sábado, 30 de agosto de 2025

Falacias exitosas

Hasta los más fervorosos sacerdotes del autodenominado “progresismo” —que de progreso tiene lo que un burro de ingeniería espacial— se lamentan del fracaso de la célebre “paz total”. La receta ha sido simple: invente un término pegajoso, repítalo mil veces, póngalo en boca a periodistas, académicos y opinadores de oficio, y ¡listo! La mentira se viste de gala y todos aplauden. Así hemos engordado el diccionariol de barbarismos: “estallido social” (tradúzcase: vandalismo subsidiado), “cese bilateral del fuego” (o sea, “usted dispare menos mientras yo miro al techo”), “corredor humanitario” (“delincan a su antojo y sabremos protegerlos”), “polarizacion” (criticar a los violentos es violencia”) Y la joya de la corona: “paz total”. La promoción de la violencia con un barniz ético.

Basta con examinar cómo se viene aplicando la fórmula: debilitar al Ejército (¿quién necesita Fuerzas Armadas cuando tenemos hashtags?), decapitar su liderazgo, desarmar su inteligencia y rellenar los cargos con cuadros partidistas recién graduados en activismo de X. Luego, bautizar a los carteles como “campesinos que buscan sustento”, reconocer a criminales con brazalete como “actores políticos”, y regalarles territorios “libres de Fuerza Pública” para negociar tranquilos…”en paz”. Y para darle el toque internacional, nada mejor que apoyar a Maduro y el cartel de los soles para facilitar la exportación de la coca cuya producción hemos incrementado con tanto orgullo. “No nos metamos con ese berenjenal que no es nuestro”, dicen los incautos. Y de donde sale la coca que les permite nadar en dólares y mantiene el valor de nuestro pesito?

Tantos intelectuales se tragan el anzuelo y se quedan con el truco infalible de los politicos: hablar del qué sin mencionar jamás el cómo. “Daremos millones de empleos, millones de viviendas”, “potencia de vida”… y en el camino, fabricamos millones de ilusos.Así que no nos confundamos: la “paz total” no fracasó. Todo lo contrario. Funcionó como se planeó: debilitar al Estado, fortalecer al crimen y distraer a la opinión con un eslogan de tarima. ¿Fracaso? No: un éxito colosal en el arte de la farsa. El crimen de Miguel Uribe, las bombas de Cali y los jovenes militares asesinados demuestran que el país está regresando a una época en la que un conocido personaje bailaba en su revolucionaria salsa.

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