La cultura —en su definición pomposa— es “el conjunto de conocimientos, creencias, valores, costumbres y formas de vida que caracterizan a una sociedad”. En otras palabras: lo que creemos es lo que somos, y eso lo contamos con palabras que se vuelven costumbre y determinan comportamientos. Las repetimos, las transmitimos, las convertimos en hábitos… y, ¡zas!, un buen día descubrimos que somos pobres y violentos gracias a nuestra semántica.
Por supuesto, la evolución no es espontánea: la diseñan quienes sueñan con reprogramar cerebros. Y la “intelectualidad” —esa tropa de opinadores profesionales— repite el libreto con la banalidad de un papagayo en misa. Cualquier extranjero con dos dedos de frente lo notaría, pero aquí el neolenguaje se celebra como genialidad.
Pocas veces, sin embargo, el ardid lingüístico se había revelado con tanta transparencia como en el discurso de la “i”. El influencer supremo confesó a sus devotos que basta quitar una letra para absolver cualquier delito: ilícito pasa a lícito, y listo. ¡Reforma gramatical exprés! Revelación de un viaje sideral: el prefijo i – como sus derivados in, im, ir– significan negación.Para alguien tan familiarizado con lo ilegal y tan habituado a discursos irracionales, imprecisos, ilógicos, inexactos, irrespetuosos,irrelevantes e incultos, la cirugía de la “i” tiene que ser casi mística.Un personaje que se caracteriza por ser impuntual, incoherente, imprudente, incorrecto tendrá que apreciar la eliminaciòn de la vocal con punto.
Quien ha montado un gobierno de incompetentes e incapaces caracterizado por la impericia y la injusticia que ha resultado inaguantable para los Colombianos e incompatible con cualquier noción de decencia. Quien se ha convertido en un indeseable y ha logrado niveles altos de impopularidad que lo tienen al borde de la implosión es natural que adore la amputación de esa vocal. Lo inconcebible es la procesión de incautos que insisten en incensar tanta incongruencia y pretenden con impropiedad prolongar nuestra impaciencia.
Pero hay malas noticias para la tropa del prefijo milagroso: por mucho que manipulen la “i”, les quedará imposible corregir la idiotez y la imbecilidad que tan bien los integra.
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