Se cierran salas de atención obstétrica y neonatal. Cientos de clínicas y hospitales están al borde de la quiebra debido a carteras irrecuperables. Enfermos desesperados protestan ante las EPS.
La crisis financiera del sistema de salud es cada vez más grave, pero sus raíces no son las que repiten los compañeros históricos. Es cierto que existen casos de corrupción y abuso dentro del sistema, con directivos de EPS, clínicas e incluso médicos que han abusado. Pero estos casos son minoritarios en comparación con la gran mayoría que actúa con honestidad y profesionalismo.
La realidad es que la mayoría de las EPS y los prestadores de servicios médicos han brindado atención de alta calidad a precios considerablemente más bajos que en otros países. Esto ha sido posible gracias a la inventiva y eficiencia de administradores que han aprendido a controlar costos sin sacrificar la calidad, así como al esfuerzo de los médicos, quienes han aceptado algunas de las tarifas de honorarios más bajas del mundo. El 70 % de los servicios de salud es prestado por manos privadas con una calidad igual o superior a la del mundo desarrollado, pero a una fracción del costo.
Si bien no existen estudios formales, quienes trabajamos en la primera línea del sufrimiento y hemos viajado por el mundo constatamos la gran eficiencia de los prestadores colombianos. Si tuviéramos más autoestima y fuésemos capaces de difundir lo que hacemos, podríamos contribuir a reducir las largas listas de espera en países desarrollados, que atormentan a los enfermos.
Las cirugías y procedimientos realizados en Colombia cuentan con equipos e insumos de calidad equivalente a los estándares internacionales, pero con tarifas mucho más accesibles. Esto ha sido un salvavidas para quienes no pueden costear tratamientos en los países donde residen, así como para todos los desatendidos por fallos dell sistema.
La raíz de la crisis no está en la cacareada corrupción, sino en la insuficiencia de recursos. Las EPS han intentado cubrir todos los bellos deseos, pero se enfrentan a una realidad económica limitada. La salud para todos es un ideal noble, pero sin los recursos adecuados se convierte en una falacia. Se proclama el derecho de todos a recibir todo, pero, al ignorar la realidad, solo la rosca política y quienes tienen recursos propios lo obtienen.
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viernes, 21 de febrero de 2025
lunes, 17 de febrero de 2025
El anhelado cambio
Sin importar la ubicación en el espectro ideológico, casi sin excepción, todo el que opina sobre Colombia sostiene la necesidad de un cambio para acabar con la corrupción y la inequidad, que tienen la connotación de una maldición de los cielos.
Si el analista se inclina hacia la izquierda, el cambio implica estatizar, subir impuestos, controlar precios, intervenir la justicia, las elecciones, la prensa y aplicar una larga lista de regulaciones y barreras que “aseguren la justicia social”. Lo llaman cambiar el sistema.
Si se inclina hacia la derecha, defiende la propiedad privada, la libertad de empresa, el respeto a los precios establecidos por el mercado, la separación de poderes y la libertad de opinión. Aún así, coincide en lograr un sistema que de igualdad de oportunidades, educación y salud gratuitas, garantizadas por el Estado y la obligación de quienes logran cierta prosperidad de contar con un brazo social. Se apoyará en la moral cristiana y encontrará muchas coincidencias con la teología de la liberación.
Si analizamos la inequidad, es cierto que en el índice de Gini salimos mal, pero hay que considerar que su cálculo ignora la informalidad (consecuencia del exceso de regulaciones, controles y tributos) y se basa en encuestas de percepción. Su confiabilidad genera dudas: según este índice, EE. UU. está peor que Haití y Bolivia, mientras que Venezuela aparece mejor que Costa Rica. Quienes se lamentan por nuestro Gini deberían preguntarse cuántas balsas van de Florida a Haití. Además, en distribución de riqueza estamos mejor que EE. UU., Brasil y Rusia, y en desarrollo humano estamos a la par de México, Brasil y China.
Si queremos disminuir la inequidad y la corrupción el remedio no consiste en más Estado. Somos pobres por la violencia y la corrupción del estatismo. Para prosperar, basta con leer nuestro escudo: Libertad y Orden.
El cambio necesario consiste en aplicar una fórmula probada: reducir el poder de las bandas criminales, fortaleciendo la justicia. Al recobrar la confianza y la libertad que da la paz, la economía florece. Regresan los talentos colombianos y se atraen otros. Para entenderlo, no hay que estudiar economía; basta con comparar cómo evolucionaron los índices entre 2002 y 2010 y cómo han cambiado desde 2023. Se está probando que el cambio puede ser para empeorar.
Si el analista se inclina hacia la izquierda, el cambio implica estatizar, subir impuestos, controlar precios, intervenir la justicia, las elecciones, la prensa y aplicar una larga lista de regulaciones y barreras que “aseguren la justicia social”. Lo llaman cambiar el sistema.
Si se inclina hacia la derecha, defiende la propiedad privada, la libertad de empresa, el respeto a los precios establecidos por el mercado, la separación de poderes y la libertad de opinión. Aún así, coincide en lograr un sistema que de igualdad de oportunidades, educación y salud gratuitas, garantizadas por el Estado y la obligación de quienes logran cierta prosperidad de contar con un brazo social. Se apoyará en la moral cristiana y encontrará muchas coincidencias con la teología de la liberación.
Si analizamos la inequidad, es cierto que en el índice de Gini salimos mal, pero hay que considerar que su cálculo ignora la informalidad (consecuencia del exceso de regulaciones, controles y tributos) y se basa en encuestas de percepción. Su confiabilidad genera dudas: según este índice, EE. UU. está peor que Haití y Bolivia, mientras que Venezuela aparece mejor que Costa Rica. Quienes se lamentan por nuestro Gini deberían preguntarse cuántas balsas van de Florida a Haití. Además, en distribución de riqueza estamos mejor que EE. UU., Brasil y Rusia, y en desarrollo humano estamos a la par de México, Brasil y China.
Si queremos disminuir la inequidad y la corrupción el remedio no consiste en más Estado. Somos pobres por la violencia y la corrupción del estatismo. Para prosperar, basta con leer nuestro escudo: Libertad y Orden.
El cambio necesario consiste en aplicar una fórmula probada: reducir el poder de las bandas criminales, fortaleciendo la justicia. Al recobrar la confianza y la libertad que da la paz, la economía florece. Regresan los talentos colombianos y se atraen otros. Para entenderlo, no hay que estudiar economía; basta con comparar cómo evolucionaron los índices entre 2002 y 2010 y cómo han cambiado desde 2023. Se está probando que el cambio puede ser para empeorar.
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