domingo, 4 de mayo de 2025

Mitu

Es inaceptable que un hombre invada verbal o físicamente el espacio personal de una mujer sin ser invitado. En muchos mamíferos, la hembra atrae y el macho avanza, impulsado por el deseo de transmitir sus genes. Pero habría que recordarle a algunos que ya no saltamos de rama en rama. Miles de años de civilización deberían bastar para controlar los primitivos instintos de reproducción.
Sin embargo, la interacción entre los sexos sigue siendo un aspecto central de la vida social, y la línea entre una atracción mutua y un avance no deseado puede ser difusa. La percepción es subjetiva y está determinada por el contexto cultural y las experiencias personales. En Arabia, un tobillo desnudo puede desatar pasiones; en Cali, la anatomía al descubierto es parte del paisaje.

Las mujeres podrían reflexionar sobre el impacto de sus propios instintos. La obsesion por los halagos y las miradas puede llevarlas a la esclavitud de las influencias externas. La belleza se convierte en una máscara impuesta por estereotipos diseminados en medios y redes sociales: maquillajes, modas efímeras y cirugías que derivan en deformaciones corporales difíciles de entender en cualquier marco estético. Gastan fortunas en “sentirse bien”, lo que a menudo significa seducir al "macho alfa" de turno.
Ignorar los riesgos de ciertos contextos es, al mismo tiempo, ingenuidad y terquedad. En Colombia, dejar un portátil costoso en un parque garantiza su desaparición. El ladrón es culpable, sí, pero también hubo imprudencia.
Del mismo modo, una mujer que decide exhibir sus atributos en un lugar solitario se expone a un peligro real. Eso no justifica jamás la agresión, pero mientras el machismo primitivo siga vivo, la mezcla de provocación y vulnerabilidad puede ser explosiva. Para los árabes, la mujer siempre es responsable de la violacion y siempre que un hombre y una mujer están juntos, el demonio está en la mitad.

El movimiento Me Too (yo también fui víctima del acoso sexual) ha sido esencial para visibilizar el acoso, pero podría también promover una pedagogía más profunda: liberarse no sólo del acosador, sino también de la obsesión por gustarle. El respeto propio, y no solo el ajeno, es parte clave de la verdadera emancipación.

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3 comentarios:

  1. JOSE SAULO TORRES REYES4 de mayo de 2025, 1:52 p.m.

    Es una realidad, cada vez más cirugías para exaltar lo que en el imaginario atrae el sexo opuesto, al menos eso creemos. Cirugías de nalgas, mamas, cejas; vulva, boca, etc. Todos esos excesos en remiendos para atraer miradas, aplausos y deseos; todos procedimientos de riesgo; desafortunadamente el tiempo no perdona. El envejecimiento apropiado se verá alterado en su proceso normal ya que todas las líneas fueron alteradas para un proceso de envejecimiento normal. Por eso estamos viendo tantas abuelas desfiguradas en su rostro y ridículas en su cuerpo. Hay que envejecer dignamente y hacer de la cirugía el arte para sanar, aliviar o curar a quien padece dolores, enfermedades o deformaciones.

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  2. Sugiero que vuelva a leer el escrito sin tanto prejuicio. Interpreta mal porque concluye lo que no he dicho. O he dicho precisamente lo contrario. Si lee desprevenidamente, haciendo un esfuerzo por atenerse a los escrito y no a lo que Ud quiere interpretar de lo escrito, estoy seguro que se dara cuenta que estamos de acuerdo.

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  3. Gracias por su respuesta. Lamento que considere mi lectura como prejuiciada o incorrecta. Justamente, me tomé el tiempo de leer con atención su texto y responder punto por punto, basándome en lo que usted efectivamente escribió, no en interpretaciones antojadizas.

    Si su intención era transmitir otra cosa, celebro que podamos coincidir en lo fundamental: que la agresión nunca es justificable. Sin embargo, varios pasajes de su artículo —como la comparación con el robo, la referencia a los “instintos primitivos” o la idea de que una mujer “se expone” por cómo se viste— refuerzan narrativas que responsabilizan a las víctimas.

    De hecho, usted mismo afirma que el movimiento Me Too debería promover una pedagogía más profunda: “liberarse no solo del acosador, sino también de la obsesión por gustarle”, como si existiera una continuidad entre el deseo de agradar y el hecho de ser acosada. Esa frase vincula de forma inquietante el acoso con una supuesta complicidad inconsciente de la víctima. Es una lógica peligrosa que, bajo una aparente crítica al deseo femenino, termina justificando o atenuando la responsabilidad del agresor.

    Que esa no haya sido su intención explícita no significa que el mensaje no opere de ese modo en quien lo recibe. Justamente por eso, señalar estos matices no es prejuicio: es análisis crítico, y es necesario.

    No se trata de desacreditar su voz, sino de visibilizar los efectos de ciertos discursos, por más racionales que parezcan. El diálogo es valioso, pero debe partir del reconocimiento de que incluso las palabras bien intencionadas pueden sostener estructuras que merecen ser cuestionadas.

    Lo invito también a releer mi texto con esa misma disposición que usted me pide: sin prejuicios, y con apertura a lo que tal vez no quiso decir, pero terminó diciendo.

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