen materiales de lectura y actividades formativas.
Los encuentros con animales salvajes son frecuentes, pero casi nunca terminan en incidentes. Nadie se acerca, ni los molesta. La fauna convive con el visitante como si supiera que ese espacio les pertenece a ambos. La limpieza es absoluta; el respeto, palpable. La financiación proviene de donaciones, ventas de artesanías locales y material educativo, y del boyante turismo que se desarrolla alrededor del parque. La comunidad cuida el parque porque lo disfruta y le genera el sustento.
Qué contraste con nuestra realidad. Aquí, proteger significa prohibir. Se cierra el acceso a la naturaleza o se reduce a números ridículos y requisitos fastidiosos. Y lo que no se conoce ni se ama, se abandona. Así, sin recursos para cuidarlos, nuestros parques terminan ocupados por mineros ilegales contaminando ríos, taladores que deforestan sin piedad y grupos de criminales y secuestradores que encuentran refugio. Lo que se había logrado en la primera década de este siglo se está acabando por desatención y descuido. Se pierde la educación ambiental que significa admirar y ver la naturaleza. Si en vez de ilusos discursos que imaginan a América Latina convertida en Amazonía, aplicáramos un modelo real de conservación con acceso abierto y regulado, podríamos convertir nuestra biodiversidad en motor de educación, turismo y orgullo.
El turismo es masivo, pero silencioso. Los visitantes —de todas las edades y razas— caminan entre bosques frondosos, ríos cristalinos y cascadas poderosas por senderos impecables y señalizados. Los hay para todos los niveles: desde accesibles para sillas de ruedas y coches de bebé hasta desafiantes para los más aventureros. Múltiples centros de información, integrados con sobriedad al paisaje, orientan al visitante, educan, y ofrecen materiales de lectura y actividades formativas.
Los encuentros con animales salvajes son frecuentes, pero casi nunca terminan en incidentes. Nadie se acerca, ni los molesta. La fauna convive con el visitante como si supiera que ese espacio les pertenece a ambos. La limpieza es absoluta; el respeto, palpable. La financiación proviene de donaciones, ventas de artesanías locales y material educativo, y del boyante turismo que se desarrolla alrededor del parque. La comunidad cuida el parque porque lo disfruta y le genera el sustento.
Qué contraste con nuestra realidad. Aquí, proteger significa prohibir. Se cierra el acceso a la naturaleza o se reduce a números ridículos y requisitos fastidiosos. Y lo que no se conoce ni se ama, se abandona. Así, sin recursos para cuidarlos, nuestros parques terminan ocupados por mineros ilegales contaminando ríos, taladores que deforestan sin piedad y grupos de criminales y secuestradores que encuentran refugio. Lo que se había logrado en la primera década de este siglo se está acabando por desatención y descuido. Se pierde la educación ambiental que significa admirar y ver la naturaleza. Si en vez de ilusos discursos que imaginan a América Latina convertida en Amazonía, aplicáramos un modelo real de conservación con acceso abierto y regulado, podríamos convertir nuestra biodiversidad en motor de educación, turismo y orgullo.
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jueves, 8 de mayo de 2025
El Sistema
Siempre que alguien se lamenta de la inequidad, concluye que hay que cambiar el sistema. Una palabra poderosa, usada con una ligereza desconcertante. Tras años de ensayo y error, de confrontación de ideas y sacrificios, vivimos bajo un sistema que, aunque imperfecto, hemos construido colectivamente: democracia liberal y economía de mercado. El mismo modelo hacia el cual ha evolucionado buena parte del mundo civilizado, alcanzando niveles inéditos de prosperidad y libertad.
Claro que existen defectos: inequidad, pobreza extrema, corrupción, violencia. Pero estas no son consecuencia del sistema en sí, sino del mal uso de la libertad que este ofrece y de la incomprensión de sus principios. Confundir fallas de funcionamiento con defectos estructurales ha llevado a muchos a abrazar la verborrea revolucionaria, esa que insiste en revolcarlo todo, arrasar con las instituciones imperfectas, destruir el aparato productivo y estatizar los servicios. El Estado —ese ente mágico que, por arte de burocracia, nos dará salud, educación, comida, vivienda y felicidad.
Y cuando el “iluminado” de turno promete la utopía, entonces sí nos asustamos. Ahí es cuando recordamos que la democracia, con todo y sus defectos, vale oro. Y que la economía de mercado, con todas sus inequidades, sigue siendo el mejor generador de riqueza que ha conocido la humanidad. Porque cambiar el sistema no es limpiar la casa: es incendiarla.
Cambiar el sistema implica recorrer un camino ya muy transitado, uno que ha demostrado no llevar a la ansiada equidad, sino a la miseria repartida y a la concentración de poder y privilegios en unos pocos. Un camino que pocos desean recorrer, salvo quienes sueñan con instalarse en la cúpula y vivir del esfuerzo ajeno, recurriendo a la represión disfrazada de justicia social.
Si de verdad queremos reducir la pobreza y la desigualdad, dejemos de pedir sandeces. No hay que cambiar el sistema. Hay que cambiar la ignorancia, la pereza mental, el desprecio por el mérito. Con educación en ética y controles reales se reduce la corrupción. Con educación en no-violencia se invalidan discursos armados. Con educación en Ciencia, se reducen las fantasías y los mitos que nos llevan a creer en las soluciones milagrosas. Y todo se puede hacer con el sistema de libertad económica, diversidad de opiniones e instituciones que nos rige.
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Claro que existen defectos: inequidad, pobreza extrema, corrupción, violencia. Pero estas no son consecuencia del sistema en sí, sino del mal uso de la libertad que este ofrece y de la incomprensión de sus principios. Confundir fallas de funcionamiento con defectos estructurales ha llevado a muchos a abrazar la verborrea revolucionaria, esa que insiste en revolcarlo todo, arrasar con las instituciones imperfectas, destruir el aparato productivo y estatizar los servicios. El Estado —ese ente mágico que, por arte de burocracia, nos dará salud, educación, comida, vivienda y felicidad.
Y cuando el “iluminado” de turno promete la utopía, entonces sí nos asustamos. Ahí es cuando recordamos que la democracia, con todo y sus defectos, vale oro. Y que la economía de mercado, con todas sus inequidades, sigue siendo el mejor generador de riqueza que ha conocido la humanidad. Porque cambiar el sistema no es limpiar la casa: es incendiarla.
Cambiar el sistema implica recorrer un camino ya muy transitado, uno que ha demostrado no llevar a la ansiada equidad, sino a la miseria repartida y a la concentración de poder y privilegios en unos pocos. Un camino que pocos desean recorrer, salvo quienes sueñan con instalarse en la cúpula y vivir del esfuerzo ajeno, recurriendo a la represión disfrazada de justicia social.
Si de verdad queremos reducir la pobreza y la desigualdad, dejemos de pedir sandeces. No hay que cambiar el sistema. Hay que cambiar la ignorancia, la pereza mental, el desprecio por el mérito. Con educación en ética y controles reales se reduce la corrupción. Con educación en no-violencia se invalidan discursos armados. Con educación en Ciencia, se reducen las fantasías y los mitos que nos llevan a creer en las soluciones milagrosas. Y todo se puede hacer con el sistema de libertad económica, diversidad de opiniones e instituciones que nos rige.
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domingo, 4 de mayo de 2025
Mitu
Es inaceptable que un hombre invada verbal o físicamente el espacio personal de una mujer sin ser invitado. En muchos mamíferos, la hembra atrae y el macho avanza, impulsado por el deseo de transmitir sus genes. Pero habría que recordarle a algunos que ya no saltamos de rama en rama. Miles de años de civilización deberían bastar para controlar los primitivos instintos de reproducción.
Sin embargo, la interacción entre los sexos sigue siendo un aspecto central de la vida social, y la línea entre una atracción mutua y un avance no deseado puede ser difusa. La percepción es subjetiva y está determinada por el contexto cultural y las experiencias personales. En Arabia, un tobillo desnudo puede desatar pasiones; en Cali, la anatomía al descubierto es parte del paisaje.
