A quienes todavía les sorprende que una ciudad de tres millones sea sitiada por dos mil adolescentes, les falta entender el verdadero poder de la manipulación organizada en redes. De ahí el concepto de “bodegas”: no se trata de opiniones espontáneas, sino de estrategias centralizadas, donde decenas de cuentas comparten al mismo tiempo el mismo mensaje para lograr un efecto multiplicador. Dirigen y ajustan la estrategia según los resultados medidos cada minuto. Es como sembrar un virus en varios puntos a la vez, no esperar a que se propague espontáneamente a partir de un infectado. Este mecanismo —basado en la nueva realidad social que crearon las redes— lo ha entendido y usado a la perfección la izquierda internacional. Solo han modernizado los preceptos de Lenin. Mientras tanto, la “derecha” —rótulo donde cabe cualquiera que no participe en la manipulación— ni se entera. Solo se lamenta cada vez que constata que una minoría gana elecciones. No se trata de usar los mismos trucos y engaños sino de diseñar una estrategia para que la verdad y el pensamiento racional le llegue a las mentes veleta.
“Mis bodegueros son todos ustedes”, dijo Uribe a un grupo, desconociendo que la verdad espontánea queda pisada por la mentira dirigida. En reiteradas ocasiones he hecho la misma pregunta a excelentes candidatos: ¿cuál es su estrategia digital y cuántas personas componen su equipo de redes? La evasiva o ausencia de respuesta me lleva siempre a la misma conclusión: escalar una montaña con los pies amarrados debe ser realmente difícil.
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