“¡Paz, paz, paz!”, grita el artífice del fraude electoral más descarado mientras ordena reprimir a manifestantes pacíficos, encarcela y tortura a miles de jóvenes —niños, dirían por aquí— y preside una opulenta dictadura que ha llevado a la miseria al 90 % de la población y forzado la emigración humillante, de una tercera parte del país.
“¡Paz total!”clama su émulo, el hombre que prometió amor pero nos ha entregado una violencia encarnizada. Paz que incluye convocar un ejército mundial para “combatir al imperio”, o sea, una tercera guerra mundial a ritmo de vallenato.
Las contradicciones de estos colados en el poder han redefinido lo grotesco. Petro no opina sobre Maduro porque, hay que respetar la autodeterminación de los pueblos. Pero resulta legítimo insultar a los noruegos por premiar con el Nobel a una valiente que defiende la libertad y la democracia. Exhibe su ignorancia cuando añora a los Suecos que nunca lo han entregado y muestra sus dotes de estadista cósmico cuando en plaza pública de otro país incita al ejército a desobedecer a su jefe. Sostiene que la pérdida de la visa fue por el sancocho de exabruptos que soltó ante un escaso auditorio de la ONU asombrado con el nivel de ridículo. Sí logró demostrar la decencia y tolerancia de la democracia americana. En cualquier otro país, incluyendo Colombia, detienen y juzgan al extranjero que se atreva a incitar a la sedición. Debería estar agradecido de que le impidan volver, porque si lo hace, ya sin inmunidad diplomática, lo que arriesga es que su discurso sea desde una celda
“¿Cuál Ucrania ni qué ocho cuartos?”, dijo con displicencia cuando empezó el genocidio de Putin. Ese mismo “respeto” que lo hace guardar silencio ante las matanzas de Ruanda o de cualquier otro lugar donde los asesinos sean sus amigos ideológicos.
El Nobel de la Paz, es promovido y otorgado por políticos y académicos de inclinación socialista. Por eso duele tanto en los círculos de izquierda que el premio haya sido entregado a María Corina Machado: una mujer que, sin ejércitos ni discursos incendiarios, encarna mejor la dignidad que todos sus críticos juntos.
Creyeron que su descarado cinismo había contaminado incluso a la izquierda democrática europea. Pero no: todavía hay decencia que atraviesa las fronteras ideológicas. Y esa, sí, es una buena noticia para la paz.
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viernes, 17 de octubre de 2025
La bofetada del Nobel
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viernes, 10 de octubre de 2025
Periodismo 2.1
Cuando muchos periódicos del mundo han entrado en crisis económica, forzando recomposiciones accionariales o cambios de dueño, se abre inevitablemente la gran discusión: ¿hacia dónde debe evolucionar el célebre “cuarto poder”?
Por ahora, da un pequeño alivio comprobar que, a pesar de las dificultades, aún existen grandes centros de información que hacen enormes esfuerzos por mantener una línea veraz. Pero para el ciudadano común es cada vez más difícil distinguirlos en la maraña de medios convertidos en instrumentos políticos o económicos, o en simples fábricas de escándalo barato. Todo eso mientras recibe el caótico torrente de redes sociales, especialmente entre los más jóvenes, donde la frontera entre dato, chisme y propaganda desapareció como por arte de algoritmo.
Para conservar su papel central, el periodismo necesita evolucionar. La impresión diaria en gran formato ya parece un fósil; ni ecológica ni económicamente es viable. Casi todos han migrado al medio digital… para caer en la trampa de la publicidad intrusiva y las ventanitas pop-up que entorpecen la lectura y espantan al lector. El reto —logrado por muy pocos— es producir textos agradables de leer en un teléfono, algo que sí dominan los influencers, maestros de la monetización sutil y del contenido masticable en 30 segundos.
Sin embargo, la salvación del periodismo serio no puede ser el facilismo informativo. Su única ventaja competitiva real es la búsqueda obstinada de la verdad. Quien persiste termina ganando reputación como medio confiable. El viejo “síndrome de la chiva” se multiplica hoy, cuando cualquier ciudadano puede “chivear” desde su cuenta anónima.
Y hay otra evolución que conviene evitar: la idea de que “todas” las opiniones merecen plataforma. No: ni filosóficamente ni democráticamente todas las opiniones son iguales. Promover la violencia como método para resolver diferencias no debería tener micrófono. El problema es que aquí la promoción es velada, disfrazada con neolenguaje que justifica a violentos y criminales. Incluso se llega a calificar de “intolerancia” el acto de desenmascarar a quienes promueven la violencia. Es el truco perfecto: convertir la complicidad en pluralismo y la propaganda en libertad de expresión.
Por ahora, da un pequeño alivio comprobar que, a pesar de las dificultades, aún existen grandes centros de información que hacen enormes esfuerzos por mantener una línea veraz. Pero para el ciudadano común es cada vez más difícil distinguirlos en la maraña de medios convertidos en instrumentos políticos o económicos, o en simples fábricas de escándalo barato. Todo eso mientras recibe el caótico torrente de redes sociales, especialmente entre los más jóvenes, donde la frontera entre dato, chisme y propaganda desapareció como por arte de algoritmo.
Para conservar su papel central, el periodismo necesita evolucionar. La impresión diaria en gran formato ya parece un fósil; ni ecológica ni económicamente es viable. Casi todos han migrado al medio digital… para caer en la trampa de la publicidad intrusiva y las ventanitas pop-up que entorpecen la lectura y espantan al lector. El reto —logrado por muy pocos— es producir textos agradables de leer en un teléfono, algo que sí dominan los influencers, maestros de la monetización sutil y del contenido masticable en 30 segundos.
Sin embargo, la salvación del periodismo serio no puede ser el facilismo informativo. Su única ventaja competitiva real es la búsqueda obstinada de la verdad. Quien persiste termina ganando reputación como medio confiable. El viejo “síndrome de la chiva” se multiplica hoy, cuando cualquier ciudadano puede “chivear” desde su cuenta anónima.
Y hay otra evolución que conviene evitar: la idea de que “todas” las opiniones merecen plataforma. No: ni filosóficamente ni democráticamente todas las opiniones son iguales. Promover la violencia como método para resolver diferencias no debería tener micrófono. El problema es que aquí la promoción es velada, disfrazada con neolenguaje que justifica a violentos y criminales. Incluso se llega a calificar de “intolerancia” el acto de desenmascarar a quienes promueven la violencia. Es el truco perfecto: convertir la complicidad en pluralismo y la propaganda en libertad de expresión.
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viernes, 3 de octubre de 2025
La cruzada de San Petro
La humanidad parecía haber extraviado hasta el último gramo de esperanza. Los pronósticos de los analistas políticos y las cábalas de las pitonisas se disputaban quién pintaba más negro el panorama. Un cuadro tan sombrío no se veía desde la Segunda Guerra Mundial… salvo en un par de ocasiones que casi nos borran del mapa.
Tras los horrores de la guerra, los mejores cerebros del planeta —y algunos políticos con sentido común, hoy especie en vía de extinción— se sentaron a diseñar instituciones para evitar otro cataclismo, que sería más devastador y seguramente el último. Así nació la ONU, que pese a sus múltiples limitaciones y defectos ha cumplido en parte su cometido, con la OTAN como compañera de fórmula. Gracias a ese esfuerzo concertado “solo” hemos tenido unas 80 guerras mayores con “solo” 30 millones de muertos. Toda una ganga comparado con lo que pudo haber sido.
No solo han evitado que nos matemos tanto: se han creado unos 300 organismos multilaterales que mantienen algo de orden en finanzas (BM, FMI, BID), comercio (OMC), salud y educación (OMS, UNESCO, FAO, UNICEF), medio ambiente (PNUMA) y demás. Una especie de buró planetario para que la civilización no se caiga a pedazos del todo.
Todo parecía bajo control… hasta que llegaron internet, las redes sociales y el celular. Vino la oportunidad de exhibir la ignorancia en alta definición y los Narcisos colectivizaron la estupidez sembrando mentiras a granel. Como enseña la psicopatología no iban a buscar el bien común sino su show personal. Todas las instituciones que osaran cuestionar sus delirios de genialidad debían ser atacadas o eliminadas. Las pocas almas que todavía piensan —y saben algo de historia— venían advirtiendo del peligro de tanto Narciso en el poder. Basta oír los discursos en la ONU: Trump y Petro peleándose con su propia sombra y, en medio, Stubb de Finlandia intentando razonar
Pero entonces se nos reveló la “solución”. Petro anunció estar dispuesto a enlistarse como soldado para acabar a Netanyahu. Según varios informes, ya inspira a las primeras líneas, a las mingas, a las disidencias, a los elenos y a todo aquel que vive armado y con ganas de pelea, para que lo acompañen en su cruzada. Y como goza del respaldo masivo de todos los colombianos Maduro enviará una flotilla de barcos y aviones para transportarlos a Gaza. Aleluya.
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Tras los horrores de la guerra, los mejores cerebros del planeta —y algunos políticos con sentido común, hoy especie en vía de extinción— se sentaron a diseñar instituciones para evitar otro cataclismo, que sería más devastador y seguramente el último. Así nació la ONU, que pese a sus múltiples limitaciones y defectos ha cumplido en parte su cometido, con la OTAN como compañera de fórmula. Gracias a ese esfuerzo concertado “solo” hemos tenido unas 80 guerras mayores con “solo” 30 millones de muertos. Toda una ganga comparado con lo que pudo haber sido.
No solo han evitado que nos matemos tanto: se han creado unos 300 organismos multilaterales que mantienen algo de orden en finanzas (BM, FMI, BID), comercio (OMC), salud y educación (OMS, UNESCO, FAO, UNICEF), medio ambiente (PNUMA) y demás. Una especie de buró planetario para que la civilización no se caiga a pedazos del todo.