Las mujeres podrían reflexionar sobre el impacto de sus propios instintos. La obsesion por los halagos y las miradas puede llevarlas a la esclavitud de las influencias externas. La belleza se convierte en una máscara impuesta por estereotipos diseminados en medios y redes sociales: maquillajes, modas efímeras y cirugías que derivan en deformaciones corporales difíciles de entender en cualquier marco estético. Gastan fortunas en “sentirse bien”, lo que a menudo significa seducir al "macho alfa" de turno.
Ignorar los riesgos de ciertos contextos es, al mismo tiempo, ingenuidad y terquedad. En Colombia, dejar un portátil costoso en un parque garantiza su desaparición. El ladrón es culpable, sí, pero también hubo imprudencia.
Del mismo modo, una mujer que decide exhibir sus atributos en un lugar solitario se expone a un peligro real. Eso no justifica jamás la agresión, pero mientras el machismo primitivo siga vivo, la mezcla de provocación y vulnerabilidad puede ser explosiva. Para los árabes, la mujer siempre es responsable de la violacion y siempre que un hombre y una mujer están juntos, el demonio está en la mitad.
El movimiento Me Too (yo también fui víctima del acoso sexual) ha sido esencial para visibilizar el acoso, pero podría también promover una pedagogía más profunda: liberarse no sólo del acosador, sino también de la obsesión por gustarle. El respeto propio, y no solo el ajeno, es parte clave de la verdadera emancipación.
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Sin embargo, la interacción entre los sexos sigue siendo un aspecto central de la vida social, y la línea entre una atracción mutua y un avance no deseado puede ser difusa. La percepción es subjetiva y está determinada por el contexto cultural y las experiencias personales. En Arabia, un tobillo desnudo puede desatar pasiones; en Cali, la anatomía al descubierto es parte del paisaje.
Las mujeres podrían reflexionar sobre el impacto de sus propios instintos. La obsesion por los halagos y las miradas puede llevarlas a la esclavitud de las influencias externas. La belleza se convierte en una máscara impuesta por estereotipos diseminados en medios y redes sociales: maquillajes, modas efímeras y cirugías que derivan en deformaciones corporales difíciles de entender en cualquier marco estético. Gastan fortunas en “sentirse bien”, lo que a menudo significa seducir al "macho alfa" de turno.
Ignorar los riesgos de ciertos contextos es, al mismo tiempo, ingenuidad y terquedad. En Colombia, dejar un portátil costoso en un parque garantiza su desaparición. El ladrón es culpable, sí, pero también hubo imprudencia.
Del mismo modo, una mujer que decide exhibir sus atributos en un lugar solitario se expone a un peligro real. Eso no justifica jamás la agresión, pero mientras el machismo primitivo siga vivo, la mezcla de provocación y vulnerabilidad puede ser explosiva. Para los árabes, la mujer siempre es responsable de la violacion y siempre que un hombre y una mujer están juntos, el demonio está en la mitad.
El movimiento Me Too (yo también fui víctima del acoso sexual) ha sido esencial para visibilizar el acoso, pero podría también promover una pedagogía más profunda: liberarse no sólo del acosador, sino también de la obsesión por gustarle. El respeto propio, y no solo el ajeno, es parte clave de la verdadera emancipación.
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domingo, 27 de abril de 2025
Enfermos delulu
Si una madre decide que sus hijos merecen el colegio más costoso, ropa de marca y transporte en carro blindado con chofer, pero gana tres salarios mínimos, diríamos que vive un delirio financiero. Si afirma que es cuidadosa porque mide el costo de cada comida y paga todo con tarjeta de crédito, no dudamos en reconocer que está perdida y pronto pronto conocerá la ruina. Si la gerente de una fábrica compra maquinaria sobredimensionada, paga salarios por encima del mercado y presume de eficiencia porque calcula el costo de cada producto sin importar cuánto produce ni a qué precio vende, sabremos que su empresa va al fracaso. Peor aún si presume de su acceso a créditos como si fuese la fórmula mágica de la supervivencia.
Pero si un presidente, sus ministros, los magistrados y los dirigentes médicos proclaman que todos los colombianos tienen derecho a que el Estado les resuelva todos sus problemas de salud, los aplaudimos. Para probar su alcance, el sistema registra el volumen de procedimientos y regula sus precios, presumiendo tener control.Todo parece funcionar. Hasta que recordamos que la operación no se sostiene con dinero, sino con unos papelitos que llaman órden de servicio, una ficción que simula ser moneda.
Con un gasto per cápita de mil dólares al año, aspiramos a dar la atención que otros países no han podido dar con siete mil. Cuando los prestadores descubren que los papelitos no son moneda corriente y que hay billones acumulados, comienza el colapso. Se buscan culpables y encuentran los abusos y trampas típicos de la falta de libre competencia. No se sabe cuántos enfermos hay, ni qué padecen, ni en qué etapa están. Nadie tiene claro cuánto cuesta tratar una enfermedade o sanar una persona. Como el indicador es el número de procedimientos, el pagador se especializa en negarlos o aplazarlos; el prestador, para defenderse de tarifas ridículas, en multiplicarlos. Así, el costo real de los tratamientos se dispara porque buena parte de los diagnóstcos se tratan tardíamente, y se diseña un espacio para la corrupción. El resultado es más gasto con menos salud.
La adolescentes dirían que los voceros de tantas fantasías son delulu. Aquí, delulu no es solo moda. Es política pública. La ilusión delirante la terminamos pagando todos, sacando plata del bolsillo y después de mucho sufrimiento.
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Pero si un presidente, sus ministros, los magistrados y los dirigentes médicos proclaman que todos los colombianos tienen derecho a que el Estado les resuelva todos sus problemas de salud, los aplaudimos. Para probar su alcance, el sistema registra el volumen de procedimientos y regula sus precios, presumiendo tener control.Todo parece funcionar. Hasta que recordamos que la operación no se sostiene con dinero, sino con unos papelitos que llaman órden de servicio, una ficción que simula ser moneda.
Con un gasto per cápita de mil dólares al año, aspiramos a dar la atención que otros países no han podido dar con siete mil. Cuando los prestadores descubren que los papelitos no son moneda corriente y que hay billones acumulados, comienza el colapso. Se buscan culpables y encuentran los abusos y trampas típicos de la falta de libre competencia. No se sabe cuántos enfermos hay, ni qué padecen, ni en qué etapa están. Nadie tiene claro cuánto cuesta tratar una enfermedade o sanar una persona. Como el indicador es el número de procedimientos, el pagador se especializa en negarlos o aplazarlos; el prestador, para defenderse de tarifas ridículas, en multiplicarlos. Así, el costo real de los tratamientos se dispara porque buena parte de los diagnóstcos se tratan tardíamente, y se diseña un espacio para la corrupción. El resultado es más gasto con menos salud.
La adolescentes dirían que los voceros de tantas fantasías son delulu. Aquí, delulu no es solo moda. Es política pública. La ilusión delirante la terminamos pagando todos, sacando plata del bolsillo y después de mucho sufrimiento.
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domingo, 20 de abril de 2025
La paz que no fue
“La paz se hace con el enemigo” escribió Rodrigo Guerrero, médico, salubrista, exalcalde de Cali, maestro lúcido que desarmaba los gritos con argumentos. En las aulas, enfrentaba a los “revolucionarios” que agitaban consignas. Él respondía con razones. Al final, solo les quedaba el ruido. Sabía desnudar la torpeza.
Repasando sus escritos en los que enfoca la violencia como un problema de salud pública, presenta un análisis racional de sus causas y la medición cuidadosa de los efectos de las intervenciones. Sigue la tasa de homicidios por 100.000 habitantes, una de las medidas más usadas en el mundo como indicador del nivel de violencia. Colombia ha cargado como un cáncer una de las tasas más altas del mundo y Cali es la ciudad campeona de la muerte en el país, con tasas que en los últimos 15 años que han oscilado entre 90 y 50, con la caída más dramática –30%–precisamente en la segunda alcaldía del Dr. Guerrero. Logró cambiar la cháchara de paz por prevención efectiva.
