viernes, 1 de noviembre de 2024

Decencia publica

La corrupción y desprestigio, se han convertido en la marca de los políticos, lo que ha llevado a una peligrosa generalización. Si todos son una porquería que solo busca enriquecerse a costa del esfuerzo de quienes trabajamos, se genera desinterés y se cierra el círculo del control de lo público por ladrones. El clientelismo y la compra de votos ayuda a que un grupo que controla un 20 a 30% de la votación, se perpetúe en el poder, gracias a una abstención del 50%.
Cuando los corruptos se perpetúan, se vuelven cada vez más descarados y logran extender sus tentáculos a los frondosos entes de control. Las ciudades, las regiones, los países se van hundiendo cada vez más hondo en un espeso fango del que parece imposible salir, hasta que surgen líderes que logran sacudir la conciencia de los votantes. Es lo que sucedió en las pasadas elecciones de Alcaldes en las 5 principales ciudades de Colombia.

Cali fue un caso particularmente dramático. Después de vivir los 4 peores años de su historia, supo reaccionar y eligió un Alcalde que no solo está blindado contra la corrupción, sino que tiene el conocimiento para gerenciar una Ciudad. Pero la labor es larga y dispendiosa. Mucha gente se imagina la corrupción restringida a unos cuantos políticos. Cuando lleva años, son cientos de funcionarios llenos de mañas y vicios. Corregirlos en pocos meses requiere de un esfuerzo enorme para armar un equipo que se integre a la mística de servir a la comunidad. Aparecen cientos de afectados, que patalean con toda clase de recursos para tratar de preservar sus torcidos privilegios. También hay cientos de abogados dispuestos a demandar a quienes quieren hacer la limpieza y proteger a quienes han envilecido la política.
Los que nunca hemos participado en contratos y componendas con el estado, debemos apreciar el esfuerzo de quienes están dispuestos a dejar sus vidas tranquilas y organizadas en el sector privado para tratar de sobrevivir en una cueva de víboras.

Que personas como Alejandro Eder y Alberto Hadad y seguramente muchas otras cuya historia debería promoverse, dediquen tanto esfuerzo e interés por manejar lo público con honestidad, asumiendo riesgos, persecución y odios tiene que generar admiración y reconocimiento. Solo así, se podrán motivar a nuevas generaciones a ver lo público con decencia e involucrarse.

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martes, 29 de octubre de 2024

16 Conferencias

Que 16 veces hayan sido capaces de reunirse representantes de casi toda la humanidad a discutir las medidas que hay que tomar para preservar el planeta con su diversa fauna y flora, es muy esperanzador.
Después de entender el enorme esfuerzo y dedicación que implica organizar esas reuniones y aplaudir el trabajo de Gobernadora, Alcalde y todo el equipo implicado, se pueden poner en perspectiva las críticas. Puede ser cierto que hay más literatura que hechos o que muchos incumplen los pactos, pero el solo hecho de que sean capaces de reunirse, dialogar y pensar en el bienestar universal es un enorme avance. Porque es con la suma gradual y paciente de pequeños aportes, ideas e innovaciones que se logran superar las dificultades. Entendiendo los avances previos y construyendo con un diálogo civilizado la progresión. No es con visiones apocalípticas, producto de información incompleta que entra a una mente turbada por un Marxismo mal reciclado, que concluyen que hay que arrasar con todo, para poder crear su imaginario mundo feliz.

Independiente de que tanto le aporte al mundo este esfuerzo de tantos en Cali, es indudable que la ciudad sí se ha beneficiado. Más importante aún que el transitorio provecho económico directo, es la recuperación del espíritu cívico y de comunidad que se genera por la confianza en sus dirigentes. Muy significativo para una ciudad que hace muy poco fue símbolo de vandalismo, violencia y desgobierno que llevó a que muchos de sus talentos la abandonaran.
Lo que se ha logrado en la zona verde es prueba irrefutable de que con seguridad y orden se avanza en civilización y bienestar para todos. Recuperar las calles para los caminantes, sacando los vehículos, es un acierto que ha sido probado en innumerables pueblos y ciudades del mundo. Los pocos ensayos tímidos que se han hecho en Colombia, como Cartagena y Villa de Leyva han sido un impulso para el comercio, el turismo y la calidad de vida.

Sacar los carros del centro y de San Antonio ha sido un clamor de muchos años de quienes han tenido la experiencia de ver iniciativas similares y experimentar sus beneficios. Si se hace en forma planeada y organizada, integrando los vendedores ambulantes a la solución, se puede convertir en un ejemplo que se disemine a otros sectores y otras ciudades y se convierta en modelo de ciudad sabrosa de vivir.
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