Desde qué Hipócrates sentó los principios de la medicina eso lo han sabido todos los que deciden tomar ese difícil camino.El compromiso de enseñar y transmitir todos los conocimientos con generosidad y amor convertía al maestro en un padre que acompañaba el aprendizaje en humildad. Pero en los últimos 200 años la sofisticación del conocimiento y la tecnología generaron enormes avances en la capacidad para curar al punto que la sociedad espera y exige a los médicos infalibilidad. Los cirujanos con su salvadora destreza manual se convirtieron en medio dioses (MD) concentrando un enorme poder lo que facilitó la “escuela” del atropello y el abuso a los estudiantes que pasaron a llamarse “internos” y “residentes” porque debían estar confinados a vivir en los hospitales y no ver la luz del día en sus años de entrenamiento. La exigencia absurda, el maltrato verbal y físico, la misoginia, el racismo, el abuso sexual, el atropello económico fueron distorsiones que se convirtieron en paradigmas no solo aceptados sino considerados necesarios. La humildad, tan necesaria para seguir aprendiendo, fue aplastada por la prepotencia de quienes ven el aprendizaje como “retador y desafiante”. Un fenómeno universal que ha llevado al ente acreditador en USA (ACGME) a hacer una encuesta anual entre todos los residentes. Programa en el que se comprueba abuso, se cierra. Es la autoridad la que define que un camino duro y difícil se puede recorrer con amabilidad y sin generar el sufrimiento de absurdos patrones que se repiten. Hay que creer que no tengamos que seguir conviviendo con suicidios como el de Catalina Gutiérrez para que seamos capaces de parar a quienes han convertido el abuso en su “modus operandi”.
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