Todo parecía bajo control… hasta que llegaron internet, las redes sociales y el celular. Vino la oportunidad de exhibir la ignorancia en alta definición y los Narcisos colectivizaron la estupidez sembrando mentiras a granel. Como enseña la psicopatología no iban a buscar el bien común sino su show personal. Todas las instituciones que osaran cuestionar sus delirios de genialidad debían ser atacadas o eliminadas. Las pocas almas que todavía piensan —y saben algo de historia— venían advirtiendo del peligro de tanto Narciso en el poder. Basta oír los discursos en la ONU: Trump y Petro peleándose con su propia sombra y, en medio, Stubb de Finlandia intentando razonar
Pero entonces se nos reveló la “solución”. Petro anunció estar dispuesto a enlistarse como soldado para acabar a Netanyahu. Según varios informes, ya inspira a las primeras líneas, a las mingas, a las disidencias, a los elenos y a todo aquel que vive armado y con ganas de pelea, para que lo acompañen en su cruzada. Y como goza del respaldo masivo de todos los colombianos Maduro enviará una flotilla de barcos y aviones para transportarlos a Gaza. Aleluya.
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domingo, 28 de septiembre de 2025
Libertad de expresion. Hasta donde?
Los aspirantes a emperador siempre tienen manual de instrucciones para silenciar la crítica. El recurso más primitivo, y por tanto más popular, es el sicario: se contrata directamente a través de la policía política o indirectamente financiando programas que “estimulen el emprendimiento” criminal. La creatividad es infinita: Putin prefiere los calzoncillos envenenados; por acá se estilan los “niños inocentes”.
El segundo recurso es más burocrático pero igual de eficaz: atacar a la prensa con decretos y “leyes” hechas a la medida para cerrar periódicos, bloquear canales, restringir Internet y encarcelar periodistas incómodos. Es el método favorito de los dictadores maduros, curtidos en la indiferencia a las críticas del “mundo libre”.
Hay, sin embargo, un método más sutil y descarado a la vez: redefinir qué se entiende por “discurso de odio” hasta que signifique “todo lo que critique al emperador”. La democracia estadounidense era admirada justamente por la defensa de la libertad de expresión sostenida por su Corte Suprema durante décadas. Pero Trump y sus MAGA apóstoles han descubierto que pueden ampliar el concepto de odio lo suficiente, para poder cancelar cómicos y columnistas críticos. Dos humoristas famosos ya fueron sacados del aire gracias a presiones económicas y amenazas de retirar licencias a las corporaciones que los empleaban.Como aficionado al humor, los escuchaba con frecuencia: jamás oí en ellos apología del delito ni incitación a la violencia. Y, sin embargo, lograron sacarlos del aire con el método preferido de Trump. Si se comparan esos chistes con la apología rutinaria del crimen y la violencia que aquí circulan con fusil al hombro, quedarían canonizados como angelitos cuentachistes
Según la Corte Suprema de USA, para que un discurso de odio sea punible debe demostrarse conexión con actos reales de violencia. Todo lo demás está protegido. ¿Cuántos estarían presos si ese fuese el estándar en estas verdes montañas?
Mientras los gringos enfrentan la dura tarea de defender su preciada libertad de expresión, aquí seguimos midiendo hasta dónde esa libertad ha degenerado en una verbena de discursos incendiarios, una selva de homicidios y un merecido récord mundial de criminalidad. Y todavía hay quien aplaude: cada emperador tiene sus fans.
El segundo recurso es más burocrático pero igual de eficaz: atacar a la prensa con decretos y “leyes” hechas a la medida para cerrar periódicos, bloquear canales, restringir Internet y encarcelar periodistas incómodos. Es el método favorito de los dictadores maduros, curtidos en la indiferencia a las críticas del “mundo libre”.
Hay, sin embargo, un método más sutil y descarado a la vez: redefinir qué se entiende por “discurso de odio” hasta que signifique “todo lo que critique al emperador”. La democracia estadounidense era admirada justamente por la defensa de la libertad de expresión sostenida por su Corte Suprema durante décadas. Pero Trump y sus MAGA apóstoles han descubierto que pueden ampliar el concepto de odio lo suficiente, para poder cancelar cómicos y columnistas críticos. Dos humoristas famosos ya fueron sacados del aire gracias a presiones económicas y amenazas de retirar licencias a las corporaciones que los empleaban.Como aficionado al humor, los escuchaba con frecuencia: jamás oí en ellos apología del delito ni incitación a la violencia. Y, sin embargo, lograron sacarlos del aire con el método preferido de Trump. Si se comparan esos chistes con la apología rutinaria del crimen y la violencia que aquí circulan con fusil al hombro, quedarían canonizados como angelitos cuentachistes
Según la Corte Suprema de USA, para que un discurso de odio sea punible debe demostrarse conexión con actos reales de violencia. Todo lo demás está protegido. ¿Cuántos estarían presos si ese fuese el estándar en estas verdes montañas?
Mientras los gringos enfrentan la dura tarea de defender su preciada libertad de expresión, aquí seguimos midiendo hasta dónde esa libertad ha degenerado en una verbena de discursos incendiarios, una selva de homicidios y un merecido récord mundial de criminalidad. Y todavía hay quien aplaude: cada emperador tiene sus fans.
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domingo, 21 de septiembre de 2025
Universitas despectus
Universitas en latín significaba, simplemente, corporación de profesores y estudiantes. Con el paso de los siglos el concepto se ensanchó hasta convertirse en “centros de conocimiento universal”. Para proteger pensamiento, creatividad e innovación, se les dotó de autonomía: un espacio de libertad y protección para quienes enseñan y aprenden. En los últimos dos siglos ese principio se reforzó para garantizar el debate político sin interferencia gubernamental, cristalizado en el axioma de que “la policía no entra, salvo que lo soliciten las autoridades académicas”.
Es difícil hallar en la historia un ejemplo de un principio tan valioso degradado con tanta eficacia. Aunque es un fenómeno global, en América Latina —y muy especialmente en las universidades públicas— el absurdo ha alcanzado su paroxismo. Una norma concebida para blindar la libertad de pensamiento termina siendo el modus operandi de grupúsculos violentos que ni estudian, ni enseñan, ni entienden lo que es una universidad. Han sido entrenados en el arte de la estupidez destructiva y han convertido la “autonomía” en licencia para atacar y vandalizar.
Anuncian su espectáculo con bombas que llaman eufemísticamente “papas”. Destrozan manos, rostros, vehículos, oficinas, queman buses y camiones, y bloquean calles ante la pasividad de autoridades académicas y civiles que han acabado compartiendo una interpretación grotesca de la autonomía universitaria. Incapaces de llamar delito al delito, se enredan en bizantinas disquisiciones sobre “cruzar la linea” mientras profesores y estudiantes ven erosionada su libertad real para enseñar, investigar y aprender.
El caso de la Univalle roza la caricatura: todos los jueves, puntualmente, hay que convivir con trancones, bombas y quemas rituales de un puñado de patanes subvencionados y entrenados. La población universitaria y los vecinos, rehenes del espectáculo, repiten la misma pregunta: ¿cuándo surgirá una autoridad capaz de imponer orden, respeto y verdadero sentido universitario?
Hasta cuando se va a seguir aceptando el desprecio por el concepto de Universidad que tomó tantos años en desarrollarse y que tanto le ha aportado a la humanidad?
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Es difícil hallar en la historia un ejemplo de un principio tan valioso degradado con tanta eficacia. Aunque es un fenómeno global, en América Latina —y muy especialmente en las universidades públicas— el absurdo ha alcanzado su paroxismo. Una norma concebida para blindar la libertad de pensamiento termina siendo el modus operandi de grupúsculos violentos que ni estudian, ni enseñan, ni entienden lo que es una universidad. Han sido entrenados en el arte de la estupidez destructiva y han convertido la “autonomía” en licencia para atacar y vandalizar.
Anuncian su espectáculo con bombas que llaman eufemísticamente “papas”. Destrozan manos, rostros, vehículos, oficinas, queman buses y camiones, y bloquean calles ante la pasividad de autoridades académicas y civiles que han acabado compartiendo una interpretación grotesca de la autonomía universitaria. Incapaces de llamar delito al delito, se enredan en bizantinas disquisiciones sobre “cruzar la linea” mientras profesores y estudiantes ven erosionada su libertad real para enseñar, investigar y aprender.
El caso de la Univalle roza la caricatura: todos los jueves, puntualmente, hay que convivir con trancones, bombas y quemas rituales de un puñado de patanes subvencionados y entrenados. La población universitaria y los vecinos, rehenes del espectáculo, repiten la misma pregunta: ¿cuándo surgirá una autoridad capaz de imponer orden, respeto y verdadero sentido universitario?
Hasta cuando se va a seguir aceptando el desprecio por el concepto de Universidad que tomó tantos años en desarrollarse y que tanto le ha aportado a la humanidad?
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viernes, 19 de septiembre de 2025
Periodismo 2.0
La gráfica de la evolución de la democracia en el mundo parecía una escalera al cielo… hasta 2019. Ese año no solo se detuvo el ascenso, sino que empezó a caer con la elegancia de resbalón en tobogán. Hoy, algunos centros calculan que la mitad de la población vive bajo regímenes autoritarios. ¿Culpables? Según los entendidos, no es la mala suerte ni la alineación de Marte, sino el encantador universo de las redes sociales.
Las democracias son, por definición, imperfectas. Están hechas por humanos con su caldo de defectos: egos, errores, corrupción, condimentado con pizcas de ingenuidad. Cuando la información fluye libre y sin filtro, los defectos se magnifican, se viralizan y terminan convertidos en meme. El resultado es la desconfianza y, con ella, la reacción humana más vieja que el pan: buscar un salvador. Así, el cansado ciudadano se siente aliviado: ya no necesita pensar, ni discernir, ni trabajar, ni comprometerse. Todo lo resolverá el Gran Líder, sea rey, emperador, führer, comandante, papá o “querido presidente”.