Aún así, asumo el riesgo de disentir con el experto. Para hacer la paz con el enemigo, es preciso que exista. En la guerra entre países, el enemigo tiene bandera. En la guerra civil, un bando, una causa. Pero aquí no hay guerra. Hay crimen. Bandas armadas que se disfrazan de proyecto político. Narcos con discurso. Sicarios con retórica.
La cultura de violencia en Colombia comienza por adoptar el lenguaje de la guerra para describir la proliferación y empoderamiento de bandas armadas con estructura y comportamiento típicamente criminal. Han logrado envolverse en un discurso político que toda la sociedad incorpora. Por eso se puede hablar de “cultura”. Algo en lo que todo el mundo cree.Tanto que su vocero más preclaro fue elegido presidente y desde ese cargo es su más firme defensor. Pero en realidad no hay un “enemigo” porque no hay guerra. Solo criminalidad desbordada, que ahora exige diálogo, cuotas, pactos. Si creemos en los números, la caída más profunda en homicidios —50%— se dio durante el gobierno de Álvaro Uribe, cuando se les llamó por su nombre: delincuentes. Hoy, en cambio, empoderados, expanden su influencia y sus dominios, repitiendo el gastado y anacrónico relato de la lucha armada que no tiene sustento alguno en la realidad.
En la mal llamada “paz total”, la mal llamada “guerra” sigue con su horrenda cuota de muertes.
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Repasando sus escritos en los que enfoca la violencia como un problema de salud pública, presenta un análisis racional de sus causas y la medición cuidadosa de los efectos de las intervenciones. Sigue la tasa de homicidios por 100.000 habitantes, una de las medidas más usadas en el mundo como indicador del nivel de violencia. Colombia ha cargado como un cáncer una de las tasas más altas del mundo y Cali es la ciudad campeona de la muerte en el país, con tasas que en los últimos 15 años que han oscilado entre 90 y 50, con la caída más dramática –30%–precisamente en la segunda alcaldía del Dr. Guerrero. Logró cambiar la cháchara de paz por prevención efectiva.
Aún así, asumo el riesgo de disentir con el experto. Para hacer la paz con el enemigo, es preciso que exista. En la guerra entre países, el enemigo tiene bandera. En la guerra civil, un bando, una causa. Pero aquí no hay guerra. Hay crimen. Bandas armadas que se disfrazan de proyecto político. Narcos con discurso. Sicarios con retórica.
La cultura de violencia en Colombia comienza por adoptar el lenguaje de la guerra para describir la proliferación y empoderamiento de bandas armadas con estructura y comportamiento típicamente criminal. Han logrado envolverse en un discurso político que toda la sociedad incorpora. Por eso se puede hablar de “cultura”. Algo en lo que todo el mundo cree.Tanto que su vocero más preclaro fue elegido presidente y desde ese cargo es su más firme defensor. Pero en realidad no hay un “enemigo” porque no hay guerra. Solo criminalidad desbordada, que ahora exige diálogo, cuotas, pactos. Si creemos en los números, la caída más profunda en homicidios —50%— se dio durante el gobierno de Álvaro Uribe, cuando se les llamó por su nombre: delincuentes. Hoy, en cambio, empoderados, expanden su influencia y sus dominios, repitiendo el gastado y anacrónico relato de la lucha armada que no tiene sustento alguno en la realidad.
En la mal llamada “paz total”, la mal llamada “guerra” sigue con su horrenda cuota de muertes.
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viernes, 11 de abril de 2025
Bye Bye USA
El ocaso de la “Era Americana” se intuía en el horizonte, pero pocos imaginaron que un megalómano le imprimiría semejante impulso hacia su declive. La clave de su hegemonía global no residía en la fuerza militar ni en la riqueza, sino en la prodigiosa concentración de talento. A lo largo de su historia, supieron convocar a los espíritus más brillantes, atraídos por universidades de excelencia y por un sistema que exaltaba la libertad de emprender. La humanidad produce genios a un ritmo constante; quien logre reunirlos, posee la fórmula secreta de la supremacía.
En las últimas décadas, los apellidos de los grandes referentes en ciencia y tecnología han empezado a cambiar. En los congresos médicos, por ejemplo, las figuras estelares llevan rostros asiáticos: chinos, indios, de orígenes diversos. El muro de restricciones migratorias y la sombra de la xenofobia, alentadas por el trumpismo, amenazan con erosionar esta ventaja histórica.
Mientras tanto, China ha leído con agudeza el signo de los tiempos. Supo que debía educar y liberar. Pasó de inundar al mundo con baratijas a construir, con paso firme, una potencia interna deslumbrante: autopistas infinitas, trenes que desafían al tiempo, rascacielos que se elevan como esculturas, industrias pujantes y una tecnología que ya no imita, sino crea. La innovación, antaño bastión americano, empieza a tener nuevos dueños.
Con un PIB que roza al estadounidense, una población tres veces mayor y una voluntad clara de expandir su influencia, no es arriesgado predecir que el eje del poder girará. Junto a India y otros países que han comprendido los secretos del capitalismo, conformarán un bloque que superará con holgura la gravitación de Estados Unidos.
Como corolario, las absurdas guerras arancelarias han sembrado desconfianza en el comercio global. Muchos países buscarán nuevos caminos, tejiendo redes entre sí, comerciando con Asia y con todo aquel que entienda que la prosperidad nace de la apertura, no del encierro.
En este nuevo tablero, naciones como Colombia tendrían una oportunidad dorada, si tan solo lograran romper con la vieja liturgia del lamento y la protesta, esa ideología fatigada que convierte la pobreza en un dogma y el odio en bandera.
25102
En las últimas décadas, los apellidos de los grandes referentes en ciencia y tecnología han empezado a cambiar. En los congresos médicos, por ejemplo, las figuras estelares llevan rostros asiáticos: chinos, indios, de orígenes diversos. El muro de restricciones migratorias y la sombra de la xenofobia, alentadas por el trumpismo, amenazan con erosionar esta ventaja histórica.
Mientras tanto, China ha leído con agudeza el signo de los tiempos. Supo que debía educar y liberar. Pasó de inundar al mundo con baratijas a construir, con paso firme, una potencia interna deslumbrante: autopistas infinitas, trenes que desafían al tiempo, rascacielos que se elevan como esculturas, industrias pujantes y una tecnología que ya no imita, sino crea. La innovación, antaño bastión americano, empieza a tener nuevos dueños.
Con un PIB que roza al estadounidense, una población tres veces mayor y una voluntad clara de expandir su influencia, no es arriesgado predecir que el eje del poder girará. Junto a India y otros países que han comprendido los secretos del capitalismo, conformarán un bloque que superará con holgura la gravitación de Estados Unidos.
Como corolario, las absurdas guerras arancelarias han sembrado desconfianza en el comercio global. Muchos países buscarán nuevos caminos, tejiendo redes entre sí, comerciando con Asia y con todo aquel que entienda que la prosperidad nace de la apertura, no del encierro.
En este nuevo tablero, naciones como Colombia tendrían una oportunidad dorada, si tan solo lograran romper con la vieja liturgia del lamento y la protesta, esa ideología fatigada que convierte la pobreza en un dogma y el odio en bandera.
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viernes, 4 de abril de 2025
Fervor del voto
Se percibe mucha preocupación ante la posibilidad de que un régimen cada vez más radical perdure otros 4 años con alto riesgo de eternizarse y conducir el país a la tan conocida y probada miseria. La preocupación es válida. Las encuestas y las elecciones mostraron que del histórico 10%, la izquierda unida pasó a tener un 30% de devotos, producto de una paciente y dedicada labor de infiltración del sistema educativo y las redes sociales. Con 50% de abstención el 30% hace fácilmente mayoría.
