miércoles, 9 de marzo de 2022

Narcisos al poder


Es muy seguro que usted ha conocido a más de uno. Tiene un sentido desproporcionado de su importancia. El mundo vive pendiente de él y por tanto quienes lo rodean no pueden sino admirarlo. Exagera hasta la fantasía su dominio de poder, dinero, belleza y éxito, y se convierte en el “número 1”, “el mejor” de toda clasificación en que participa. Quienes lo rodean solo están para servirle y apoyarlo en sus grandes metas, y por tanto son sus inferiores y no merecen mayor atención o interés. Siempre tiene la razón y si algo sale mal es por haberse rodeado de ineptos o incapaces. Quien se atreva a criticarlo es un enemigo, y los valores se definen sólo por lo que le gusta o le conviene.Si no reconoce en esta descripción a algún familiar o alguien cercano, con toda seguridad lo encontrará en los periódicos actuales y de todas las épocas.

Porque el narcisismo suele ser la “virtud” que mejor adorna a los políticos, al punto de considerarse requisito esencial para ascender. Crear una corte de adulones, que vean en el gran orador, al dueño de toda la sabiduría, es clave para seducir incautos electores. Einstein sentó las bases para medir el tamaño del universo pero fue incapaz de establecer la magnitud de la estupidez, que llegó a calificar de infinita. Tal vez falló por no estudiar a los grandes narcisos de la historia y su capacidad para embaucar a los incautos. El mundo se asombró con la capacidad de Hitler. Logró integrar un amplio grupo de psicópatas amigos y colaboradores generando una de las más grandes tragedias colectivas de todos los tiempos. A pesar de esto, la tierra ha seguido siendo campo fértil para el surgimiento de narcisos convertidos en tiranos, que terminan dispensando atroz martirio a sus súbditos.

Desde Stalin, los Kim de Corea, pasando por Mao, Hussein, Idi Amin, Khadafi, Castro, Chaves, Ortega, Trump y Putin, todos han seguido el mismo guión: identificar frustraciones, alborotar odios y encontrar un culpable. El amado líder sale del pueblo, y es quien tiene la fórmula redentora. Es sencilla, fácil de entender y se empaca en una buena campaña llena de símbolos y abundantes mentiras. Se impulsa un escenario de violencia que desestabiliza y asusta. Se presenta al Mesías como el único capaz de controlar la situación, con lo que conquista el respaldo.

Una vez en el poder, aplasta a sus rivales, compra lealtades, instalando la cleptocracia de todos los fieles. Los cercanos que no aprenden rápido a arrodillarse, son humillados, exiliados o apresados. Una eficiente policía secreta, confirma la maldad del chivo expiatorio escogido, que se debe erradicar para lograr fines superiores.

La ley se vuelve un arma, con la que persigue a todo el que se opone, incluyendo los medios que se pliegan o desaparecen. Las instituciones se debilitan en la medida en que el poder se concentra. Crea un culto, inventa héroes, corrompe la ciencia, construye un legado, manipula visitantes, exporta su doctrina, se eterniza y crea una dinastía. Es el guión del Padre de todas las Rusias quien está logrando a bombazos que sus dominios estén llenos de hijos de Putin.

Las emocionadas juventudes que le apostaron a la nueva sociedad, lamentan sin cesar su ingenuidad.

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