En medio de este reality global, el periodismo es la víctima más notoria. Bastó que el acceso a la información se volviera universal para que media humanidad se creyera reportera de guerra desde su sofá. Con un poco de gracia para hablar, escribir o grabar videos, cualquiera se graduó de influencer. Mientras hablaban de ropa, comida o viajes, era apenas un pasatiempo. Pero cuando se descubrió el poder de manipular con historias inventadas y venderlas como verdades absolutas, nacieron tribus irreconciliables, cada una alimentada por su propia dieta de fake news servida varias veces al día. (Por algo la llaman “feed”).
La gran masa, sobre todo los jóvenes, dejó de acudir a los medios serios. Muchos ni siquiera saben que el periodismo es una profesión, que se estudia durante años y que, gracias a él, se destapan ollas podridas en todos los campos ganando el merecido título de “cuarto poder”. El periodismo serio ha logrado mantener, a punta de terquedad, cierta coherencia con la verdad, aunque hoy esté siendo apabullado por los algoritmos. En el periodismo 2.0 el reto es seguir informando y mantener el profesionalismo que le siga demostrando a la audiencia que un buen reportaje de investigación pesa mucho más que unos twitazos de mentes trastocadas llenos de “likes”automáticos.
Las democracias son, por definición, imperfectas. Están hechas por humanos con su caldo de defectos: egos, errores, corrupción, condimentado con pizcas de ingenuidad. Cuando la información fluye libre y sin filtro, los defectos se magnifican, se viralizan y terminan convertidos en meme. El resultado es la desconfianza y, con ella, la reacción humana más vieja que el pan: buscar un salvador. Así, el cansado ciudadano se siente aliviado: ya no necesita pensar, ni discernir, ni trabajar, ni comprometerse. Todo lo resolverá el Gran Líder, sea rey, emperador, führer, comandante, papá o “querido presidente”.
En medio de este reality global, el periodismo es la víctima más notoria. Bastó que el acceso a la información se volviera universal para que media humanidad se creyera reportera de guerra desde su sofá. Con un poco de gracia para hablar, escribir o grabar videos, cualquiera se graduó de influencer. Mientras hablaban de ropa, comida o viajes, era apenas un pasatiempo. Pero cuando se descubrió el poder de manipular con historias inventadas y venderlas como verdades absolutas, nacieron tribus irreconciliables, cada una alimentada por su propia dieta de fake news servida varias veces al día. (Por algo la llaman “feed”).
La gran masa, sobre todo los jóvenes, dejó de acudir a los medios serios. Muchos ni siquiera saben que el periodismo es una profesión, que se estudia durante años y que, gracias a él, se destapan ollas podridas en todos los campos ganando el merecido título de “cuarto poder”. El periodismo serio ha logrado mantener, a punta de terquedad, cierta coherencia con la verdad, aunque hoy esté siendo apabullado por los algoritmos. En el periodismo 2.0 el reto es seguir informando y mantener el profesionalismo que le siga demostrando a la audiencia que un buen reportaje de investigación pesa mucho más que unos twitazos de mentes trastocadas llenos de “likes”automáticos.
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domingo, 14 de septiembre de 2025
Idiotez Imposible
La cultura —en su definición pomposa— es “el conjunto de conocimientos, creencias, valores, costumbres y formas de vida que caracterizan a una sociedad”. En otras palabras: lo que creemos es lo que somos, y eso lo contamos con palabras que se vuelven costumbre y determinan comportamientos. Las repetimos, las transmitimos, las convertimos en hábitos… y, ¡zas!, un buen día descubrimos que somos pobres y violentos gracias a nuestra semántica.
Por supuesto, la evolución no es espontánea: la diseñan quienes sueñan con reprogramar cerebros. Y la “intelectualidad” —esa tropa de opinadores profesionales— repite el libreto con la banalidad de un papagayo en misa. Cualquier extranjero con dos dedos de frente lo notaría, pero aquí el neolenguaje se celebra como genialidad.
Pocas veces, sin embargo, el ardid lingüístico se había revelado con tanta transparencia como en el discurso de la “i”. El influencer supremo confesó a sus devotos que basta quitar una letra para absolver cualquier delito: ilícito pasa a lícito, y listo. ¡Reforma gramatical exprés! Revelación de un viaje sideral: el prefijo i – como sus derivados in, im, ir– significan negación.Para alguien tan familiarizado con lo ilegal y tan habituado a discursos irracionales, imprecisos, ilógicos, inexactos, irrespetuosos,irrelevantes e incultos, la cirugía de la “i” tiene que ser casi mística.Un personaje que se caracteriza por ser impuntual, incoherente, imprudente, incorrecto tendrá que apreciar la eliminaciòn de la vocal con punto.
Quien ha montado un gobierno de incompetentes e incapaces caracterizado por la impericia y la injusticia que ha resultado inaguantable para los Colombianos e incompatible con cualquier noción de decencia. Quien se ha convertido en un indeseable y ha logrado niveles altos de impopularidad que lo tienen al borde de la implosión es natural que adore la amputación de esa vocal. Lo inconcebible es la procesión de incautos que insisten en incensar tanta incongruencia y pretenden con impropiedad prolongar nuestra impaciencia.
Pero hay malas noticias para la tropa del prefijo milagroso: por mucho que manipulen la “i”, les quedará imposible corregir la idiotez y la imbecilidad que tan bien los integra.
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Por supuesto, la evolución no es espontánea: la diseñan quienes sueñan con reprogramar cerebros. Y la “intelectualidad” —esa tropa de opinadores profesionales— repite el libreto con la banalidad de un papagayo en misa. Cualquier extranjero con dos dedos de frente lo notaría, pero aquí el neolenguaje se celebra como genialidad.
Pocas veces, sin embargo, el ardid lingüístico se había revelado con tanta transparencia como en el discurso de la “i”. El influencer supremo confesó a sus devotos que basta quitar una letra para absolver cualquier delito: ilícito pasa a lícito, y listo. ¡Reforma gramatical exprés! Revelación de un viaje sideral: el prefijo i – como sus derivados in, im, ir– significan negación.Para alguien tan familiarizado con lo ilegal y tan habituado a discursos irracionales, imprecisos, ilógicos, inexactos, irrespetuosos,irrelevantes e incultos, la cirugía de la “i” tiene que ser casi mística.Un personaje que se caracteriza por ser impuntual, incoherente, imprudente, incorrecto tendrá que apreciar la eliminaciòn de la vocal con punto.
Quien ha montado un gobierno de incompetentes e incapaces caracterizado por la impericia y la injusticia que ha resultado inaguantable para los Colombianos e incompatible con cualquier noción de decencia. Quien se ha convertido en un indeseable y ha logrado niveles altos de impopularidad que lo tienen al borde de la implosión es natural que adore la amputación de esa vocal. Lo inconcebible es la procesión de incautos que insisten en incensar tanta incongruencia y pretenden con impropiedad prolongar nuestra impaciencia.
Pero hay malas noticias para la tropa del prefijo milagroso: por mucho que manipulen la “i”, les quedará imposible corregir la idiotez y la imbecilidad que tan bien los integra.
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viernes, 12 de septiembre de 2025
Fascismo a cuentagotas
El argumento de que nuestra propensión a la violencia viene de los antepasados indígenas y los atropellos que sufrieron no tiene sustento ni en la historia ni en la lógica. Esa supuesta predisposición genética se desploma al mirar países con historias mucho más sangrientas que hoy son ejemplo de convivencia pacífica. Guerras civiles, genocidios y dictaduras no los condenaron al odio eterno; aprendieron a diagnosticar su realidad y aplicar la terapia correcta.
¿Por qué nosotros seguimos convencidos de que estamos destinados a matarnos? Porque un pequeño grupo logró instalar una narrativa cómoda y simplista, derivada del Marxismo: No existe comunidad. La sociedad no es sino un escenario de lucha por el poder. Las instituciones son solo trincheras de privilegios y por eso hay que criticarlas y eventualmente arrasarlas. Cortes, Congreso, Registraduría, Fuerzas Armadas, universidades, gremios, prensa, médicos, científicos… nadie se salva del anatema. La receta del iluminado es refundarlo todo y, para conseguirlo, todo vale.
Así surge la paradoja: una izquierda que presume de superioridad moral mientras hace simbiosis con el crimen. Se asocian para “combatir el sistema injusto” y terminan fabricando una cultura mafiosa donde políticos y capos comparten cama, y controlan la crítica con plomo. No es casualidad que Colombia ocupe hoy el segundo lugar mundial en el índice global de crimen organizado (GI-TOC) y que quienes hablan claro y duro, sean silenciados por sicarios. Según la Defensoría del Pueblo hay 790 municipios —el 71 %— con presencia o amenaza de grupos armados. Cobran impuestos, controlan bienes públicos, dictan “justicia” y administran elecciones a punta de fusil. Y todo bajo la mirada cómplice de un gobierno que retribuye los aportes en bultos de billetes y cajas electorales llenas de votos.
De un Estado que impulsa el crimen se pasa, lentamente, a un Estado criminal. No es sino mirar Venezuela. Si hubiese que definir al fascismo en dos palabras, éstas serían las más apropiadas. Pero los incautos y tontos útiles siguen clamando que “no es para tanto”. Son incapaces de ver la degradación, que aun en las revoluciones más abruptas, ha sido paulatina. La meta está bien trazada y los pasos para lograrla se dan lentamente. Las dictaduras pasan inadvertidas porque se van implantando gota a gota.
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¿Por qué nosotros seguimos convencidos de que estamos destinados a matarnos? Porque un pequeño grupo logró instalar una narrativa cómoda y simplista, derivada del Marxismo: No existe comunidad. La sociedad no es sino un escenario de lucha por el poder. Las instituciones son solo trincheras de privilegios y por eso hay que criticarlas y eventualmente arrasarlas. Cortes, Congreso, Registraduría, Fuerzas Armadas, universidades, gremios, prensa, médicos, científicos… nadie se salva del anatema. La receta del iluminado es refundarlo todo y, para conseguirlo, todo vale.