Habiendo 4200 religiones vigentes en el mundo, concebir una nueva que use estrategias probadas por siglos, no parece tarea difícil. Se establece una verdad, revelada en unos pocos libros. Se define un paraíso al que todos llegaremos siempre y cuando seamos fieles a la verdad. Se crea un demonio responsable de todo lo malo y se idolatra a un Mesías que nos va a conducir por el camino de salvación. No hay argumento, no hay evidencia, no hay dato alguno que puedan contradecir el dogma. Basta con tener fe en el nuevo culto. Los esfuerzos por desarmar esa fe son tan inútiles como los que se puedan hacer con la fe religiosa. La convicción está grabada en las circunvoluciones más profundas, lo que lleva a los feligreses a estrellarse con la realidad con la misma resolución de los fieles que se estrellaron contra las torres gemelas. Actuar sobre este grupo implica reconquistar el sistema educativo, empezando por las Universidades donde se forman los profesores que transmiten el culto a los más jóvenes.
El trabajo para todos los herejes, consiste en educar y motivar a la gran masa de apáticos. Hacerles ver que su asco por la política se sustenta precisamente en la apatía que permite a unos pocos usar al estado como un botín. Que en la medida en que predomine el credo, seguiremos perdiendo libertad y diseminando la pobreza.
¿Qué podemos hacer?– preguntan angustiados quienes ven al país deslizándose lentamente por el barranco del fasciscmo del siglo XXI. Toda persona que tenga una convicción firme de la importancia de la participación en política, así sea solo votando, tiene la posibilidad de convencer al menos un apático para que vote racionalmente sin dejarse llevar por ilusiones, discursos promeseros o emociones de última hora. Si cada ser pensante motiva a otro a votar, se salva el país y la democracia.
2595
Habiendo 4200 religiones vigentes en el mundo, concebir una nueva que use estrategias probadas por siglos, no parece tarea difícil. Se establece una verdad, revelada en unos pocos libros. Se define un paraíso al que todos llegaremos siempre y cuando seamos fieles a la verdad. Se crea un demonio responsable de todo lo malo y se idolatra a un Mesías que nos va a conducir por el camino de salvación. No hay argumento, no hay evidencia, no hay dato alguno que puedan contradecir el dogma. Basta con tener fe en el nuevo culto. Los esfuerzos por desarmar esa fe son tan inútiles como los que se puedan hacer con la fe religiosa. La convicción está grabada en las circunvoluciones más profundas, lo que lleva a los feligreses a estrellarse con la realidad con la misma resolución de los fieles que se estrellaron contra las torres gemelas. Actuar sobre este grupo implica reconquistar el sistema educativo, empezando por las Universidades donde se forman los profesores que transmiten el culto a los más jóvenes.
El trabajo para todos los herejes, consiste en educar y motivar a la gran masa de apáticos. Hacerles ver que su asco por la política se sustenta precisamente en la apatía que permite a unos pocos usar al estado como un botín. Que en la medida en que predomine el credo, seguiremos perdiendo libertad y diseminando la pobreza.
¿Qué podemos hacer?– preguntan angustiados quienes ven al país deslizándose lentamente por el barranco del fasciscmo del siglo XXI. Toda persona que tenga una convicción firme de la importancia de la participación en política, así sea solo votando, tiene la posibilidad de convencer al menos un apático para que vote racionalmente sin dejarse llevar por ilusiones, discursos promeseros o emociones de última hora. Si cada ser pensante motiva a otro a votar, se salva el país y la democracia.
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sábado, 29 de marzo de 2025
Coca al whiskey
Ocuparse de las burradas y mentiras que salen de la presidencia se ha convertido en un ejercicio para expertos en esquizofrenia. Solo tiene sentido en la medida en que mentes ilustradas pretenden validar la imparable verborrea.
Una muestra reciente es la comparación de la coca con el whisky. En el mundo se producen 286,000 millones de litros de alcohol; 3,600 millones de adultos lo consumen, hay 283 millones de alcohólicos con 2.6 millones de muertes anuales. Esto representa un 7% de adicción,con un 2% de irrecuperables y un 0.07% de muertes. Ciertamente, esta droga legal tiene un panorama preocupante.
De coca se producen 2,757,000 kilos, es decir, 100,000 veces menos por peso y 50 veces menos por dosis. Hay 292 millones de usuarios, con una proyección de 58 millones de adictos y 500,000 muertes. La adicción atrapa al 20%, con un 12% de irrecuperables y un 0.2% de muertes.
Si el argumento es que “el whisky es peor que la cocaína”, habría que calcular qué pasaría si, en vez de alcohol, la coca fuese legal y ampliamente consumida. Habría 720 millones de adictos (frente a los 283 millones del alcohol), 86 millones de zombis (contra 5.6 millones del alcohol) y 14 millones de muertes (contra 500,000 del alcohol).
La ligereza para difundir falsedades queda probada. Sus cifras son equivocadas, mal interpretadas y buscan desinformar, distorsionando datos para reforzar su manida lucha de clases. Por eso habla de whisky, propio de ricos y presidentes, contra la coca, que asocia con campesinos pobres. Omite mencionar que en Colombia, entre cerveza y aguardiente se venden 11 billones, y el whisky representa el 4% del mercado.
Todo químico, natural o de laboratorio, que altere el estado mental tiene efectos negativos en el organismo. Todos pueden producir daños agudos por sobredosis y crónicos por adicción. Todos conducen al deterioro, la esclavitud o la muerte del consumidor.
El alcohol está integrado en la cultura de casi todos los pueblos, pese a sus efectos deletéreos sobre la salud. Legalizar y diseminar el uso de drogas solo generará más adicción, sufrimiento y muerte. Con el torpe argumento de la “guerra perdida”, habría que normalizar la enfermedad, el hambre y la pobreza, porque esas “guerras” tampoco se ganan. Queda ilustrado el daño neuronal que se genera cuando se le agrega coca al whisky.
2588
Una muestra reciente es la comparación de la coca con el whisky. En el mundo se producen 286,000 millones de litros de alcohol; 3,600 millones de adultos lo consumen, hay 283 millones de alcohólicos con 2.6 millones de muertes anuales. Esto representa un 7% de adicción,con un 2% de irrecuperables y un 0.07% de muertes. Ciertamente, esta droga legal tiene un panorama preocupante.
De coca se producen 2,757,000 kilos, es decir, 100,000 veces menos por peso y 50 veces menos por dosis. Hay 292 millones de usuarios, con una proyección de 58 millones de adictos y 500,000 muertes. La adicción atrapa al 20%, con un 12% de irrecuperables y un 0.2% de muertes.
Si el argumento es que “el whisky es peor que la cocaína”, habría que calcular qué pasaría si, en vez de alcohol, la coca fuese legal y ampliamente consumida. Habría 720 millones de adictos (frente a los 283 millones del alcohol), 86 millones de zombis (contra 5.6 millones del alcohol) y 14 millones de muertes (contra 500,000 del alcohol).
La ligereza para difundir falsedades queda probada. Sus cifras son equivocadas, mal interpretadas y buscan desinformar, distorsionando datos para reforzar su manida lucha de clases. Por eso habla de whisky, propio de ricos y presidentes, contra la coca, que asocia con campesinos pobres. Omite mencionar que en Colombia, entre cerveza y aguardiente se venden 11 billones, y el whisky representa el 4% del mercado.
Todo químico, natural o de laboratorio, que altere el estado mental tiene efectos negativos en el organismo. Todos pueden producir daños agudos por sobredosis y crónicos por adicción. Todos conducen al deterioro, la esclavitud o la muerte del consumidor.
El alcohol está integrado en la cultura de casi todos los pueblos, pese a sus efectos deletéreos sobre la salud. Legalizar y diseminar el uso de drogas solo generará más adicción, sufrimiento y muerte. Con el torpe argumento de la “guerra perdida”, habría que normalizar la enfermedad, el hambre y la pobreza, porque esas “guerras” tampoco se ganan. Queda ilustrado el daño neuronal que se genera cuando se le agrega coca al whisky.
