domingo, 23 de noviembre de 2025

Estadolatría

Quedan muy pocos que creen en el comunismo tal como lo concibió Marx y lo aplicaron Stalin, Mao y Fidel. La mayoría reconoce que esas propuestas crearon una gran masa empobrecida dominada por una élite violenta. Sin embargo, gran parte de la filosofía política actual sigue influida por el socialismo. “No creo en el Estado pequeño”, puede sentenciar un reconocido capitalista.
El modelo predominante es una democracia liberal con un Estado fuerte que regula todo y se responsabiliza del bienestar general. “A la manera de las socialdemocracias escandinavas”. Pero no se entiende que, aunque los principios generales sean loables, es el detalle cuantitativo lo que lleva al desastre. Tan simple como que no se puede repartir riqueza que no existe.
Un mito recurrente afirma que, si se repartiera la fortuna de los más ricos, se solucionarían los problemas. En Colombia, confiscar la riqueza de los billonarios cubriría solo tres meses del presupuesto nacional. Este mito imagina la riqueza como monedas de oro en baules , cuando en realidad está representada por empresas que generan empleos y prosperidad. Por ejemplo, las 77.000 personas que viven dignamente gracias a las empresas de Luis Carlos Sarmiento.
“El Estado tiene la obligación de garantizar la salud a todos los colombianos”, escribe una campeona de la libre empresa. Pero, ¿y eso tan bonito cuanto cuesta? ¿De dónde salen los recursos? “Del Estado”, responden Petro, gremios médicos, y hasta los más “neoliberales”. Pocos se preguntan quién es realmente el Estado: son personas que administran recursos confiscados a quienes trabajan y producen. Al no ser fruto de su propio esfuerzo, padecen la propensión a que parte de esos recursos tiendan a deslizarse hacia sus bolsillos, lo que los lleva a querer confiscar cada vez más. (léase reformas tributarias)
Las necesidades son infinitas, pero si todos creen que quien debe satisfacerlas es el Estado, la riqueza se reduce gradualmente al pasar de manos productivas a improductivas. Como no se hace el diagnóstico correcto, el remedio es cada vez más Estado, en un ciclo de pobreza comprobado por Cuba, Venezuela y Argentina. En la obsesión por la equidad se escoge ignorar que en las economías liberales, el ingreso de los pobres es diez veces mayor que en las estatizadas. No se logra entender que el exceso de Estado y la falta de libertad son los ingredientes de la pobreza.
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