Así surge la paradoja: una izquierda que presume de superioridad moral mientras hace simbiosis con el crimen. Se asocian para “combatir el sistema injusto” y terminan fabricando una cultura mafiosa donde políticos y capos comparten cama, y controlan la crítica con plomo. No es casualidad que Colombia ocupe hoy el segundo lugar mundial en el índice global de crimen organizado (GI-TOC) y que quienes hablan claro y duro, sean silenciados por sicarios. Según la Defensoría del Pueblo hay 790 municipios —el 71 %— con presencia o amenaza de grupos armados. Cobran impuestos, controlan bienes públicos, dictan “justicia” y administran elecciones a punta de fusil. Y todo bajo la mirada cómplice de un gobierno que retribuye los aportes en bultos de billetes y cajas electorales llenas de votos.
De un Estado que impulsa el crimen se pasa, lentamente, a un Estado criminal. No es sino mirar Venezuela. Si hubiese que definir al fascismo en dos palabras, éstas serían las más apropiadas. Pero los incautos y tontos útiles siguen clamando que “no es para tanto”. Son incapaces de ver la degradación, que aun en las revoluciones más abruptas, ha sido paulatina. La meta está bien trazada y los pasos para lograrla se dan lentamente. Las dictaduras pasan inadvertidas porque se van implantando gota a gota.
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viernes, 5 de septiembre de 2025
Madurando la coca
La fábula de la dignidad latinoamericana y el orgullo patrio ha dado para mucho. Sirve para inflar discursos, hinchar pechos y emocionar multitudes dispuestas a dar la vida contra el imperialismo. Lo curioso es que quienes promueven esas visiones jamás se detienen a explicar cómo un país, que también fue colonia, logró convertirse en una de las sociedades más prósperas de la humanidad. No dicen qué los hizo tan fuertes económicamente ni cómo alcanzaron a ser potencia militar. Prefieren la ruta fácil: ignorar que partimos de orígenes similares —indígenas invadidos por europeos— y que en apenas dos siglos unos llegaron a la luna mientras nosotros seguimos hundidos en el barro. La salida mágica: culparlos de todos nuestros males y reciclar el eterno discurso, que está precisamente en la raíz de nuestra pobreza.
De ahí el cuento de que la coca es menos dañina que el whisky. Que la hojita es sagrada, que nuestros ancestros la mascaban para hablar con los dioses. De ahí la desfinanciación del Ejército, la eliminación de la erradicación, el aumento frenético de los cultivos. Y de ahí el respaldo a Maduro, jefe del cartel de los soles, quien convirtió a Venezuela en el más exitoso de los narcoestados, mucho más de lo que Pablo Escobar hubiese podido imaginar. De ahí que sea tan tonto aconsejar que no nos metamos en el lio de Venezuela cuando la alianza es esencial a la supervivencia de ambos. Paradójicamente, la ineptitud para gobernar contrasta con la eficacia para delinquir. Son incapaces de sacar a la gente de la pobreza, pero maestros en impulsar el negocio criminal.
Han creído, fruto de su ilusoria megalomanía, que la operación podía sostenerse indefinidamente, alimentada con dólares fáciles, corrupción institucional y elecciones robadas. Pero han sido tan descarados que los vecinos del norte, recipientes de todo el veneno, resolvieron cerrar la llave del jugoso flujo que mantiene la maquinaria aceitada. los sostiene en el poder y les permite un discurso cínico y ventijuliero.
Si el bloqueo naval logra afectar el flujo verde o la presión logra liberar a Venezuela del totalitarismo criminal, veremos caer el peso como plátano maduro, convirtiendo en humo otro “logro” del gobierno. El mismo estado gaseoso de tanta mentira empacada en épica revolucionaria, mezcolanza ecológica y batiburrillo socialista.
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De ahí el cuento de que la coca es menos dañina que el whisky. Que la hojita es sagrada, que nuestros ancestros la mascaban para hablar con los dioses. De ahí la desfinanciación del Ejército, la eliminación de la erradicación, el aumento frenético de los cultivos. Y de ahí el respaldo a Maduro, jefe del cartel de los soles, quien convirtió a Venezuela en el más exitoso de los narcoestados, mucho más de lo que Pablo Escobar hubiese podido imaginar. De ahí que sea tan tonto aconsejar que no nos metamos en el lio de Venezuela cuando la alianza es esencial a la supervivencia de ambos. Paradójicamente, la ineptitud para gobernar contrasta con la eficacia para delinquir. Son incapaces de sacar a la gente de la pobreza, pero maestros en impulsar el negocio criminal.
Han creído, fruto de su ilusoria megalomanía, que la operación podía sostenerse indefinidamente, alimentada con dólares fáciles, corrupción institucional y elecciones robadas. Pero han sido tan descarados que los vecinos del norte, recipientes de todo el veneno, resolvieron cerrar la llave del jugoso flujo que mantiene la maquinaria aceitada. los sostiene en el poder y les permite un discurso cínico y ventijuliero.
Si el bloqueo naval logra afectar el flujo verde o la presión logra liberar a Venezuela del totalitarismo criminal, veremos caer el peso como plátano maduro, convirtiendo en humo otro “logro” del gobierno. El mismo estado gaseoso de tanta mentira empacada en épica revolucionaria, mezcolanza ecológica y batiburrillo socialista.
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sábado, 30 de agosto de 2025
Falacias exitosas
Hasta los más fervorosos sacerdotes del autodenominado “progresismo” —que de progreso tiene lo que un burro de ingeniería espacial— se lamentan del fracaso de la célebre “paz total”. La receta ha sido simple: invente un término pegajoso, repítalo mil veces, póngalo en boca a periodistas, académicos y opinadores de oficio, y ¡listo! La mentira se viste de gala y todos aplauden. Así hemos engordado el diccionariol de barbarismos: “estallido social” (tradúzcase: vandalismo subsidiado), “cese bilateral del fuego” (o sea, “usted dispare menos mientras yo miro al techo”), “corredor humanitario” (“delincan a su antojo y sabremos protegerlos”), “polarizacion” (criticar a los violentos es violencia”) Y la joya de la corona: “paz total”. La promoción de la violencia con un barniz ético.
Basta con examinar cómo se viene aplicando la fórmula: debilitar al Ejército (¿quién necesita Fuerzas Armadas cuando tenemos hashtags?), decapitar su liderazgo, desarmar su inteligencia y rellenar los cargos con cuadros partidistas recién graduados en activismo de X. Luego, bautizar a los carteles como “campesinos que buscan sustento”, reconocer a criminales con brazalete como “actores políticos”, y regalarles territorios “libres de Fuerza Pública” para negociar tranquilos…”en paz”. Y para darle el toque internacional, nada mejor que apoyar a Maduro y el cartel de los soles para facilitar la exportación de la coca cuya producción hemos incrementado con tanto orgullo. “No nos metamos con ese berenjenal que no es nuestro”, dicen los incautos. Y de donde sale la coca que les permite nadar en dólares y mantiene el valor de nuestro pesito?
Tantos intelectuales se tragan el anzuelo y se quedan con el truco infalible de los politicos: hablar del qué sin mencionar jamás el cómo. “Daremos millones de empleos, millones de viviendas”, “potencia de vida”… y en el camino, fabricamos millones de ilusos.Así que no nos confundamos: la “paz total” no fracasó. Todo lo contrario. Funcionó como se planeó: debilitar al Estado, fortalecer al crimen y distraer a la opinión con un eslogan de tarima. ¿Fracaso? No: un éxito colosal en el arte de la farsa. El crimen de Miguel Uribe, las bombas de Cali y los jovenes militares asesinados demuestran que el país está regresando a una época en la que un conocido personaje bailaba en su revolucionaria salsa.
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Basta con examinar cómo se viene aplicando la fórmula: debilitar al Ejército (¿quién necesita Fuerzas Armadas cuando tenemos hashtags?), decapitar su liderazgo, desarmar su inteligencia y rellenar los cargos con cuadros partidistas recién graduados en activismo de X. Luego, bautizar a los carteles como “campesinos que buscan sustento”, reconocer a criminales con brazalete como “actores políticos”, y regalarles territorios “libres de Fuerza Pública” para negociar tranquilos…”en paz”. Y para darle el toque internacional, nada mejor que apoyar a Maduro y el cartel de los soles para facilitar la exportación de la coca cuya producción hemos incrementado con tanto orgullo. “No nos metamos con ese berenjenal que no es nuestro”, dicen los incautos. Y de donde sale la coca que les permite nadar en dólares y mantiene el valor de nuestro pesito?
Tantos intelectuales se tragan el anzuelo y se quedan con el truco infalible de los politicos: hablar del qué sin mencionar jamás el cómo. “Daremos millones de empleos, millones de viviendas”, “potencia de vida”… y en el camino, fabricamos millones de ilusos.Así que no nos confundamos: la “paz total” no fracasó. Todo lo contrario. Funcionó como se planeó: debilitar al Estado, fortalecer al crimen y distraer a la opinión con un eslogan de tarima. ¿Fracaso? No: un éxito colosal en el arte de la farsa. El crimen de Miguel Uribe, las bombas de Cali y los jovenes militares asesinados demuestran que el país está regresando a una época en la que un conocido personaje bailaba en su revolucionaria salsa.
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viernes, 29 de agosto de 2025
Del excell al exilio
Es bien sabido que una de las premisas centrales de los gobiernos socialistas es la manipulación de la información. Como se consideran depositarios de la moral revelada, creen tener derecho a retorcer las cifras para sustentar sus “logros”. Cualquiera entiende que basta con cambiar los criterios de medición para obtener un resultado distinto, sin olvidar que quienes recolectan datos son humanos que reciben órdenes. Por eso es legítimo dudar de las estadísticas de desempleo que hoy difunde el gobierno. La credibilidad de las cifras siempre dependerá de quién esté al mando. La brecha creciente entre la verdad oficial y la realidad palpable alimenta la desesperanza, la rabia y, finalmente, la emigración masiva. Podría hacerse una correlación matemática: a mayor capacidad de mentir de las autoridades, mayor es la cantidad de ciudadanos que huyen del paraíso estadístico.