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sábado, 22 de marzo de 2025
Soñar con colas
El aporte más visible que el estatismo le hace al paisaje urbano es la proliferación de colas. Quien haya visitado Cuba y logre ver la realidad, habrá podido constatar que hay colas para todo: cola del pan, cola del arroz, cola para que le digan que no hay nada. Una buena parte de la pobreza se explica por la genial planeación que lleva tener un buen porcentaje de la población parada haciendo colas.
La progresiva intromisión del estado en el sistema de salud está instaurando un novedoso entramado de colas cada vez más largas que son primicia en noticieros.
En la medida en que se siga el camino de reducir la libre competencia y se imponga cada vez más la planeación central, veremos como nos vamos llenando de colas para todo. Habrá que hacerlas para enfermarse y con toda seguridad para morir. Sobre todo si es por falta de medicamentos. En 40 años de ejercicio profesional, nunca había enfrentado una escasez tan grave. No hay duda que el gobierno del cambio está siendo creativo en los métodos para diezmar población. Según la nueva lógica que propone reducir el crimen cambiando el código penal, acabar con el daño de los estupefacientes legalizándolos y reducir la emisión de gases comprando los combustibles fósiles en vez de producirlos, no demora el discurso en el que se propondrá que la forma más efectiva de reducir la tasa de ciertas enfermedades, es facilitarle a los afectados su reincorporación con el polvo cósmico.
Desde luego que ministros y funcionarios repetirán la cartilla de su trasnochado instructor: no está pasando nada. Si se los confronta con la abrumadora evidencia, siempre estarán los gobiernos anteriores y la oligarquía para cargar con la culpa. Jamás reconocerán los daños de sus disparatadas políticas. Su visión de la realidad económica les impide entender que la abundancia es el resultado de cientos de años en los que la oferta se ha ido ajustando a la demanda. Incapaces de ver que el odiado mercado no es otra cosa que un pueblo demandando productos y servicios al mismo pueblo que encuentra la forma de ofrecerlos, ven vampiros y traficantes de la muerte en el esencial movimiento económico de la medicina.
Para probar su punto, llenan chivas de ilusos, confundidos y violentos con los que pretenden implantar el despotismo del tropel para probar que la oclocracia es el camino más seguro a la dictadura.
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La progresiva intromisión del estado en el sistema de salud está instaurando un novedoso entramado de colas cada vez más largas que son primicia en noticieros.
En la medida en que se siga el camino de reducir la libre competencia y se imponga cada vez más la planeación central, veremos como nos vamos llenando de colas para todo. Habrá que hacerlas para enfermarse y con toda seguridad para morir. Sobre todo si es por falta de medicamentos. En 40 años de ejercicio profesional, nunca había enfrentado una escasez tan grave. No hay duda que el gobierno del cambio está siendo creativo en los métodos para diezmar población. Según la nueva lógica que propone reducir el crimen cambiando el código penal, acabar con el daño de los estupefacientes legalizándolos y reducir la emisión de gases comprando los combustibles fósiles en vez de producirlos, no demora el discurso en el que se propondrá que la forma más efectiva de reducir la tasa de ciertas enfermedades, es facilitarle a los afectados su reincorporación con el polvo cósmico.
Desde luego que ministros y funcionarios repetirán la cartilla de su trasnochado instructor: no está pasando nada. Si se los confronta con la abrumadora evidencia, siempre estarán los gobiernos anteriores y la oligarquía para cargar con la culpa. Jamás reconocerán los daños de sus disparatadas políticas. Su visión de la realidad económica les impide entender que la abundancia es el resultado de cientos de años en los que la oferta se ha ido ajustando a la demanda. Incapaces de ver que el odiado mercado no es otra cosa que un pueblo demandando productos y servicios al mismo pueblo que encuentra la forma de ofrecerlos, ven vampiros y traficantes de la muerte en el esencial movimiento económico de la medicina.
Para probar su punto, llenan chivas de ilusos, confundidos y violentos con los que pretenden implantar el despotismo del tropel para probar que la oclocracia es el camino más seguro a la dictadura.
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viernes, 14 de marzo de 2025
Ideas
Una de las mayores señales de escaso desarrollo intelectual es creer que las ideas, por sí solas, pueden mejorar a la humanidad de forma automática.
Quien piensa que tener una idea brillante equivale a haber dado el gran salto hacia la transformación, está perdido.
Inventar algo como un bombillo no consiste en ver un rayo e imaginar que la electricidad puede producir luz. Implica estudiar y entender la física de los electrones y realizar miles de experimentos durante años hasta lograr un prototipo imperfecto, que luego será mejorado por otros.
Idear un nuevo tipo de comida para un restaurante está muy lejos de crear una exitosa cadena que genere empleo y sea apreciada por todos. Convertir la idea en realidad exige planificación, cálculos, integración de equipos, motivación, creación de estándares y una infinidad de detalles, cada uno desarrollado por un especialista en un área específica.
Tener la idea para un libro es apenas una mínima parte del proceso. Es necesario poseer talento, haber leído mucho, conocer distintos estilos y géneros, además de someter el texto a revisiones, correcciones y la compleja tarea de editarlo, distribuirlo y promocionarlo, para que finalmente llegue a un público que decidirá si lo lee o no.
Todo lo valioso en nuestra existencia ha surgido de ideas convertidas en realidad. Sin embargo, pocos comprenden que el verdadero valor está en el arduo y difícil proceso de aplicación. Lo que sí resulta muy popular, es la falsa creencia de que tener fe en un conjunto de ideas, generalmente llamado ideología, equivale a tener resueltos los problemas. Basta con que sean bonitas y el pueblo también se las crea.
Por eso abundan quienes ascienden a cargos de gobierno con la cabeza llena de ideas, pero sin experiencia en ejecución. Han pasado su vida criticando el trabajo ajeno, y cuando finalmente deben HACER, descubren que nada les resulta porque no saben cómo. Aún si se asumen buenas intenciones, chambonean y dilapidan recursos. Esto lo está aprendiendo el compañero Presidente cuando habla de lidiar con la "praxis". Desconocen las innumerables disciplinas que demandan años de formación para dominar competencias que son imprescindibles. Al final, no les queda más opción que continuar con sus diletantes discursos, ocultando su incapacidad al culpar a los demás.
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viernes, 7 de marzo de 2025
Hackear la mente
Si usted cree que los engaños son para los demás, porque está “vacunado”, conoce todas las trampas y no hay posibilidad de que lo engañen, entonces reúne los requisitos para que le hackeen la mente.
Usted se mueve como pez en el agua por internet. Tiene cuentas en varias redes y usa con comodidad los programas de mensajería. Lee lo que su mente le pide y opina lo que quiere sobre cualquier tema cuando le parece. Nadie puede limitar su libertad ni influenciar su libre albedrío. En la medida en que viva aferrado a esta linda ilusión, su mente será cada vez más controlada: inducen sus opiniones, sus compras, sus simpatías, sus odios y su voto.
Tal vez le interese saber que hay cientos de ingenieros diseñando algoritmos capaces de conocerlo mejor de lo que usted mismo se conoce, con solo analizar su patrón de clics y lo que con tanta ligereza publica en redes. Luego, lo “alimentan” con lo que saben que lo engancha. ¿Alguna vez le llegó un video y pensó: “Lo veo en dos minutos y sigo en lo que estaba”, para terminar, una hora después, atrapado en una cadena de 20 videos que “usted escogió”? ¿Se ha aterrado al hablar de algo y luego ver un anuncio relacionado al abrir el celular? ¿Concluyó que lo están espiando a través del micrófono y que esa es una terrible intromisión en su vida? Es peor. No es que lo escuchen, es que lo conocen mejor que su propia madre y pueden predecir sus intereses.
