Los parásitos invaden un organismo, crecen, se multiplican, y consumen sin aportar. Si las defensas no actúan, no se detienen hasta matar a su víctima; entonces comienzan a morir por falta de sustento o saltan desesperados buscando otro huésped.
La riqueza de las sociedades se puede determinar por el balance entre personas que producen y las que solo consumen.
El capitalismo padece parásitos que viven únicamente de una renta pero en la medida en que no aportan, el mercado los va eliminando. En cambio el socialismo busca multiplicar a quienes creen tener el derecho a recibir sin necesidad de producir. Poco a poco, la generación de riqueza y bienestar se agotan y el organismo-país comienza a desfallecer.
Los parásitos, que al principio chupaban felices mientras el cuerpo estaba gordo y rozagante, terminan peleándose por los restos demacrados hasta encontrarse con los huesos. No les queda más opción que saltar, incluso en maltrechas balsas o por peligrosas trochas, para buscar sustento en otros lugares.
Quienes conciben una sociedad de parásitos no logran entender lo que ocurre. Su mantra ha sido combatir el egoísmo y culpar al mercado por la supuesta perversidad del dinero. Mientras piden sacrificio y austeridad a los demás, justifican moralmente el abuso del poder y disfrutan de una opulencia robada.
A medida que la escasez y la pobreza aumentan, aplican más controles, más prohibiciones, más subsidios y menos libertad, cerrando así el círculo de la miseria. Un sector se dedica a producir, y surge la economía subterránea con un mercado negro que mantiene al famélico organismo con vida, aunque con un dramático incremento de la desigualdad.
Es sorprendente que una teoría diseñada para explicar y resolver la pobreza —que no resistió un análisis de coherencia teórica y que, en la práctica, ha generado tanto sufrimiento— siga colonizando mentes que se niegan a estudiar una realidad tan sencilla de sumar y restar.
Es comprensible que influya en mentes jóvenes que, sin haber trabajado nunca, solo perciben derechos y consideran que todo está mal hecho. Sin embargo, cuando personas maduras repiten esta misma cantaleta, queda al descubierto que el discurso igualitario es una farsa. Lo usan para obtener votos y así ascender a niveles de riqueza que jamás habrían alcanzado con su propio trabajo y talento.
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viernes, 6 de diciembre de 2024
lunes, 2 de diciembre de 2024
Nukeados
Los americanos que todo lo abrevian, hablan de “nukes”, para referirse a las bombas nucleares. Con Ucrania calentándose muchos han vuelto a revisar los arsenales y el significado de una guerra nuclear, y así calcular cuántas veces se puede destruir el planeta con la “limitada colección” que lucen los 9 miembros del Club de Exterminio. Desde las 20 de Corea del Norte hasta las 5977 de Rusia solo se puede meditar en cuanta estupidez hay que sumar para seguir caminando por el filo del precipicio. Un documental de Hiroshima, es espeluznante. No cabe en la imaginación, multiplicarlo por treinta mil. No puede ser que la suma de todas las arrogancias y ficciones de unos pocos puedan poner a la humanidad en riesgo de extinción.
Pero asusta revisar la historia de barbarie que han sido las guerras. Desde que los primeros grupos de machos inventaron historias para salir a matar al prójimo, primero con palos y cuchillos, y luego con fusiles, cañones, bombas y misiles demostraron que tienen una gran creatividad para mejorar la eficiencia en destrucción y muerte. Con visos de imbecilidad difíciles de creer. Alinear 10.000 jovencitos de un lado, para que se disparan mutuamente con 12.000 que están al frente pareciera de una crueldad inadmisible pero es lo que se sigue repitiendo con tanques, artillería y bombardeos. Buena parte del oficio de la historia, ha sido contar los muertos, que guardan estrecha relación con el tamaño del monumento que sustenta el mito de la “Gloria”. No sea que las futuras generaciones entren en razón y dejen de matarse.
Por un tiempo se pensó que la cadena de horrores se vería interrumpida con la invención de los “nukes” pues su uso no permite terminar en la victoria de un bando sino en un absurdo suicido colectivo, que se extiende a todo el planeta.
Pero ahí están, a un botón que puede activar el dedo inquieto de un enfermo mental que ha decidido creer la elaborada sarta de falacias de su distorsionada mente. ¡Imposible! nos repetimos mientras Kim y Putin siguen blandiendo sus cohetes.
Que la estupidez humana es infinita, ya lo dijo quien sentó las bases físicas para llegar a la barbaridad nuclear. Ojalá haya tiempo para educar en psicopatología y no seguir entregando poder a enfermos mentales, y que ellos puedan desarmar sus juguetes mortales mientras ellas se sientan a dialogar y cooperar.
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Pero asusta revisar la historia de barbarie que han sido las guerras. Desde que los primeros grupos de machos inventaron historias para salir a matar al prójimo, primero con palos y cuchillos, y luego con fusiles, cañones, bombas y misiles demostraron que tienen una gran creatividad para mejorar la eficiencia en destrucción y muerte. Con visos de imbecilidad difíciles de creer. Alinear 10.000 jovencitos de un lado, para que se disparan mutuamente con 12.000 que están al frente pareciera de una crueldad inadmisible pero es lo que se sigue repitiendo con tanques, artillería y bombardeos. Buena parte del oficio de la historia, ha sido contar los muertos, que guardan estrecha relación con el tamaño del monumento que sustenta el mito de la “Gloria”. No sea que las futuras generaciones entren en razón y dejen de matarse.
Por un tiempo se pensó que la cadena de horrores se vería interrumpida con la invención de los “nukes” pues su uso no permite terminar en la victoria de un bando sino en un absurdo suicido colectivo, que se extiende a todo el planeta.
Pero ahí están, a un botón que puede activar el dedo inquieto de un enfermo mental que ha decidido creer la elaborada sarta de falacias de su distorsionada mente. ¡Imposible! nos repetimos mientras Kim y Putin siguen blandiendo sus cohetes.
Que la estupidez humana es infinita, ya lo dijo quien sentó las bases físicas para llegar a la barbaridad nuclear. Ojalá haya tiempo para educar en psicopatología y no seguir entregando poder a enfermos mentales, y que ellos puedan desarmar sus juguetes mortales mientras ellas se sientan a dialogar y cooperar.
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