Ahora bien, incluso si la reducción del desempleo fuese cierta —bandera favorita del continuismo socialista—, cuando se logra a costa de engordar la burocracia estatal es apenas una ilusión pasajera. No surge de la generación de riqueza, sino del estímulo a la pobreza que provoca el ahogo tributario. Los primeros años de aparente bonanza se transforman, invariablemente, en miseria generalizada. Y ese deterioro no pasa inadvertido para los jerarcas del sistema, que mientras tanto acumulan más poder y privilegios, “para proteger la revolución”.
Las regulaciones excesivas y leyes laborales rígidas sofocan la creación de empresas, desincentivan la inversión y fomentan la informalidad que no paga impuestos. Este ciclo se ha repetido una y otra vez: Argentina, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia… La historia latinoamericana es un museo de ilusiones rotas. Cuando la realidad azota al pueblo, se sacude la mentira siempre y cuando no hayan capturado el sistema electoral.
El verdadero progreso social ocurre cuando las personas buscan libremente la solución a su vida económica en paz. Las oportunidades y la educación —aliadas al talento— marcan la diferencia. Cuando una cultura transmite ese valor, florece la prosperidad. Por eso los colombianos que huyeron de la violencia, son apreciados en todo el mundo: recursivos, trabajadores, diligentes. Al irse, reducen el desempleo y aumentan las remesas lo que termina, en cruel paradoja sustentando el parasitismo.
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Ahora bien, incluso si la reducción del desempleo fuese cierta —bandera favorita del continuismo socialista—, cuando se logra a costa de engordar la burocracia estatal es apenas una ilusión pasajera. No surge de la generación de riqueza, sino del estímulo a la pobreza que provoca el ahogo tributario. Los primeros años de aparente bonanza se transforman, invariablemente, en miseria generalizada. Y ese deterioro no pasa inadvertido para los jerarcas del sistema, que mientras tanto acumulan más poder y privilegios, “para proteger la revolución”.
Las regulaciones excesivas y leyes laborales rígidas sofocan la creación de empresas, desincentivan la inversión y fomentan la informalidad que no paga impuestos. Este ciclo se ha repetido una y otra vez: Argentina, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia… La historia latinoamericana es un museo de ilusiones rotas. Cuando la realidad azota al pueblo, se sacude la mentira siempre y cuando no hayan capturado el sistema electoral.
El verdadero progreso social ocurre cuando las personas buscan libremente la solución a su vida económica en paz. Las oportunidades y la educación —aliadas al talento— marcan la diferencia. Cuando una cultura transmite ese valor, florece la prosperidad. Por eso los colombianos que huyeron de la violencia, son apreciados en todo el mundo: recursivos, trabajadores, diligentes. Al irse, reducen el desempleo y aumentan las remesas lo que termina, en cruel paradoja sustentando el parasitismo.
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viernes, 15 de agosto de 2025
Mataron la esperanza
La izquierda se arroga el deber moral de liberar a los explotados de las cadenas que la oligarquía ha soldado con fuego y miedo. El sistema, afirman, se sostiene gracias a fuerzas armadas que imponen la justicia con pólvora. Por eso, dicen, la lucha debe estar respaldada por las armas. Grupos violentos dispersos por el país no son accidentes: son la estrategia. Y como el poder del sistema se basa en la riqueza, para combatirlo hace falta mucho dinero. El método más eficaz y rentable: el narcotráfico. Además de llenar las arcas, permite cobrarse venganza contra el “imperio” envenenando a su juventud. Así nació la aberración de las narcoguerrillas. Por eso los prontuarios en la DEA de los Maduro y tantos otros. Y por eso funcionan como relojes las donaciones de campaña que luego se pagan con intereses desde el poder.
La estrategia se logra combinar con un truco perverso: vender la ilusión de paz. Como el clima de violencia se vuelve insoportable, cualquiera que prometa paz recibe respaldo. La maniobra es brillante y cínica: culparnos a todos de la violencia. Hoy mismo, editoriales llaman a “desarmar los espíritus”. El resultado es infalible: los pacíficos se callan, los violentos se multiplican.
En 2002, el país parecía sin retorno. Tres gobiernos hablando de paz y haciéndoles concesiones a los criminales, habían dejado una nación rota. Entonces apareció un político distinto: proclamó que la seguridad es la base de la prosperidad, y que la pobreza se combate con desarrollo basado en confianza. Eso rompió el libreto, así que intentaron matarlo siete veces. Como no pudieron acuden a montajes con testimonios de delincuentes para perseguirlo judicialmente.
La historia se repite. Con el país en el abismo, surge un segundo Uribe, con el carisma y la capacidad para convertirse en una nueva esperanza. Su fortaleza para haber superado el horror sin rencor, lo mostraba como un ser excepcional.
Esta vez no fallaron: lo asesinaron gracias a la desidia para protegerlo.
Desfilan ante su féretro en un silencio que no es de paz. Para unos es triunfo, para otros es miedo. Las flores se marchitarán pronto porque también han perdido una esperanza. Y los millones que nunca hemos creído en la violencia y jamás hemos empuñado un arma, volvimos a escuchar la eterna monserga: que nos desarmemos… para que ellos puedan seguir matando.
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La estrategia se logra combinar con un truco perverso: vender la ilusión de paz. Como el clima de violencia se vuelve insoportable, cualquiera que prometa paz recibe respaldo. La maniobra es brillante y cínica: culparnos a todos de la violencia. Hoy mismo, editoriales llaman a “desarmar los espíritus”. El resultado es infalible: los pacíficos se callan, los violentos se multiplican.
En 2002, el país parecía sin retorno. Tres gobiernos hablando de paz y haciéndoles concesiones a los criminales, habían dejado una nación rota. Entonces apareció un político distinto: proclamó que la seguridad es la base de la prosperidad, y que la pobreza se combate con desarrollo basado en confianza. Eso rompió el libreto, así que intentaron matarlo siete veces. Como no pudieron acuden a montajes con testimonios de delincuentes para perseguirlo judicialmente.
La historia se repite. Con el país en el abismo, surge un segundo Uribe, con el carisma y la capacidad para convertirse en una nueva esperanza. Su fortaleza para haber superado el horror sin rencor, lo mostraba como un ser excepcional.
Esta vez no fallaron: lo asesinaron gracias a la desidia para protegerlo.
Desfilan ante su féretro en un silencio que no es de paz. Para unos es triunfo, para otros es miedo. Las flores se marchitarán pronto porque también han perdido una esperanza. Y los millones que nunca hemos creído en la violencia y jamás hemos empuñado un arma, volvimos a escuchar la eterna monserga: que nos desarmemos… para que ellos puedan seguir matando.
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martes, 12 de agosto de 2025
Revolución profunda
Que los muchachos crean que Colombia necesita una revolución profunda, vale. Es natural. En la juventud muchos pensamos que todo estaba mal hecho, nos indignamos con la pobreza y quisimos revolcar el sistema para acabar con los privilegios y la injusticia. Pero algunos tuvimos la oportunidad de conocer la Unión Soviética, la Europa del Este, Cuba, China… y el desconcierto fue brutal. Las injusticias eran peores, la miseria seguía, y los privilegios eran más obscenos. Comprendimos que el problema no era solo el modelo, sino la concentración del poder.
Sí, también en las democracias liberales existe una concentración de poder económico repulsiva. Pero el mercado, cuando es realmente libre, tiende a generar equilibrio. No se trata de idealizarlo ni de renunciar al anhelo de una sociedad más equilibrada (justa, no, porque esa palabra ya se prostituyó), sino de aceptar una conclusión que salta a la vista para quien quiera observar el mundo: las sociedades donde opera la libertad económica tienen más posibilidades de progreso social.
No llegamos a esa idea por leer grandes tratados, —ni “El Capital” ni “La Riqueza de las Naciones”—, sino por observar la realidad: la humanidad progresa cuando es capaz de medir, comparar, repetir lo que funciona y desechar lo que no.
Por eso es desconcertante que pensadores ya maduros —que han construido, creado, trabajado— se entusiasmen con la “revolución profunda”. ¿Olvidaron toda su experiencia? ¿O sufren una regresión neuronal?
Quien ha intentado construir algo en serio sabe lo difícil que es: requiere conocimiento, esfuerzo, tiempo, y aun así el riesgo de fracasar es alto. Los proyectos fallan, las personas decepcionan, las circunstancias cambian. Y quien sabe construir, también sabe que levantar sobre lo ya construido es siempre más sensato que arrasar con todo para empezar de cero.
La historia ha mostrado que las revoluciones terminan invariablemente en ruinas o cementerios.
Lo que funciona —aunque imperfecto— es la libertad para el intercambio libre de bienes e ideas en un entorno sin violencia. Perfeccionar esas herramientas debería ser la meta de toda sociedad racional. No se debe perder la ilusión de mejorar la sociedad, pero reciclar utopías no es el camino. “En tiempos de engaño universal, lo revolucionario es decir la verdad” dijo George Orwell.
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Sí, también en las democracias liberales existe una concentración de poder económico repulsiva. Pero el mercado, cuando es realmente libre, tiende a generar equilibrio. No se trata de idealizarlo ni de renunciar al anhelo de una sociedad más equilibrada (justa, no, porque esa palabra ya se prostituyó), sino de aceptar una conclusión que salta a la vista para quien quiera observar el mundo: las sociedades donde opera la libertad económica tienen más posibilidades de progreso social.
No llegamos a esa idea por leer grandes tratados, —ni “El Capital” ni “La Riqueza de las Naciones”—, sino por observar la realidad: la humanidad progresa cuando es capaz de medir, comparar, repetir lo que funciona y desechar lo que no.