Si hablamos de la gaseosa que “prefiere” o del zapato que “escoge”, el tema parece inofensivo: solo le están quitando dinero. Pero si hablamos de una elección o del grupo al que ha decidido odiar, las consecuencias pueden ser dramáticas. Si no lo cree, ¿por qué será que los peores matones son elegidos? Y peor aún, ¿por qué se logran perpetuar, gracias al respaldo de grandes sectores de la población, pese a sus descaradas mentiras, sus confusos discursos, sus ridículas explicaciones y su evidente desconocimiento de valores y principios que antes eran pilares de la diplomacia, la decencia y la cortesía?
No hay que dejarse apabullar por el dominio de quienes reúnen el perfil de capos mafiosos, haciendo “ofertas que no se pueden rechazar”, chantajeando con su poder y amenazando a quienes no se arrodillan. Como ocurrió hace 90 años, los Matones Unidos pasarán, y quedarán unos votantes con mejor capacidad para tomar decisiones.
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Usted se mueve como pez en el agua por internet. Tiene cuentas en varias redes y usa con comodidad los programas de mensajería. Lee lo que su mente le pide y opina lo que quiere sobre cualquier tema cuando le parece. Nadie puede limitar su libertad ni influenciar su libre albedrío. En la medida en que viva aferrado a esta linda ilusión, su mente será cada vez más controlada: inducen sus opiniones, sus compras, sus simpatías, sus odios y su voto.
Tal vez le interese saber que hay cientos de ingenieros diseñando algoritmos capaces de conocerlo mejor de lo que usted mismo se conoce, con solo analizar su patrón de clics y lo que con tanta ligereza publica en redes. Luego, lo “alimentan” con lo que saben que lo engancha. ¿Alguna vez le llegó un video y pensó: “Lo veo en dos minutos y sigo en lo que estaba”, para terminar, una hora después, atrapado en una cadena de 20 videos que “usted escogió”? ¿Se ha aterrado al hablar de algo y luego ver un anuncio relacionado al abrir el celular? ¿Concluyó que lo están espiando a través del micrófono y que esa es una terrible intromisión en su vida? Es peor. No es que lo escuchen, es que lo conocen mejor que su propia madre y pueden predecir sus intereses.
Si hablamos de la gaseosa que “prefiere” o del zapato que “escoge”, el tema parece inofensivo: solo le están quitando dinero. Pero si hablamos de una elección o del grupo al que ha decidido odiar, las consecuencias pueden ser dramáticas. Si no lo cree, ¿por qué será que los peores matones son elegidos? Y peor aún, ¿por qué se logran perpetuar, gracias al respaldo de grandes sectores de la población, pese a sus descaradas mentiras, sus confusos discursos, sus ridículas explicaciones y su evidente desconocimiento de valores y principios que antes eran pilares de la diplomacia, la decencia y la cortesía?
No hay que dejarse apabullar por el dominio de quienes reúnen el perfil de capos mafiosos, haciendo “ofertas que no se pueden rechazar”, chantajeando con su poder y amenazando a quienes no se arrodillan. Como ocurrió hace 90 años, los Matones Unidos pasarán, y quedarán unos votantes con mejor capacidad para tomar decisiones.
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viernes, 28 de febrero de 2025
El engaño politico
La molestia con el engaño es una de las expresiones más críticas a los políticos. Todos los candidatos engañan. Una cosa es lo que dicen en campaña y otra lo que hacen en el poder. Lo que no se comprende es que el origen del engaño está en la esencia de la democracia. Al elegir un candidato, no escogemos qué partes de su programa nos gustan. Debemos aceptar el “paquete completo” tal como lo diseñó. Votamos por él porque nos parece el menos malo o el más cercano a nuestro pensamiento. Pero, una vez en el cargo, muchas de sus decisiones no nos gustan y las promesas que nos motivaron a votar por él son incumplibles. Por su lado, la mitad de la población que votó en contra, se ve obligada a convivir con un programa que rechazó.
Esta situación genera descontento, escepticismo y arrasa con el respaldo al elegido. Aún asumiendo que se habla con la verdad. Cuando en realidad nos encanta que nos engañen. Queremos oír propuestas atractivas, inmediatas y fáciles de entender. Un político astuto identificará los temas que más preocupan y ofrecerá soluciones simples y efectistas.
El ciclo esperanza-frustración es parte del juego democrático. Pero cuando el engaño tiene como propósito destruir la democracia, las consecuencias pueden ser devastadoras. Si Lenin o Hitler hubiesen revelado sus verdaderas intenciones, su votación habría sido minúscula. Son muy conocidos los videos de Chávez y de Fidel, en los que se presentan como defensores de la libre empresa, la propiedad privada y las instituciones democráticas, comprometiéndose a entregar el poder cumplidamente.
No se puede decir que el engaño del Gran Narciso haya sido excepcional. Aunque acudió a una notaría para garantizar que respetaría la Constitución, un análisis cuidadoso de sus propuestas, el lenguaje de sus discursos, sus simpatías y alianzas, combinado con su reconocida ineptitud permitían predecir la debacle. El aumento del crimen organizado y desorganizado, la fuga de capitales y talentos, el derroche, la corrupción y el nepotismo sin precedentes, junto con la caída de todos los indicadores de prosperidad, son el resultado de unas ideas equivocadas y la ejecución de un equipo de gobierno discapacidado, ignorante y sin experiencia de gestión.
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Esta situación genera descontento, escepticismo y arrasa con el respaldo al elegido. Aún asumiendo que se habla con la verdad. Cuando en realidad nos encanta que nos engañen. Queremos oír propuestas atractivas, inmediatas y fáciles de entender. Un político astuto identificará los temas que más preocupan y ofrecerá soluciones simples y efectistas.
El ciclo esperanza-frustración es parte del juego democrático. Pero cuando el engaño tiene como propósito destruir la democracia, las consecuencias pueden ser devastadoras. Si Lenin o Hitler hubiesen revelado sus verdaderas intenciones, su votación habría sido minúscula. Son muy conocidos los videos de Chávez y de Fidel, en los que se presentan como defensores de la libre empresa, la propiedad privada y las instituciones democráticas, comprometiéndose a entregar el poder cumplidamente.
No se puede decir que el engaño del Gran Narciso haya sido excepcional. Aunque acudió a una notaría para garantizar que respetaría la Constitución, un análisis cuidadoso de sus propuestas, el lenguaje de sus discursos, sus simpatías y alianzas, combinado con su reconocida ineptitud permitían predecir la debacle. El aumento del crimen organizado y desorganizado, la fuga de capitales y talentos, el derroche, la corrupción y el nepotismo sin precedentes, junto con la caída de todos los indicadores de prosperidad, son el resultado de unas ideas equivocadas y la ejecución de un equipo de gobierno discapacidado, ignorante y sin experiencia de gestión.
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viernes, 21 de febrero de 2025
Pobre Salud
Se cierran salas de atención obstétrica y neonatal. Cientos de clínicas y hospitales están al borde de la quiebra debido a carteras irrecuperables. Enfermos desesperados protestan ante las EPS.
La crisis financiera del sistema de salud es cada vez más grave, pero sus raíces no son las que repiten los compañeros históricos. Es cierto que existen casos de corrupción y abuso dentro del sistema, con directivos de EPS, clínicas e incluso médicos que han abusado. Pero estos casos son minoritarios en comparación con la gran mayoría que actúa con honestidad y profesionalismo.
La realidad es que la mayoría de las EPS y los prestadores de servicios médicos han brindado atención de alta calidad a precios considerablemente más bajos que en otros países. Esto ha sido posible gracias a la inventiva y eficiencia de administradores que han aprendido a controlar costos sin sacrificar la calidad, así como al esfuerzo de los médicos, quienes han aceptado algunas de las tarifas de honorarios más bajas del mundo. El 70 % de los servicios de salud es prestado por manos privadas con una calidad igual o superior a la del mundo desarrollado, pero a una fracción del costo.
