“La paz se hace con el enemigo” escribió Rodrigo Guerrero, médico, salubrista, exalcalde de Cali, maestro lúcido que desarmaba los gritos con argumentos. En las aulas, enfrentaba a los “revolucionarios” que agitaban consignas. Él respondía con razones. Al final, solo les quedaba el ruido. Sabía desnudar la torpeza.
Repasando sus escritos en los que enfoca la violencia como un problema de salud pública, presenta un análisis racional de sus causas y la medición cuidadosa de los efectos de las intervenciones. Sigue la tasa de homicidios por 100.000 habitantes, una de las medidas más usadas en el mundo como indicador del nivel de violencia. Colombia ha cargado como un cáncer una de las tasas más altas del mundo y Cali es la ciudad campeona de la muerte en el país, con tasas que en los últimos 15 años que han oscilado entre 90 y 50, con la caída más dramática –30%–precisamente en la segunda alcaldía del Dr. Guerrero. Logró cambiar la cháchara de paz por prevención efectiva.
Aún así, asumo el riesgo de disentir con el experto. Para hacer la paz con el enemigo, es preciso que exista. En la guerra entre países, el enemigo tiene bandera. En la guerra civil, un bando, una causa. Pero aquí no hay guerra. Hay crimen. Bandas armadas que se disfrazan de proyecto político. Narcos con discurso. Sicarios con retórica.
La cultura de violencia en Colombia comienza por adoptar el lenguaje de la guerra para describir la proliferación y empoderamiento de bandas armadas con estructura y comportamiento típicamente criminal. Han logrado envolverse en un discurso político que toda la sociedad incorpora. Por eso se puede hablar de “cultura”. Algo en lo que todo el mundo cree.Tanto que su vocero más preclaro fue elegido presidente y desde ese cargo es su más firme defensor. Pero en realidad no hay un “enemigo” porque no hay guerra. Solo criminalidad desbordada, que ahora exige diálogo, cuotas, pactos. Si creemos en los números, la caída más profunda en homicidios —50%— se dio durante el gobierno de Álvaro Uribe, cuando se les llamó por su nombre: delincuentes. Hoy, en cambio, empoderados, expanden su influencia y sus dominios, repitiendo el gastado y anacrónico relato de la lucha armada que no tiene sustento alguno en la realidad.
En la mal llamada “paz total”, la mal llamada “guerra” sigue con su horrenda cuota de muertes.
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domingo, 20 de abril de 2025
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