Por eso es desconcertante que pensadores ya maduros —que han construido, creado, trabajado— se entusiasmen con la “revolución profunda”. ¿Olvidaron toda su experiencia? ¿O sufren una regresión neuronal?
Quien ha intentado construir algo en serio sabe lo difícil que es: requiere conocimiento, esfuerzo, tiempo, y aun así el riesgo de fracasar es alto. Los proyectos fallan, las personas decepcionan, las circunstancias cambian. Y quien sabe construir, también sabe que levantar sobre lo ya construido es siempre más sensato que arrasar con todo para empezar de cero.
La historia ha mostrado que las revoluciones terminan invariablemente en ruinas o cementerios.
Lo que funciona —aunque imperfecto— es la libertad para el intercambio libre de bienes e ideas en un entorno sin violencia. Perfeccionar esas herramientas debería ser la meta de toda sociedad racional. No se debe perder la ilusión de mejorar la sociedad, pero reciclar utopías no es el camino. “En tiempos de engaño universal, lo revolucionario es decir la verdad” dijo George Orwell.
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El péndulo de la Justicia
La “combinación de todas las formas de lucha” empieza a mostrar su eficacia. Al impulso de la lucha armada se suma ahora la paciente infiltración del aparato judicial. Y si para financiar tan nobles fines hay que mezclar narcotráfico, corrupción, chantaje y otros delitos variopintos, entiéndase que el fin justifica los medios. Quien se atrevió a golpear la estructura criminal que sostiene la enorme operación, debe ser perseguido y castigado . Como no lograron asesinarlo en varios atentados, ahora buscan encarcelarlo.
Decenas de abogados —debidamente financiados— arman una red de farsas, recorren cárceles incentivando a sus compañeros a imaginar historias truculentas, mientras otros trepan en el sistema judicial hasta alcanzar cargos clave. Se construyen conspiraciones, se repiten falsedades, se difunden en redes hasta convertirlas en verdad. Todo para destruir a quien, en su vida pública, solo ha dado pruebas de decencia, honestidad y vocación de servicio.Y así, se borra de la memoria colectiva el horror que vivió Colombia en 2002. Muchos que hoy repiten barbaridades ya olvidaron por qué están vivos. Y los que no vivieron esa época, con ligereza opinan sin entender el riesgo de repetirla.Se ha logrado instalar un odio emocional, alimentado por cuentos, versiones y testimonios sin pruebas. No hay un solo video, una grabación, una evidencia material que comprometa al odiado. Solo está el relato de un hampón, corroborado por otro delincuente, sobre las componendas de un criminal.
La vehemencia con que algunos se rasgan las vestiduras en defensa de la justicia, contrasta con la ridiculez del “acervo probatorio”. No puede sino concluirse que el plan ha sido ejecutado con la precisión de un asalto. Y ahora, los mismos que siempre negaron a la Justicia —esa “institución burguesa”, “instrumento de opresión de la oligarquía”— la invocan con fervor revolucionario.
No importa que el uso político de la justicia tenga doble filo. Lo aprendieron Fujimori, Pinochet y Martinelli, pero también Lula, Evo, Kirchner y Castillo y muchos otros. Porque aquí no se trata de continuar el juego democrático. El objetivo es tomarse por completo el sistema judicial, controlar el electoral y concentrar todo el poder en unos pocos, que se convertirán en los eternos defensores de la revolución, siempre rodeados de privilegios.
Decenas de abogados —debidamente financiados— arman una red de farsas, recorren cárceles incentivando a sus compañeros a imaginar historias truculentas, mientras otros trepan en el sistema judicial hasta alcanzar cargos clave. Se construyen conspiraciones, se repiten falsedades, se difunden en redes hasta convertirlas en verdad. Todo para destruir a quien, en su vida pública, solo ha dado pruebas de decencia, honestidad y vocación de servicio.Y así, se borra de la memoria colectiva el horror que vivió Colombia en 2002. Muchos que hoy repiten barbaridades ya olvidaron por qué están vivos. Y los que no vivieron esa época, con ligereza opinan sin entender el riesgo de repetirla.Se ha logrado instalar un odio emocional, alimentado por cuentos, versiones y testimonios sin pruebas. No hay un solo video, una grabación, una evidencia material que comprometa al odiado. Solo está el relato de un hampón, corroborado por otro delincuente, sobre las componendas de un criminal.
La vehemencia con que algunos se rasgan las vestiduras en defensa de la justicia, contrasta con la ridiculez del “acervo probatorio”. No puede sino concluirse que el plan ha sido ejecutado con la precisión de un asalto. Y ahora, los mismos que siempre negaron a la Justicia —esa “institución burguesa”, “instrumento de opresión de la oligarquía”— la invocan con fervor revolucionario.
No importa que el uso político de la justicia tenga doble filo. Lo aprendieron Fujimori, Pinochet y Martinelli, pero también Lula, Evo, Kirchner y Castillo y muchos otros. Porque aquí no se trata de continuar el juego democrático. El objetivo es tomarse por completo el sistema judicial, controlar el electoral y concentrar todo el poder en unos pocos, que se convertirán en los eternos defensores de la revolución, siempre rodeados de privilegios.
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sábado, 26 de julio de 2025
La Oposicion
Una de las fábulas que trata de diseminar el Petrismo y sus fieles devotos consiste en pintar la oposición como implacable. “Nunca en la historia, había tenido que enfrentar un Presidente, una oposición tan radical y despiadada¨, se atreven a decir.
Cuando la realidad, es que por primera vez en muchas décadas, el gobierno enfrenta un oposición civilizada, que argumenta con palabras, que usa los canales regulares de la opinión pública, que protagoniza debates en el Congreso, que acude a las instituciones para contrarrestar a un gobierno caracterizado por la corrupción, el nepotismo, el derroche, el atropello al sector productivo, el chamboneo y el insulto a los gremios que sostienen el país.
Por primera vez en dos a tres generaciones, la oposición es pacífica, no acude a las armas ni amenaza con violencia para oponerse a un gobierno alineado con los delincuentes, que ha logrado el récord de la mayor extensión de coca sembrada, que conoce las cárceles, no por el deber de hacerlas seguras y humanitarias, sino por los pactos que logra con los peores hampones condenados, cuya amistad exhibe con orgullo en tarimas.
Por primera vez en la historia reciente del país, la oposición ha convocado las marchas más imponentes de la historia, sin que haya ocurrido un solo incidente, un solo daño, un solo incendio o ataque a la policía.
Son muchos los años en los que el rechazo al gobierno estaba asociado con bombas, destrucción, quemas, asesinatos, ataques a poblaciones, masacres, bloqueos de carreteras. De hecho fue la oposición violenta organizada por Petro, promoviendo por debajo de cuerda todas las formas de violencia, la que llevó al terror de la población y el desconcierto generalizado que terminó en su elección. Estrategia cuidadosamente planeada y ejecutada que ha funcionado en Chile, Perú, Bolivia, Venezuela y se ha intentado en Ecuador y el resto de latinoamérica.
El relato que tratan de diseminar no puede ser más cínico. Los promotores y gestores de una oposición violenta, agresiva, destructiva, causante de un gran número de muertes y daños materiales, ahora se lamentan de una oposición muy ruda.
Hay que creer en la Fuerza de la Verdad. Seguir develando las mentiras, seguir destapando los negociados, seguir interviniendo para que la plata de nuestros impuestos no termine financiando la evolución hacia la satrapía.
Cuando la realidad, es que por primera vez en muchas décadas, el gobierno enfrenta un oposición civilizada, que argumenta con palabras, que usa los canales regulares de la opinión pública, que protagoniza debates en el Congreso, que acude a las instituciones para contrarrestar a un gobierno caracterizado por la corrupción, el nepotismo, el derroche, el atropello al sector productivo, el chamboneo y el insulto a los gremios que sostienen el país.
Por primera vez en dos a tres generaciones, la oposición es pacífica, no acude a las armas ni amenaza con violencia para oponerse a un gobierno alineado con los delincuentes, que ha logrado el récord de la mayor extensión de coca sembrada, que conoce las cárceles, no por el deber de hacerlas seguras y humanitarias, sino por los pactos que logra con los peores hampones condenados, cuya amistad exhibe con orgullo en tarimas.
Por primera vez en la historia reciente del país, la oposición ha convocado las marchas más imponentes de la historia, sin que haya ocurrido un solo incidente, un solo daño, un solo incendio o ataque a la policía.
Son muchos los años en los que el rechazo al gobierno estaba asociado con bombas, destrucción, quemas, asesinatos, ataques a poblaciones, masacres, bloqueos de carreteras. De hecho fue la oposición violenta organizada por Petro, promoviendo por debajo de cuerda todas las formas de violencia, la que llevó al terror de la población y el desconcierto generalizado que terminó en su elección. Estrategia cuidadosamente planeada y ejecutada que ha funcionado en Chile, Perú, Bolivia, Venezuela y se ha intentado en Ecuador y el resto de latinoamérica.
El relato que tratan de diseminar no puede ser más cínico. Los promotores y gestores de una oposición violenta, agresiva, destructiva, causante de un gran número de muertes y daños materiales, ahora se lamentan de una oposición muy ruda.
Hay que creer en la Fuerza de la Verdad. Seguir develando las mentiras, seguir destapando los negociados, seguir interviniendo para que la plata de nuestros impuestos no termine financiando la evolución hacia la satrapía.
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jueves, 17 de julio de 2025
Y de que lado estas?