Si bien no existen estudios formales, quienes trabajamos en la primera línea del sufrimiento y hemos viajado por el mundo constatamos la gran eficiencia de los prestadores colombianos. Si tuviéramos más autoestima y fuésemos capaces de difundir lo que hacemos, podríamos contribuir a reducir las largas listas de espera en países desarrollados, que atormentan a los enfermos.
Las cirugías y procedimientos realizados en Colombia cuentan con equipos e insumos de calidad equivalente a los estándares internacionales, pero con tarifas mucho más accesibles. Esto ha sido un salvavidas para quienes no pueden costear tratamientos en los países donde residen, así como para todos los desatendidos por fallos dell sistema.
La raíz de la crisis no está en la cacareada corrupción, sino en la insuficiencia de recursos. Las EPS han intentado cubrir todos los bellos deseos, pero se enfrentan a una realidad económica limitada. La salud para todos es un ideal noble, pero sin los recursos adecuados se convierte en una falacia. Se proclama el derecho de todos a recibir todo, pero, al ignorar la realidad, solo la rosca política y quienes tienen recursos propios lo obtienen.
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La crisis financiera del sistema de salud es cada vez más grave, pero sus raíces no son las que repiten los compañeros históricos. Es cierto que existen casos de corrupción y abuso dentro del sistema, con directivos de EPS, clínicas e incluso médicos que han abusado. Pero estos casos son minoritarios en comparación con la gran mayoría que actúa con honestidad y profesionalismo.
La realidad es que la mayoría de las EPS y los prestadores de servicios médicos han brindado atención de alta calidad a precios considerablemente más bajos que en otros países. Esto ha sido posible gracias a la inventiva y eficiencia de administradores que han aprendido a controlar costos sin sacrificar la calidad, así como al esfuerzo de los médicos, quienes han aceptado algunas de las tarifas de honorarios más bajas del mundo. El 70 % de los servicios de salud es prestado por manos privadas con una calidad igual o superior a la del mundo desarrollado, pero a una fracción del costo.
Si bien no existen estudios formales, quienes trabajamos en la primera línea del sufrimiento y hemos viajado por el mundo constatamos la gran eficiencia de los prestadores colombianos. Si tuviéramos más autoestima y fuésemos capaces de difundir lo que hacemos, podríamos contribuir a reducir las largas listas de espera en países desarrollados, que atormentan a los enfermos.
Las cirugías y procedimientos realizados en Colombia cuentan con equipos e insumos de calidad equivalente a los estándares internacionales, pero con tarifas mucho más accesibles. Esto ha sido un salvavidas para quienes no pueden costear tratamientos en los países donde residen, así como para todos los desatendidos por fallos dell sistema.
La raíz de la crisis no está en la cacareada corrupción, sino en la insuficiencia de recursos. Las EPS han intentado cubrir todos los bellos deseos, pero se enfrentan a una realidad económica limitada. La salud para todos es un ideal noble, pero sin los recursos adecuados se convierte en una falacia. Se proclama el derecho de todos a recibir todo, pero, al ignorar la realidad, solo la rosca política y quienes tienen recursos propios lo obtienen.
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lunes, 17 de febrero de 2025
El anhelado cambio
Sin importar la ubicación en el espectro ideológico, casi sin excepción, todo el que opina sobre Colombia sostiene la necesidad de un cambio para acabar con la corrupción y la inequidad, que tienen la connotación de una maldición de los cielos.
Si el analista se inclina hacia la izquierda, el cambio implica estatizar, subir impuestos, controlar precios, intervenir la justicia, las elecciones, la prensa y aplicar una larga lista de regulaciones y barreras que “aseguren la justicia social”. Lo llaman cambiar el sistema.
Si se inclina hacia la derecha, defiende la propiedad privada, la libertad de empresa, el respeto a los precios establecidos por el mercado, la separación de poderes y la libertad de opinión. Aún así, coincide en lograr un sistema que de igualdad de oportunidades, educación y salud gratuitas, garantizadas por el Estado y la obligación de quienes logran cierta prosperidad de contar con un brazo social. Se apoyará en la moral cristiana y encontrará muchas coincidencias con la teología de la liberación.
Si analizamos la inequidad, es cierto que en el índice de Gini salimos mal, pero hay que considerar que su cálculo ignora la informalidad (consecuencia del exceso de regulaciones, controles y tributos) y se basa en encuestas de percepción. Su confiabilidad genera dudas: según este índice, EE. UU. está peor que Haití y Bolivia, mientras que Venezuela aparece mejor que Costa Rica. Quienes se lamentan por nuestro Gini deberían preguntarse cuántas balsas van de Florida a Haití. Además, en distribución de riqueza estamos mejor que EE. UU., Brasil y Rusia, y en desarrollo humano estamos a la par de México, Brasil y China.
Si queremos disminuir la inequidad y la corrupción el remedio no consiste en más Estado. Somos pobres por la violencia y la corrupción del estatismo. Para prosperar, basta con leer nuestro escudo: Libertad y Orden.
El cambio necesario consiste en aplicar una fórmula probada: reducir el poder de las bandas criminales, fortaleciendo la justicia. Al recobrar la confianza y la libertad que da la paz, la economía florece. Regresan los talentos colombianos y se atraen otros. Para entenderlo, no hay que estudiar economía; basta con comparar cómo evolucionaron los índices entre 2002 y 2010 y cómo han cambiado desde 2023. Se está probando que el cambio puede ser para empeorar.
Si el analista se inclina hacia la izquierda, el cambio implica estatizar, subir impuestos, controlar precios, intervenir la justicia, las elecciones, la prensa y aplicar una larga lista de regulaciones y barreras que “aseguren la justicia social”. Lo llaman cambiar el sistema.
Si se inclina hacia la derecha, defiende la propiedad privada, la libertad de empresa, el respeto a los precios establecidos por el mercado, la separación de poderes y la libertad de opinión. Aún así, coincide en lograr un sistema que de igualdad de oportunidades, educación y salud gratuitas, garantizadas por el Estado y la obligación de quienes logran cierta prosperidad de contar con un brazo social. Se apoyará en la moral cristiana y encontrará muchas coincidencias con la teología de la liberación.
Si analizamos la inequidad, es cierto que en el índice de Gini salimos mal, pero hay que considerar que su cálculo ignora la informalidad (consecuencia del exceso de regulaciones, controles y tributos) y se basa en encuestas de percepción. Su confiabilidad genera dudas: según este índice, EE. UU. está peor que Haití y Bolivia, mientras que Venezuela aparece mejor que Costa Rica. Quienes se lamentan por nuestro Gini deberían preguntarse cuántas balsas van de Florida a Haití. Además, en distribución de riqueza estamos mejor que EE. UU., Brasil y Rusia, y en desarrollo humano estamos a la par de México, Brasil y China.
Si queremos disminuir la inequidad y la corrupción el remedio no consiste en más Estado. Somos pobres por la violencia y la corrupción del estatismo. Para prosperar, basta con leer nuestro escudo: Libertad y Orden.
El cambio necesario consiste en aplicar una fórmula probada: reducir el poder de las bandas criminales, fortaleciendo la justicia. Al recobrar la confianza y la libertad que da la paz, la economía florece. Regresan los talentos colombianos y se atraen otros. Para entenderlo, no hay que estudiar economía; basta con comparar cómo evolucionaron los índices entre 2002 y 2010 y cómo han cambiado desde 2023. Se está probando que el cambio puede ser para empeorar.
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viernes, 7 de febrero de 2025
Autorretrato
Los prudentes asumen que Petro tiene que estar borracho o drogado para escribir o expresar sus disparates con tanto desparpajo. Pero él se aplica a probar que ese es su estado natural. La carta de amor a Trump, las declaraciones que siguieron y su show de desgobierno en vivo son joyas para los estudiosos de la enfermedad mental.
Expone su alma violenta con lo unico que lo emocionó de Washington: las barricadas de los barrios negros, reminiscentes de los “estallidos” que organizó y lo hacen delirar con la recuperación de Panamá.
