viernes, 29 de agosto de 2025

Del excell al exilio

Es bien sabido que una de las premisas centrales de los gobiernos socialistas es la manipulación de la información. Como se consideran depositarios de la moral revelada, creen tener derecho a retorcer las cifras para sustentar sus “logros”. Cualquiera entiende que basta con cambiar los criterios de medición para obtener un resultado distinto, sin olvidar que quienes recolectan datos son humanos que reciben órdenes. Por eso es legítimo dudar de las estadísticas de desempleo que hoy difunde el gobierno. La credibilidad de las cifras siempre dependerá de quién esté al mando. La brecha creciente entre la verdad oficial y la realidad palpable alimenta la desesperanza, la rabia y, finalmente, la emigración masiva. Podría hacerse una correlación matemática: a mayor capacidad de mentir de las autoridades, mayor es la cantidad de ciudadanos que huyen del paraíso estadístico.

Ahora bien, incluso si la reducción del desempleo fuese cierta —bandera favorita del continuismo socialista—, cuando se logra a costa de engordar la burocracia estatal es apenas una ilusión pasajera. No surge de la generación de riqueza, sino del estímulo a la pobreza que provoca el ahogo tributario. Los primeros años de aparente bonanza se transforman, invariablemente, en miseria generalizada. Y ese deterioro no pasa inadvertido para los jerarcas del sistema, que mientras tanto acumulan más poder y privilegios, “para proteger la revolución”.

Las regulaciones excesivas y leyes laborales rígidas sofocan la creación de empresas, desincentivan la inversión y fomentan la informalidad que no paga impuestos. Este ciclo se ha repetido una y otra vez: Argentina, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia… La historia latinoamericana es un museo de ilusiones rotas. Cuando la realidad azota al pueblo, se sacude la mentira siempre y cuando no hayan capturado el sistema electoral.

El verdadero progreso social ocurre cuando las personas buscan libremente la solución a su vida económica en paz. Las oportunidades y la educación —aliadas al talento— marcan la diferencia. Cuando una cultura transmite ese valor, florece la prosperidad. Por eso los colombianos que huyeron de la violencia, son apreciados en todo el mundo: recursivos, trabajadores, diligentes. Al irse, reducen el desempleo y aumentan las remesas lo que termina, en cruel paradoja sustentando el parasitismo.



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