Como todo lo susceptible de ser afectado por el mundo digital, el conflicto se reduce a dos bandos.Si tiene familiares o amigos palestinos, seguro recibe información constante sobre los atropellos sufridos por su pueblo durante los últimos 50 años, después de ser despojados de sus tierras. Una mayoría buena, trabajadora y pacífica termina bajo el liderazgo de una minoría fanática que decide que la única respuesta a la humillación es la violencia. Todo intento de entendimiento pacífico es saboteado por quienes sólo conciben las soluciones al ritmo de explosivos. La moderación de la OLP y los avances en Cisjordania parecían dar frutos. Pero en Gaza, la agresividad de Hamás solo endureció las condiciones de vida, atrapando a su propia población entre el yugo y el cañón. En ese contexto de desesperanza, muchos justifican la rebelión violenta contra un sistema que sienten injusto. Pero al hacerlo, tienden a cerrar los ojos ante atrocidades innegables. Prefieren pensar que las decapitaciones, los secuestros de mujeres y ancianos, son invenciones del enemigo. Así funciona el sesgo tribal: creemos solo lo que nuestra tribu valida.
Del otro lado, quienes conocen judíos y admiran su disciplina y talento, reconocen una nación que se construyó despues de un enorme sufrimiento. Con esfuerzo y apoyo internacional, lograron una sociedad vibrante y tecnológicamente avanzada. ¿Podrían los palestinos haber hecho algo similar con el territorio asignado en 1947 y el respaldo del poderoso mundo árabe?
Esa nación admirable ha sido atacada sin piedad por grupos que promueven el odio como ideología, y consideran que la única solución consiste en su desaparición, lo que la ha inducido a ser potencia militar. Su supervivencia, depende de su fuerza y con el liderazgo equivocado, la ha usado para perpetrar horrendas matanzas.
Al final, uno escoge bando según a quién escucha más. Y lo hace creyendo que está bien informado, cuando en realidad está bien sesgado. Porque si algo es cierto en toda guerra, es que ninguna es justa, ni equilibrada, ni limpia, y quienes más sufren no son los responsables de la barbarie. Por eso, cuando un jefe de Estado toma partido con fervor —sin matices, sin dudas—, no se alinea con la justicia: se compromete con el oprobio. Un escenario más del galimatías moral que justifica la violencia.
Del otro lado, quienes conocen judíos y admiran su disciplina y talento, reconocen una nación que se construyó despues de un enorme sufrimiento. Con esfuerzo y apoyo internacional, lograron una sociedad vibrante y tecnológicamente avanzada. ¿Podrían los palestinos haber hecho algo similar con el territorio asignado en 1947 y el respaldo del poderoso mundo árabe?
Esa nación admirable ha sido atacada sin piedad por grupos que promueven el odio como ideología, y consideran que la única solución consiste en su desaparición, lo que la ha inducido a ser potencia militar. Su supervivencia, depende de su fuerza y con el liderazgo equivocado, la ha usado para perpetrar horrendas matanzas.
Al final, uno escoge bando según a quién escucha más. Y lo hace creyendo que está bien informado, cuando en realidad está bien sesgado. Porque si algo es cierto en toda guerra, es que ninguna es justa, ni equilibrada, ni limpia, y quienes más sufren no son los responsables de la barbarie. Por eso, cuando un jefe de Estado toma partido con fervor —sin matices, sin dudas—, no se alinea con la justicia: se compromete con el oprobio. Un escenario más del galimatías moral que justifica la violencia.
viernes, 11 de julio de 2025
Dogma por wi-fi
La última joya del pensamiento mágico-petrista circula feliz por las redes: el atentado a Miguel Uribe fue un montaje. Así, sin rubor. Según esta hipótesis digna de Netflix, todo fue teatro: la caída perfectamente ensayada, la sangre artificial regada con pincel n°7, la ambulancia coreografiada, la clínica alquilada por horas, las cirugías simuladas, los partes médicos redactados por libretistas de RCN… hasta el sufrimiento de su familia, todo parte de un reality producido por una extrema derecha en pánico, ante los milagros que descienden de las galaxias con la fluidez del whisky. El dogma, como la fe ciega, tiene esas licencias. Para sus creyentes, cualquier cosa que no encaje con la narrativa del mesías debe ser falsa. Que haya balas, heridas, UCI y médicos no importa: es más fácil creer que todo fue organizado por Batman, con dirección de Mel Gibson y maquillaje de Tarantino.
Uno pensaría que no hay cerebro capaz de repetir tamaño disparate, pero hay miles. Y lo grave es que votan, opinan, y acumulan méritos para que los nombren en cargos del gobierno. Por eso no sobra revisar estas genialidades: no para interactuar con los fundamentalistas del dogma, sino para impedir que quienes aún poseen algo de cordura, se dejen arrastrar.
Es tan inútil escribirle cartas “fraternas” a Petro pidiéndole que respete la ley, o sea un buen demócrata, como explicarle a un tierraplanista cómo funciona un eclipse. Esta gente ve conspiraciones porque las ha hecho. Aún se pueden ver los videos de los “niños” de la primera línea revolcándose en pintura roja y lanzándose al suelo en sincronía con petardos. Un teatro tan bien actuado que mucha gente se lo tragó entero. Y el libreto funcionó: se instaló el caos, se sembró el miedo, y el “salvador” ganó.
Ahora que enfrentan el desmadre del gobierno de un poeta sin métrica, necesitan convencerse de que todo lo que no les conviene, es una farsa de la “extrema derecha”. Tiene que ser un montaje porque les resulta imposible digerir la realidad de quien hizo pactos con el hampa para obtener recursos y votos para su campaña y ahora paga cumplidamente permitiéndoles florecer.
Por eso los llamados al diálogo y al sentido común no deben dirigirse a los guionistas de estas óperas de cartón, sino a los millones de ciudadanos que aún no tienen delirio, pero sí señal de WiFi.
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Uno pensaría que no hay cerebro capaz de repetir tamaño disparate, pero hay miles. Y lo grave es que votan, opinan, y acumulan méritos para que los nombren en cargos del gobierno. Por eso no sobra revisar estas genialidades: no para interactuar con los fundamentalistas del dogma, sino para impedir que quienes aún poseen algo de cordura, se dejen arrastrar.
Es tan inútil escribirle cartas “fraternas” a Petro pidiéndole que respete la ley, o sea un buen demócrata, como explicarle a un tierraplanista cómo funciona un eclipse. Esta gente ve conspiraciones porque las ha hecho. Aún se pueden ver los videos de los “niños” de la primera línea revolcándose en pintura roja y lanzándose al suelo en sincronía con petardos. Un teatro tan bien actuado que mucha gente se lo tragó entero. Y el libreto funcionó: se instaló el caos, se sembró el miedo, y el “salvador” ganó.
Ahora que enfrentan el desmadre del gobierno de un poeta sin métrica, necesitan convencerse de que todo lo que no les conviene, es una farsa de la “extrema derecha”. Tiene que ser un montaje porque les resulta imposible digerir la realidad de quien hizo pactos con el hampa para obtener recursos y votos para su campaña y ahora paga cumplidamente permitiéndoles florecer.
Por eso los llamados al diálogo y al sentido común no deben dirigirse a los guionistas de estas óperas de cartón, sino a los millones de ciudadanos que aún no tienen delirio, pero sí señal de WiFi.
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viernes, 4 de julio de 2025
La improbable dictadura
Si revisamos los últimos cien años de política en América Latina, el diagnóstico es claro: las dictaduras han encontrado terreno fértil. Todos los países han sufrido alguna. En número de años bajo regímenes autoritarios, hay un amplio rango: desde apenas 4 en Colombia, hasta 60 en Nicaragua (o 71 en México, si se considera el largo monopolio del PRI). En promedio, la región ha pasado 32 de los últimos 100 años bajo dictadura. Una tercera parte de su historia reciente atrapada en el autoritarismo.
¿El campeón de la democracia? Colombia. Y en aparente paradoja también campeona en violencia. Tal vez porque la democracia, en su generosa amplitud, permitió pensar que la diversidad incluía también a quienes empuñaban las armas para llegar al poder. El resultado ha sido una cultura marcada por la transgresión: altas tasas de criminalidad, desconfianza en las instituciones y un concepto libertario que a veces se confunde con hacer “lo que se me dé la gana”.
Esa libertad mal entendida y abusada ha producido un curioso efecto: un rechazo subconsciente y persistente a cualquier intento de centralismo autoritario. Como si el país, por vivir al borde del caos, se estuviese vacunando —aunque con efectos secundarios— contra la obediencia ciega. Aquí muchos viven con miedo, sí, pero también dicen con resignado orgullo: “igual a esto no hay nada”. Un reconocimiento tácito al valor de la libertad.
Sea esa la explicación o no, la verdad estadística es que Colombia ha resistido mejor que otros países los encantos de las dictaduras. Y por eso resulta poco probable que acepte mansamente la que ahora se cocina, entre discursos populistas y reformas impuestas a golpe de megáfono.
Ya son varios los periodos de la historia en que el país ha sufrido incrementos en la capacidad violenta de grupos criminales. Se ha resuelto llamar guerra a este proceder como si fuese un recurso válido para dirimir las diferencias. El resultado ha sido siempre el empeoramiento de la condición que supuestamente se pretende mejorar con la generación de más pobreza, sufrimiento, desolación y muerte.
Por eso resulta tan equivocada la pretensión de solucionar “en la calle” las diferencias que existen con relación a nuevas leyes. Prender la mecha en un país que se enciende fácil es peligroso para todos, incluyendo el dueño del fósforo.
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¿El campeón de la democracia? Colombia. Y en aparente paradoja también campeona en violencia. Tal vez porque la democracia, en su generosa amplitud, permitió pensar que la diversidad incluía también a quienes empuñaban las armas para llegar al poder. El resultado ha sido una cultura marcada por la transgresión: altas tasas de criminalidad, desconfianza en las instituciones y un concepto libertario que a veces se confunde con hacer “lo que se me dé la gana”.
Esa libertad mal entendida y abusada ha producido un curioso efecto: un rechazo subconsciente y persistente a cualquier intento de centralismo autoritario. Como si el país, por vivir al borde del caos, se estuviese vacunando —aunque con efectos secundarios— contra la obediencia ciega. Aquí muchos viven con miedo, sí, pero también dicen con resignado orgullo: “igual a esto no hay nada”. Un reconocimiento tácito al valor de la libertad.