Exuda narcisismo. Él es único, el último Aureliano, el legatario de la espada de Bolívar, dispuesto a morir envuelto en su bandera de dignidad.
Involucra al país en su megalomanía: como Colombia es el centro del mundo, él preside el planeta y ésta es la cuna del arte y la libertad.
El sabe que “su pueblo” y la humanidad lo respaldan y quienes no, son esclavistas y fachos. Por eso invita a Trump a sumarse a la “histórica” tarea de tumbar o matar a tan gloriosa víctima.
Revela su racismo al restregarle al hombre naranja la superioridad del mestizaje, que diluye los determinantes genéticos de enfermedad. Confunde raza con cultura ignorando las ventajas de la anglosajona. No entiende el valor del esfuerzo individual, el trabajo duro, el estímulo a la iniciativa y la innovación con protección de la propiedad intelectual y física, el rechazo institucional a todas las formas de violencia que ha producido un entramado de prosperidad envidiado por el mundo y que tantos quieren disfrutar. Ese es precisamente el origen de la crisis de los migrantes.
Refuerza su sesgo ideológico al declararse seguidor de Noam Chomsky, padre intelectual de la idiotez latinoamericana y reafirma su cantaleta del fin de la humanidad.
Le sobró recalcar sus dos rasgos más conocidos. Su afición por el whisky y su terquedad sublime.
Se declara dueño de flamantes tonterías. Sin explicar desde cuando estaba cerrada, declara que Colombia se abrirá al mundo al que le venderemos… maíz!!!. ¿Será el mismo maíz que importamos de Estados Unidos? ¿Venderemos todas las 6 millones de toneladas que les compramos? No producimos ni el 20% de nuestro consumo.
En medio del adornado sancocho, una sola verdad: “Nuestros pueblos son ingenuos y amables”. Por eso se engañan con facilidad usando una verborrea confusa y votan equivocadamente.
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Expone su alma violenta con lo unico que lo emocionó de Washington: las barricadas de los barrios negros, reminiscentes de los “estallidos” que organizó y lo hacen delirar con la recuperación de Panamá.
Exuda narcisismo. Él es único, el último Aureliano, el legatario de la espada de Bolívar, dispuesto a morir envuelto en su bandera de dignidad.
Involucra al país en su megalomanía: como Colombia es el centro del mundo, él preside el planeta y ésta es la cuna del arte y la libertad.
El sabe que “su pueblo” y la humanidad lo respaldan y quienes no, son esclavistas y fachos. Por eso invita a Trump a sumarse a la “histórica” tarea de tumbar o matar a tan gloriosa víctima.
Revela su racismo al restregarle al hombre naranja la superioridad del mestizaje, que diluye los determinantes genéticos de enfermedad. Confunde raza con cultura ignorando las ventajas de la anglosajona. No entiende el valor del esfuerzo individual, el trabajo duro, el estímulo a la iniciativa y la innovación con protección de la propiedad intelectual y física, el rechazo institucional a todas las formas de violencia que ha producido un entramado de prosperidad envidiado por el mundo y que tantos quieren disfrutar. Ese es precisamente el origen de la crisis de los migrantes.
Refuerza su sesgo ideológico al declararse seguidor de Noam Chomsky, padre intelectual de la idiotez latinoamericana y reafirma su cantaleta del fin de la humanidad.
Le sobró recalcar sus dos rasgos más conocidos. Su afición por el whisky y su terquedad sublime.
Se declara dueño de flamantes tonterías. Sin explicar desde cuando estaba cerrada, declara que Colombia se abrirá al mundo al que le venderemos… maíz!!!. ¿Será el mismo maíz que importamos de Estados Unidos? ¿Venderemos todas las 6 millones de toneladas que les compramos? No producimos ni el 20% de nuestro consumo.
En medio del adornado sancocho, una sola verdad: “Nuestros pueblos son ingenuos y amables”. Por eso se engañan con facilidad usando una verborrea confusa y votan equivocadamente.
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viernes, 31 de enero de 2025
Dignidad
Es la palabra más socorrida por quienes se inflan llamándose progresistas, aunque sus ideas generen tan evidente regresión. Fue la favorita de Fidel para aislar a Cuba y condenarla a una pobreza irremediable, llevando a la mayoría de los cubanos a vidas miserables y forzándolos a huir en balsas, al realizar que perdían toda opción para una vida digna. Abandonar su país, su entorno y su familia es el mayor golpe a la dignidad de una persona. El destierro se consideró por siglos peor castigo que la cárcel o la muerte.
Es la palabra que brilló en una mente turbada en la mitad de la noche, desatando un absurdo duelo de narcisos. El loro tropical desafió al oso blanco y salió desplumado. Un arranque impulsivo que nada tiene de valentía, sino que está cargado de irracionalidad y desprecio por las consecuencias para su país. Más allá de las fijaciones ideológicas, es fácil entender que es mucho más inteligente cooperar con los poderosos, esquivando abusos con astucia. Japón, Alemania e Italia lo hicieron tras humillantes derrotas, y muchas naciones pequeñas han prosperado priorizando la cooperación y el lenguaje respetuoso sobre el discurso hirsuto y agresivo. En cambio, quienes eligen la confrontación siguen el camino seguro de la pobreza.
Honradez, nobleza, integridad y coraje son valores admirables, pero cuando nacen de un ego desproporcionado, llevan a un país al desastre. Vociferar orgullo no otorga superioridad; basta con revisar los discursos guerreristas que han desatado las peores tragedias. Pueden tener siempre una amplia corte de áulicos que aplauden pero termina sufriendo una gran masa empobrecida.
No podemos confundir el impasse con un asunto de principios. Condenamos con firmeza el trato de criminales a unos desvalidos migrantes. Se trata de gobernar con sensatez y no con arranques emocionales de un trasnochado incapaz de medir las consecuencias de un twitazo. De consultar opiniones y discutir opciones creativas y prudentes. Para no mencionar su carta de amor a Trump, una joya para una clase de psiquiatría, confirmatoria de la severidad de su trastorno, que merece toda una nota.
En medio de todo el barullo que se produjo, reconforta ver que el país, incluyendo a sus cercanos colaboradores, demostró la capacidad para negarse a seguir el camino de la indignidad de un trastocado aspirante a poeta.
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Es la palabra que brilló en una mente turbada en la mitad de la noche, desatando un absurdo duelo de narcisos. El loro tropical desafió al oso blanco y salió desplumado. Un arranque impulsivo que nada tiene de valentía, sino que está cargado de irracionalidad y desprecio por las consecuencias para su país. Más allá de las fijaciones ideológicas, es fácil entender que es mucho más inteligente cooperar con los poderosos, esquivando abusos con astucia. Japón, Alemania e Italia lo hicieron tras humillantes derrotas, y muchas naciones pequeñas han prosperado priorizando la cooperación y el lenguaje respetuoso sobre el discurso hirsuto y agresivo. En cambio, quienes eligen la confrontación siguen el camino seguro de la pobreza.
Honradez, nobleza, integridad y coraje son valores admirables, pero cuando nacen de un ego desproporcionado, llevan a un país al desastre. Vociferar orgullo no otorga superioridad; basta con revisar los discursos guerreristas que han desatado las peores tragedias. Pueden tener siempre una amplia corte de áulicos que aplauden pero termina sufriendo una gran masa empobrecida.
No podemos confundir el impasse con un asunto de principios. Condenamos con firmeza el trato de criminales a unos desvalidos migrantes. Se trata de gobernar con sensatez y no con arranques emocionales de un trasnochado incapaz de medir las consecuencias de un twitazo. De consultar opiniones y discutir opciones creativas y prudentes. Para no mencionar su carta de amor a Trump, una joya para una clase de psiquiatría, confirmatoria de la severidad de su trastorno, que merece toda una nota.
En medio de todo el barullo que se produjo, reconforta ver que el país, incluyendo a sus cercanos colaboradores, demostró la capacidad para negarse a seguir el camino de la indignidad de un trastocado aspirante a poeta.
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