Sea esa la explicación o no, la verdad estadística es que Colombia ha resistido mejor que otros países los encantos de las dictaduras. Y por eso resulta poco probable que acepte mansamente la que ahora se cocina, entre discursos populistas y reformas impuestas a golpe de megáfono.
Ya son varios los periodos de la historia en que el país ha sufrido incrementos en la capacidad violenta de grupos criminales. Se ha resuelto llamar guerra a este proceder como si fuese un recurso válido para dirimir las diferencias. El resultado ha sido siempre el empeoramiento de la condición que supuestamente se pretende mejorar con la generación de más pobreza, sufrimiento, desolación y muerte.
Por eso resulta tan equivocada la pretensión de solucionar “en la calle” las diferencias que existen con relación a nuevas leyes. Prender la mecha en un país que se enciende fácil es peligroso para todos, incluyendo el dueño del fósforo.
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lunes, 30 de junio de 2025
No más reyes
La institución de la Presidencia es una herencia directa de la monarquía. Quienes escribieron las primeras constituciones aún sentían el aliento de los reyes en la nuca. Por eso inventaron una figura similar: lo pusieron a vivir en un palacio y le dieron categoría de reina —“Primera Dama”— a la esposa.
La concentración de poder y privilegios en estos nuevos reyezuelos explica, en parte, el pobre desempeño de muchas democracias modernas. Existen contrapesos que, aunque imperfectos, funcionan. Trump no ha llevado a EE. UU. al abismo porque lo han contenido tribunales, medios y sociedad civil. Petro no ha logrado desbaratar a Colombia porque también lo han parado las Cortes, el Congreso, la prensa y los ciudadanos organizados han frenado muchas de sus regresivas iniciativas.
Pero la realidad es aún más contundente: pese al enorme poder simbólico del Presidente, su capacidad para modificar la vida de los ciudadanos es limitada. El país sigue andando por inercia, indiferente a las barbaridades que diga o haga quien ocupa el palacio, mientras abusa de los micrófonos para imponer su narrativa, justificar errores y mantener la ilusión de que todo lo bueno le pertenece. La vida continúa. Las empresas y la agroindustria siguen produciendo, los arquitectos diseñan, los ingenieros construyen, los médicos atienden, los plomeros destapan, los tenderos venden, los asaderos de pollo alimentan. La gigantesca maquinaria económica no se detiene, y por eso las cifras resisten, incluso con una conducción errática. Ni siquiera sus partidarios le paran bolas y se resisten a responder a sus llamados que buscan convertirlos en carne de cañón.
Los áulicos del poder, claro, usan los pocos datos positivos para defender lo indefendible. La inflación no se ha disparado gracias a la firmeza del Banco de la República. El desempleo ha bajado por el rebusque, única opción ante una formalidad asfixiante que va a empeorar. La devaluación no es alta por la narcoeconomía. La productividad se sostiene por el dinamismo empresarial, no por gestión estatal. Lo poco bueno que ha ocurrido en estos años ha sido a pesar del gobierno, no gracias a él. Tal vez ha llegado el momento de que la figura del Presidente —como las monarquías que la inspiraron— empiece, por fin, su camino hacia la extinción. “No al Rey” es la respuesta a los cultos que eligen a los Mesías.
La concentración de poder y privilegios en estos nuevos reyezuelos explica, en parte, el pobre desempeño de muchas democracias modernas. Existen contrapesos que, aunque imperfectos, funcionan. Trump no ha llevado a EE. UU. al abismo porque lo han contenido tribunales, medios y sociedad civil. Petro no ha logrado desbaratar a Colombia porque también lo han parado las Cortes, el Congreso, la prensa y los ciudadanos organizados han frenado muchas de sus regresivas iniciativas.
Pero la realidad es aún más contundente: pese al enorme poder simbólico del Presidente, su capacidad para modificar la vida de los ciudadanos es limitada. El país sigue andando por inercia, indiferente a las barbaridades que diga o haga quien ocupa el palacio, mientras abusa de los micrófonos para imponer su narrativa, justificar errores y mantener la ilusión de que todo lo bueno le pertenece. La vida continúa. Las empresas y la agroindustria siguen produciendo, los arquitectos diseñan, los ingenieros construyen, los médicos atienden, los plomeros destapan, los tenderos venden, los asaderos de pollo alimentan. La gigantesca maquinaria económica no se detiene, y por eso las cifras resisten, incluso con una conducción errática. Ni siquiera sus partidarios le paran bolas y se resisten a responder a sus llamados que buscan convertirlos en carne de cañón.
Los áulicos del poder, claro, usan los pocos datos positivos para defender lo indefendible. La inflación no se ha disparado gracias a la firmeza del Banco de la República. El desempleo ha bajado por el rebusque, única opción ante una formalidad asfixiante que va a empeorar. La devaluación no es alta por la narcoeconomía. La productividad se sostiene por el dinamismo empresarial, no por gestión estatal. Lo poco bueno que ha ocurrido en estos años ha sido a pesar del gobierno, no gracias a él. Tal vez ha llegado el momento de que la figura del Presidente —como las monarquías que la inspiraron— empiece, por fin, su camino hacia la extinción. “No al Rey” es la respuesta a los cultos que eligen a los Mesías.
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viernes, 20 de junio de 2025
Niños asesinos
Asesinos de niños! Es el grito que con frecuencia se dirige a quienes piden seguridad. En la retorcida moral de ciertas galaxias ideológicas, se refiere a que, cuando el Ejército o la Policía actúan, matan “niños”.
Desde hace décadas, la estrategia de los mal llamados revolucionarios ha sido el reclutamiento de menores para usarlos como carne de cañón. Así ha operado la guerrilla, secuestrando hijos de campesinos e indígenas. Así funcionan las “primeras líneas” en las ciudades, contratando menores. Manipulan mentes jóvenes, inexpertas, con una mezcla de sueños y amenazas. Con ellos se planean tomas de pueblos, atentados, bloqueos, incendios de buses y bancos. Cuando las fuerzas del orden reaccionan y hay muertes o excesos, se activa el libreto: “terrorismo de Estado”, “asesinos de niños” y los uniformados se inmovilizan. En Cali, es bien conocida la estrategia que destruyó y paralizó la ciudad dos meses. Pero fueron ellos —los que hoy se toman fotos con sus pelos canosos y sus barrigas prominentes— quienes los reclutaron. Ellos los entrenaron, los armaron, los lanzaron al frente y ahora ahogan su culpa con whisky, coca y discursos poéticos incoherentes. Son quienes los involucran en la adrenalina de la violencia, los responsables de su muerte. El Código de Infancia y Adolescencia de Colombia define que niño es menor de 12 años y adolescente de 12 a 18. Calificar de “niño” a un grandulón de 17 años cuya madurez física le da toda la capacidad para agredir no sólo es equivocado e ilegal sino que distorsiona la realidad. No tendrá la madurez mental para que sus actos se juzguen como los de un adulto pero no es un niño. Igual error se comete al llamar “niña” a una joven de 16 años con madurez biológica, mientras se ignora que ese tratamiento infantilizante contribuye a más de cien mil embarazos adolescentes en Colombia, y quince millones en el mundo.
Los 18.000 menores reclutados por la guerrilla, las “primeras líneas” y los “niños sicarios” que con tanta petulancia justifica y protege el compañero presidente, invalidan cualquier autoridad moral de quienes los abusan desde la comodidad de sus cargos. No hay niños asesinos ni asesinos de niños. Hay criminales cobardes instigando adolescentes en la danza de la muerte. Logran esconderse bajo una ampulosa oratoria gracias a una justicia distraída en el palabrerío. 25172
Desde hace décadas, la estrategia de los mal llamados revolucionarios ha sido el reclutamiento de menores para usarlos como carne de cañón. Así ha operado la guerrilla, secuestrando hijos de campesinos e indígenas. Así funcionan las “primeras líneas” en las ciudades, contratando menores. Manipulan mentes jóvenes, inexpertas, con una mezcla de sueños y amenazas. Con ellos se planean tomas de pueblos, atentados, bloqueos, incendios de buses y bancos. Cuando las fuerzas del orden reaccionan y hay muertes o excesos, se activa el libreto: “terrorismo de Estado”, “asesinos de niños” y los uniformados se inmovilizan. En Cali, es bien conocida la estrategia que destruyó y paralizó la ciudad dos meses. Pero fueron ellos —los que hoy se toman fotos con sus pelos canosos y sus barrigas prominentes— quienes los reclutaron. Ellos los entrenaron, los armaron, los lanzaron al frente y ahora ahogan su culpa con whisky, coca y discursos poéticos incoherentes. Son quienes los involucran en la adrenalina de la violencia, los responsables de su muerte. El Código de Infancia y Adolescencia de Colombia define que niño es menor de 12 años y adolescente de 12 a 18. Calificar de “niño” a un grandulón de 17 años cuya madurez física le da toda la capacidad para agredir no sólo es equivocado e ilegal sino que distorsiona la realidad. No tendrá la madurez mental para que sus actos se juzguen como los de un adulto pero no es un niño. Igual error se comete al llamar “niña” a una joven de 16 años con madurez biológica, mientras se ignora que ese tratamiento infantilizante contribuye a más de cien mil embarazos adolescentes en Colombia, y quince millones en el mundo.
Los 18.000 menores reclutados por la guerrilla, las “primeras líneas” y los “niños sicarios” que con tanta petulancia justifica y protege el compañero presidente, invalidan cualquier autoridad moral de quienes los abusan desde la comodidad de sus cargos. No hay niños asesinos ni asesinos de niños. Hay criminales cobardes instigando adolescentes en la danza de la muerte. Logran esconderse bajo una ampulosa oratoria gracias a una justicia distraída en el palabrerío. 25172
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